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Ahren

Después de mucho tiempo de comer en la mesa del antisocial, al fin alguien me acompaña, quizá pueda renombrar la etiqueta imaginaria y poner "la mesa de los antisociales".

—Hola —una voz masculina me saca de mis pensamientos—, ¿les molesta si me siento con ustedes?

—No, claro que no, Jaden —responde Jane de inmediato.

El castaño se sienta junto a ella, quedando ambos frente a mí. Una extraña ansiedad comienza a invadirme.

—Hola, chico —se dirige hacia mí—. Estoy seguro de que te había visto antes.

—No lo sé, venimos a la misma escuela, es probable —espeto sarcásticamente sin ocultar mi resentimiento hacia él dado aquel día en el museo. Él sólo ríe dejando a la vista sus frenos.

Por más que intento dejar eso de lado, no puedo. No cuando ha llegado a irrumpir en la mesa de los antisociales.

—¿Y cómo va todo? —pregunta mirando a la ojiazul— Sería bueno salir a algún lado. Tal vez puedas ir —me dice—, si esta vez no tienes cosas que hacer.

Le lanzo una rápida a Jane, quien baja la mirada.

—Estaría bien —contesta Jane

—Eso creo —respondo resoplando un mechón de cabello que cubre mis ojos.

Jaden se detiene a mirarme por un segundo.

—Viejo, ¿qué te ocurrió en el rostro? —frunce el ceño.

—Nada que te importe —me había olvidado de los moretones que había dejado Christopher sobre mi rostro. El color ya es más tenue, pero aún son visibles.

—Como digas —exclama sin tomarle mucha importancia.

~*~

-

Jane, perderemos el autobús —le reprendo.

Ella permanece sentada en el mesabanco, dibujando algo que promete ser una clase de árbol o algo así.

—Vete tú.

—¿Te irás caminando hasta tu casa? —pregunto sorprendido.

No es que la casa esté a kilómetros de la escuela, pero es una distancia considerable no muy agradable de recorrer a pie, menos en estas épocas del año.

—Puedo tomar un taxi, prefiero llegar tarde a mi casa el día de hoy... Probablemente me hablen hoy sobre el divorcio.

—Aún no sabes si realmente se separarán —tomo asiento en la butaca de al lado.

—No lo creo, cuando mi madre dice algo, es porque está segura de ello.

Un extraño silencio, rasgado a penas por el sonido del grafito de su lápiz rozando el papel, se hace presente en el salón.

—¿Quieres ir a dar una vuelta? Tal vez te olvides de aquello por un rato —ofrezco.

Alza la mirada y en su rostro se pinta una media sonrisa.

—Bien.

Salimos del instituto. Caminamos por la avenida, sin rumbo. Hasta que me viene a la mente un buen lugar.

A unos minutos de aquí se encuentra una plaza, un viejo centro comercial al que solía venir con mi madre, el cual está siendo remodelado parcialmente.

Camino junto a Jane, guiándola, hasta que llegamos a la plaza.

—¿Vas a comprar algo?

—Sólo sígueme —respondo rodando los ojos.

Entramos. El lugar está casi irreconocible, más moderno y brillante. Avanzamos adentrándonos más, pasando por las tiendas de ropa y los llamativos aparadores. Poco a poco hay más locales cerrados y las paredes se van viendo cada vez más desgastadas. Más lejos hay unas escaleras eléctricas fuera de servicio. Parece no haber señal de vida en esta parte del centro comercial. Estamos cerca de nuestro destino.

Giramos hacia la izquierda, donde el pasillo tiene fin. Ahí está, justo como estaba hace once años.

—Yo venía aquí cuando necesitaba relajarme —señalo la gran fuente que posa justo en el centro del lugar, en la cual sigue fluyendo el agua.

Jane la observa atenta por un momento. Frunce el ceño.

—¿Por qué está en funcionamiento si toda esta parte parece olvidada? —pregunta extrañada.

—No lo sé, quizá al dueño de este lugar también le guste.

Me acerco para sentarme a la orilla, disfrutando del ambiente que crea la melodía del agua cayendo y la luz del sol reflejarse en ella. Cierro los ojos por un instante, casi en un parpadeo, recordando aquellos tiempos en los que mi madre me traía aquí a comer helado.

Jane se sienta junto a mí. Sumerge sus dedos en el agua para luego salpicarme en el rostro.

—¿Qué haces? —exclamo divertido.

Ella sólo ríe y repite su acto, esta vez mirándome con ojos retadores.

Alzo una ceja, para luego hacer lo mismo que ella.

—¿No podías tomarte esto con seriedad, Janeth? —me burlo.

—Vuelve a decirme Janeth y terminarás dentro de la fuente.

—¿En serio? Jan... —vacilo.

—No me digas que no te lo advertí.

Obviamente una chica de su tamaño no podría hacerme terminar dentro de la fuente, pero sí tomar algo de agua entre sus manos y tirarla sobre mi cabello.

—¡Ja! Me recuerdas al pobre chico que salvé de la tormenta hace un par de semanas —exclama al ver el cabello cubriendo mis ojos.

—Esto no puede pasar por alto.

Hago lo mismo que ella, mojando todos sus rizos, los cuales se alacian al ser empapados con agua. 

Creo que nunca en mi vida había reído tanto.

Lo que empezó como algo relajante y satisfactorio, se ha convertido en una inocente, pero competitiva guerra de agua.

Olvidado de la realidad, inconscientemente e introducido por completo en el juego, alzo las mangas de mi sudadera para no mojarlas y poder "jugar" más cómodamente. Cuando la mirada de Jane va a dar a mis antebrazos.

Lo prometiste © #PGP2020Место, где живут истории. Откройте их для себя