25. El fin de la linea.

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Wells surcaba los cielos con la mayor velocidad que podía, en dirección a la bahía de San Francisco, donde hacía algunos minutos El Antiguo y sus secuaces habían puesto en marcha su plan. Ahora todo dependía de nosotros, sin embargo, notaba en los rostros de mis compañeros que no se sentían preparados para lo que venía.

Drake mantenía sus ojos cerrados y su cabeza baja mientras que pronunciaba unas inentendibles frases por lo bajo, muy probablemente algún canto de guerra propio de sus compañeros de El Ojo; Emma se mantenía en silencio, con una mano apoyada sobre la otra, tratando de disimular que estaba temblando; Joel y Sandy se mantenían prácticamente pegados al uno al otro, mientras se tomaban fuertemente de las manos, tal vez pensando que si se soltaban nunca volverían a estar juntos de nuevo; Rachel, por su parte, se dedicaba a cubrir sus manos de energía una y otra vez, como si no estuviera segura de que sus poderes fueran a funcionar en el momento de la batalla, y Amy simplemente se dedicaba a controlar que todo su equipamiento esté funcionado a la perfección. Hubiera preferido una sonrisa de su parte, una leve sonrisa, algo que memorizar antes de entrar en combate, pero ella realmente no era ese tipo de persona, y supongo que yo tampoco, ya que simplemente me encontraba parado cerca de la escotilla, incapaz de moverme.

Solamente Cíclope parecía estar tranquilo ante la amenaza que teníamos delante, y mantenía su semblante de hierro mientras observaba el paisaje frente a sus ojos desde la cabina de la nave.

En ese momento, el equipo necesitaba un líder más que nunca, y yo tenía que encontrar la manera de superar todos mis miedos, mis inseguridades y mis dudas y ser eso para ellos.

–Vigilantes, nos acercamos rápidamente a nuestro destino –nos informó Wells con cierta pesadumbre en su voz–. Les avisaré cuando estemos en la ciudad.

Ni bien la inteligencia artificial hubo terminado de pronunciar estas palabras, pude sentir como todas las miradas se clavaban en mí, y el silencio se tornaba en una poderosa pared que, a cada segundo, se acercaba más a nosotros, amenazando con aplastarnos.

Cerré los ojos, inspiré profundamente, tratando de guardarme todos los familiares aromas de la nave en lo más profundo de mí ser, y luego miré a mis compañeros. Todos y cada uno de ellos, a excepción del dictador, estaban asustados, pero podía ver en sus ojos que por nada en el mundo huirían de esta pelean.

–No voy a mentirles, es muy probable que no todos salgamos con vida de esto, pero, si muero, voy a morir sabiendo que salvé el mundo por el que vengo luchando desde hace años –pronuncié, tratando de cargar mi voz de fuerza–, y, sobre todas las cosas, orgulloso de haber tenido a los mejores guerreros del mundo, a los mejores amigos que podría haber conseguido, y a las personas más nobles sobre este planeta, luchando a mi lado. En este momento no importa lo que el mundo opine de nosotros, porque vamos ir ahí y vamos a demostrarle que estaba equivocado; nosotros no somos criminales, no somos villanos, no somos traidores. Somos la esperanza, somos la valentía, somos el honor, somos héroes, somos... Los Vigilantes, y muy pronto Eon va a saber lo que eso significa.

Las palabras parecieron surtir el efecto deseado, ya que, de inmediato, todos mis compañeros se pusieron de pie y me miraron cargados de orgullos, algunos incluso con lágrimas de felicidad asomando a sus ojos.

Sin pronunciar una palabra, todos nos acercamos y nos dimos un abrazo, sabiendo que era la última vez que todos estaríamos juntos, pero más que dispuestos a sacrificar nuestras vidas si eso significaba que el mundo seguiría girando por otro día.

Cuando finalmente nos separamos, y todos partieron a distintas partes de la nave para prepararse mejor para la batalla, quedé mirando a Cíclope, quien había observado en un respetuoso silencio toda la situación desde el marco de la puerta que daba a la cabina. Este me miraba con una ligera sonrisa en el rostro.

Mundo de héroes: Tiempos oscurosOù les histoires vivent. Découvrez maintenant