30. No hay vuelta atrás.

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Corrí velozmente por el desierto, luchando con todas mis fuerza contra el fuerte viento que se había levantado durante el día, haciendo trabajar los músculos de mis piernas.

Con un esfuerzo tremendo logré llegar a la cima del médano que estaba subiendo, y observé con una sonrisa el nuevo campamento que La Resistencia había instalado ya contaba con electricidad.

Tomé un sorbo de agua de mi cantimplora y comencé mi descenso. Después de todo, había llegado el día de empezar a planear nuestra revuelta contra Eon, y todos en La Resistencia lo sabían.

Habían pasado algunas semanas desde nuestro rescate y el reencuentro con Kali, durante las cuales logramos recuperar poco a poco nuestras fuerzas. Gracias a una "buena" alimentación y a un estricto régimen de entrenamiento, volvíamos a ser fuertes, rápidos, ágiles... volvíamos a ser Los Vigilantes.

Durante todo ese tiempo, nos vimos forzados a mover el campamento de La Resistencia varias veces, siempre evitando que Eon y sus tropas nos encontraran, manteniéndonos bajo el radar.

Esta vez nos encontrábamos en la entrada de lo que alguna vez fue un pequeño pueblo, de algún país cuyo nombre ya no importaba. Lo único que contaba en ese momento es que teníamos un techo bajo el cual descansar, duchas en las cuales bañarnos, y suministros para mantenernos vivos por algún tiempo más, o por lo menos hasta que Los Alterados se acercan lo suficiente como para forzarnos a huir.

Pero pronto dejaríamos de escapar, lo sabía, y eso me hacía muy feliz.

Tras unos segundos entré en nuestro campamento, compuesto en parte por las casas abandonadas que había en el lugar, y en parte por amplias carpas en las que se guardaban armas, comida, medicamentos y demás. Había salido a correr durante la tarde, una vez que terminamos de descargar los camiones, para hacer un poco de ejercicio, y recién ahora estaba lo suficientemente conforme para regresar.

Saludé con la cabeza a los guardias vigilaban el perímetro, los cuales me devolvieron el favor, y me dirigí de inmediato hacía la estación de servicio, donde se encontraban las duchas que todos usábamos.

Dejé que el agua fría cayera sobre mi cuerpo, limpiándolo, quitando toda la arena que había acumulado durante mi entrenamiento. Mientras tanto, mi mente se movía velozmente, organizando mis ideas, preparándome para explicarle a La Resistencia mi plan.

Una vez que me consideré lo suficientemente limpió, salí de la ducha y me vestí, sintiéndome renovado y fresco gracias al tacto del agua contra mi piel, privilegio con el que no había contado durante mi encarcelación.

A pesar de que era una noche importante, tanto para La Resistencia como para mí y para el mundo entero, tenía que hacer algo importante antes de la reunión.

Atravesé el campamento con paso decidido, ignorando los murmullos de los soldados que me observaban pasar, sabiendo exactamente hacia donde me dirigía, hasta que llegué a una casita alejada, en donde operaba la improvisada enfermería que atendía a nuestros heridos.

Golpee la puerta dos veces, y Joseph no tardó en abrirme.

Tras mirarme algunos segundos desde el umbral, con ojos cansados tras un día realmente agotado, me dejó entrar, también comprendiendo el motivo de mis habituales visitas.

Avancé por la enfermería, observando por breves segundos las camillas con heridos, hasta llegar a un último pasillo, donde una puerta solitaria aguardaba en silencio mi llegada.

Ya ni siquiera me molestaba en golpear para anunciar mi llegada, simplemente abrí y entré, encontrándome de frente con Sandy, quien se sobresaltó un poco al verme.

Mundo de héroes: Tiempos oscurosWhere stories live. Discover now