34. Los Cazadores

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Todos en el campamento sabían que esa noche se iba a llevar a cabo la última misión de reclutamiento, y ciertamente la ansiedad se notaba en el aire, a pesar de que la mayoría de los habitantes nos evitaban, como si pensaran que necesitábamos tiempo a solas para concentrarnos, prepararnos para llevar a cabo la misión con un éxito total.

Y algo de cierto había en esto. El tiempo de "juegos" estaba a punto de terminar, y prono estaríamos yendo tras Eon, con todo el riesgo que ello implicaba, sobre todo para los miembros más viejos del equipo, que habíamos sentido a flor de piel las perdidas y el dolor que nos causó enfrentarlo la primera vez.

Habíamos pactado encontrarnos esa misma noche para poner a los reclutas al día, hacerles saber a lo que estábamos a punto de enfrentarnos, para el último reclutamiento todos los Vigilantes disponibles iban a tener que presentarse.

Cada vez faltaba menos para la hora de nuestro encuentro, y yo necesitaba poner mis ideas en orden, de forma que me alejé un poco del campamento.

Caminé por un largo tiempo, y subí a una meseta que me permitía ver el basto océano que se extendía delante de nosotros. Había sido un día frio y nublado, el viento helado corría a toda velocidad, impactando sobre mi rostro, y por momentos parecía que me producía leves cortes en la piel, pero no me molestaba en lo más mínimo.

El océano revoltoso, y sabía que si alguien caía en él, jamás lo volveríamos a ver, pero aun así caminé hasta pararme al borde del abismo, y una vez allí cerré los ojos y dejé que la furia del océano, la velocidad del viento, el tacto con la leve lluvia que caía sobre mí, el olor de la tierra inundara el resto de mis sentidos, haciendo que todos los problemas que teníamos desaparecieran mi mente por algunos breves segundos, unos breves segundos de paz.

Mi vida pasó frente a mis ojos, el momento en que descubrí que mi padre era un héroe, mis primeros días como un Vigilante, la batalla contra Cíclope, El Fuego de la Libertad, todos los amigos que perdimos, todo. El mundo en el que vivíamos era un lugar terrible, lleno de dolor e injusticias, pero valía la pena pelear por él, y eso era lo iba a hacer hasta mi último aliento.

Fue entonces cuando sentí una leve brisa a mis espaldas, la cual me hizo perder la concentración y me forzó a abrir los ojos.

–Te dije que no te acerques a nosotros –solté sin girarme, aun apreciando la violencia de aquel hermoso océano.

–Solo quiero asegurarme de que sabes lo que estás haciendo –comentó Kali, se notaba cierta preocupación en su voz, pero la ignoré completamente, no volvería ser engañado–. Van a meterse en la boca del lobo, no creo que los reclutas estén listos.

Me giré para mirarla a los ojos, ella estaba ahí parada, con su pelo y su ropa empapada, pero no parecía mostrar señales de estar sufriendo el terrible frío que hacía.

–De esto depende que detengamos a Eon de una vez por todas, así que entiendo que te pongas nerviosa –comenté acercándome lentamente a ella–. Probablemente no te gusta mucho la idea de que estemos más cerca de destruir a tu líder.

Kali lanzó un suspiro de frustración, cansada de oír mis acusaciones, pero decidió no responder, yo tampoco tenía ganas de comenzar una discusión. Era hora de ir a informar de la misión a los miembros del equipo.

Sin decir más nada, pasé a su lado, pero antes de que pudiera continuar mi camino su mano me tomó con fuerza del brazo, impidiendo que siga caminando.

–¿Estás seguro de que él va a cooperar? Porque las cosas se pueden poner muy feas si intentas obligarlo –preguntó, aún sin soltarme.

Le dediqué una seria mirada, y, aunque ambos sabíamos que yo no tenía la más mínima oportunidad en una pelea mano a mano, ella entendió que debía quitar su mano de ahí de inmediato, y así lo hizo.

Mundo de héroes: Tiempos oscurosWhere stories live. Discover now