23. Poniéndose al día.

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Al notar que Cíclope ni siquiera parecía pretender moverse, suspiré frustrado y hablé a mis compañeros.

–Stardust, Dune, Paladín, vigilen la puerta –dije sin quitar la mirada del ex dictador, quien todavía tenía esa molesta sonrisa en su rostro–. Pueden llegar más guardias en cualquier momento.

Sin decir nada, nuestros tres compañeros se retiraron de la sala. Ellos sabían, tanto como nosotros, que teníamos que mirar a nuestro más grande enemigo a los ojos antes de poder empezar a pensar en el próximo paso.

–Sabía que este día llegaría –dijo, al tiempo que finalmente alzaba el rostro para inspeccionarnos con su único ojo–. El día en que Los Vigilantes se arrastrarían hasta mis pies en búsqueda de ayuda.

–Realmente no tenemos tiempo para estas estupideces, así que... –empezó a decir Joel, pero Cíclope lo fulminó con la mirada de una forma tan aterradora que estoy seguro de que se le hizo un nudo en la garganta, dejándolo son palabras.

–Si esperan que mueva un dedo por ustedes, Surfer –dijo él, y la sonrisa desapareció de su rostro mientras que se levantaba de su asiento para hacernos frente–, entonces tienen el tiempo.

A pesar de que sabíamos que la jaula de Marcum y la punta de la flecha que puse en su ojo anulaban sus poderes, no pudimos evitar sentirnos intimidados por la altura y el porte del tirano. Sin embargo, tragué saliva, y, armándome de coraje, me digné a preguntar.

–¿Qué es lo que quieres, Cíclope? –dije tratando de mantener contacto visual.

–Creo que lo sabes muy bien, Archer –respondió él, sin darme tiempo a respirar–: quiero que lo digas.

Sentí ganas de darle un puñetazo en el rostro, sabía que no había nada que él pudiera hacer para detenerme, pero tenía que contenerme, después de todo, habíamos llegado hasta ahí. Debía controlar mis emociones y darle justamente lo que él quería.

–Necesitamos tu ayuda –dije tras una breve pausa, en la que ninguno de los dos desvió la mirada.

Nuevamente, la sonria apareció en el rostro de Cíclope, la cual, sin embargo, no logró que perdiera su aspecto amenazador y sombrío.

–Eso no fue tan difícil ¿verdad? –preguntó, esta vez alejándose un poco para poder mirar a fijamente a los cuatro Vigilantes que estaban ante él.

–Vete al infierno –dijo Emma, quien, como el resto de nosotros, estaba haciendo un esfuerzo sobre humano para no entablar una pelea con el antiguo gobernador.

–Oh, pero estoy allí, señorita Kyle, ¿o es que no se da cuenta? –preguntó desviando la mirada y acercándose a ella–. Hace años que no veo otra cosa que no sea el robot que me trae la comida, y hace años que no puedo detener el insoportable dolor que me produce el proyectil que tengo incrustado en mi cabeza gracias al señor Front. Les tengo que decir, tras los primeros dos años pensé que iba a perder la cabeza, pero pensar en este momento, en este preciso momento, cuando ustedes mismos iban a venir a buscarme para sacarme de mi encierro, fue lo único que me mantuvo cuerdo todo este tiempo... aunque esperaba reencontrarme con algunos más de ustedes.

Al tiempo que pronunciaba estas últimas palabras, nos inspeccionó de pies a cabeza a cada uno de nosotros, estudiando nuestras heridas como si fueran páginas de un libro que relataran con lujo de detalle nuestras batallas, nuestras derrotas y nuestras victorias, y, por supuesto, sabíamos que estaba disfrutando al notar las ausencias de Jax, Edward, Kevin y Felicity.

–Bueno, supongo que el trabajo de héroe no es para cualquiera –sentenció Cíclope, refiriéndose a nuestros compañeros muertos–. Sobre todo si eres uno de los imbéciles que confunden libertad con justicia.

Mundo de héroes: Tiempos oscurosWhere stories live. Discover now