48

73 21 2
                                    

Ahren

Ocúltate en el baño —exijo mientras siento cómo mi corazón se me sale del pecho.

Jane se adentra en el baño que está en mi habitación justo en el momento en el que entra Christopher.

—¿Me extrañaste? —enuncia con una extraña e intimidante sonrisa.

—Largo de mi cuarto —ordeno fingiendo seguridad y valentía. Mis piernas están fijas en el suelo sin poder moverse.

—¿O si no qué? —amenaza al acercarse más a pasos torpes a causa del alcohol que ha bebido.

—Llegaste temprano, ¿No ibas a salir con Sarah? —evado el tema, extrañado de que haya llegado más temprano de lo usual.

—Dijo que mañana tenía que trabajar para recuperar el día que se tomó libre... Así que nos apresuramos a hacer lo debido —carcajea— y fui a dejarla a la farmacia.

—Eres un asco —espeto haciendo una mueca.

—¿Te he dicho que eres igual a tu madre? —no contesto— Pues eres igual a ella... Siempre haciéndose la mártir, sufriendo por todo, queriéndose matar por cualquier cosa.

¿De qué está hablando? Ella no era así, lo recuerdo.

—¿Qué? —pregunto un tanto confundido.

—¿No lo sabes?... Se suicidó —alza las manos en un además.

—Eso no es cierto —niego con la cabeza.

—Claro que lo es. La muy listilla se enteró de que la engañaba y se largó con el coche como cafre a quién sabe qué. Iba muy rápido y alguien no pudo esquivar su auto... Entonces ¡PUM! —comenta como si estuviese contando un cuento.

Está mintiendo. Eso no es cierto. Él miente.

Retrocedo con torpeza cuando Christopher comienza a acercarse hacia mí. Considero encerrarme con Jane en el baño, pero la pondría en riesgo, así que descarto la idea.

—Déjame ver esas cosas que dices llamar brazos —dice apretando mi muñeca.

No entiendo cómo puede existir gente que no merece vivir. No entiendo.

—No —digo aún aturdido por lo que acabo de oír.

—Entonces, cuéntame... ¿Ya te cogiste a la chica? —exclama refiriéndose a Jane— seguramente sintió lástima por tí y aceptó.

La ira se apodera de mí, sin poder hacer más que reprimirla.

—Cállate, Christopher...

—Ya casi cumples dieciocho, ¡y tú estás más virgen que el aceite de oliva! —exclama riéndose de su propio comentario— dicen que los que no la pierden antes de la mayoría de edad, tendrán mal sexo toda su vida —sentencia con cara de sabio.

—Ya déjame —lo empujo ligeramente hacia la puerta.

—Deberías hacerlo —está muy cerca de mí, puedo percibir sin problema su aliento a alcohol—, con lo puta que es, seguro te dice que sí

Suficiente.

Sin poder controlarme, todas mis fuerzas se van a mi puño, que va a dar al rostro del hombre alcoholizado que está frente a mí. Decidido a no parar, comienzo a golpearlo repetidamente. Cansado de mis inútiles golpes, Christopher me detiene, empujándome al suelo. Comienza a patearme con fuerza, luego se detiene y me levanto. Entonces él me da un puñetazo en el mentón. Caigo de nuevo. Trato de defenderme, más no puedo. Me agarra del cuello de mi playera y hace que me ponga de rodillas.

—Déjame —suplico con un hilo de voz, débil y adolorido.

De repente me encuentro a punto de llorar. Christopher me eleva y me arroja en la cama. Los resortes del colchón rechinan. Pone su mano en mi nuca, haciéndome imposible moverme. El hombre me tiene boca abajo, aprisionado entre sus piernas y el colchón.

Y todo se pone borroso...

Lo prometiste © #PGP2020Where stories live. Discover now