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Ahren

Era pequeño; tenía a penas once años, pero a pesar de mi corta edad ya estaba consciente de la situación en la que me encontraba.

En ese entonces, aunque no lo crean, Christopher era un poco menos alcohólico, y un poco más responsable conmigo... No era para nada un padre cariñoso, pero al menos me alimentaba a diario.

Claro que sí, también había veces en las que llegaba ebrio y malhumorado a la casa, pero no eran tan frecuentes como ahora, y no esperaba que fueran a aumentar de manera tan drástica y súbita como lo hicieron.

Todo comenzó a ir peor desde que él empezó a llevar a una chica de al menos unos diez años menor que él, a decir verdad, me pareció una mujer muy hermosa y amable... Pero sin dudas, las apariencias engañan.

La chica, llamada Rosy era sin dudas igual, o peor que mi padrastro. Cada vez que llegaba a la casa su actitud era de lo más déspota. Y al parecer Chris estaba perdidamente enamorado de Rosy, pues comenzaba a actuar igual que ella.

Uno de esos días, llegó Chris a la casa, pero esta vez Rosy no había entrado con él.

El sujeto llegó tambaleándose de un lado a otro —parecía uno de esos muñecos inflables enormes que se encuentran en las gasolinerías—, azotando las puertas, eso sólo significaba una cosa, y yo lo sabía mejor que nadie: estaba ebrio. En casos así, era mejor quedarme encerrado en mi cuarto, eso lo había aprendido hacía un año, cuando Chris me golpeó de verdad por primera vez.

—¡Ahren!— escuché gritar desde abajo.

Bajé lo más rápido que pude hasta la sala de estar.

—Niño inútil —dijo arrastrando las palabras—. Te dije que arreglaras el maldito televisor.

La televisión recibía mal la señal desde días antes, y justo en la mañana de ese día antes de irse a su trabajo, Chris me pidió que solucionara el problema.

—Ni siquiera eres capaz de arreglar un estúpido televisor —dijo para después escupir al suelo.

Estaba enfadado, y tenía mucho enojo guardado. Entonces dije algo de lo que me arrepentí más tarde.

—¿Y por qué no lo arreglas tú?

La habitación quedó en un terrorífico silencio un par de segundos, luego fue interrumpido por los gritos de Chris, a continuación él me empujó. No con mucha fuerza, pero si la suficiente como para provocar que cayera al suelo. Tomó una de sus botellas vacías y la lanzó contra la pared. Pude observar casi en cámara lenta cómo el objeto se impactaba contra el muro, rompiéndose en mil pedacitos. Después de algunos segundos de respiración pesada, Chris me ordenó que limpiara todo el desorden que, según él, yo provoqué. Tomé la escoba y el recogedor y me dispuse a levantar todos y cada uno de los trozos que yacían sobre el suelo. Me detuve a observar uno de los pedazos, tan brillante y afilado... Había visto en algunas películas —en las pocas oportunidades que tenía de ver la televisión en el sofá junto a Chris—. que con una navaja de afeitar se cortaban las muñecas... Tomé el trozo de vidrio y discretamente lo guardé en el bolsillo de mi pantalón. Terminé de limpiar todo.

—Deberías bañarte —espetó Chris—, apestas —Terminó la frase haciendo una mueca.

Me alisté para tomar una ducha y entré al baño con el fragmento de la botella en mi pequeña mano. Me puse de pie frente al lavabo. Comencé a deslizar el objeto sobre mi antebrazo, presionándolo contra mi piel.

Era extraño ver como mi piel se abría y se iba pintando de rojo... El dolor que esto provocaba, poco a poco se fue convirtiendo en una manera de desahogo.

Ese día comencé a hacerlo, y hasta el día de hoy no he podido parar.


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Estoy viva! :v

Por fin actualicé

Muchas gracias por leerme. Los amo.

Les agradecería mucho que dejaran su estrellita.

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Lo prometiste © #PGP2020Where stories live. Discover now