31. A la luz de la luna.

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Crucé el campamento con un paso firme y apresurado, esquivando lo mejor que podía a los soldados que transportaban cajas y cajas de suministros, armamentos y demás materiales de un lado al otro.

Finalmente logré divisar a Briggs a la distancia, dándole instrucciones a un pelotón sobre su próxima misión, por lo que decidí esperar en las sombras por algunos minutos.

Luego de largas noches de debate, los cabecillas de La Resistencia se decidieron por un lugar donde instalar el campamento definitivo, aquel en donde trazaríamos una línea y dejaríamos nuestras vidas para impedir que Eon la cruce.

El lugar elegido para nuestro asentamiento había sido un pequeño pueblo pesquero en Islandia, y Briggs había decidido que iba a encargarse personalmente de liderar al grupo que se ocuparía de limpiar la ciudad de toda presencia de El Antiguo o los Shadows.

Aquel lugar había sido elegido por varios motivos. Entre los principales se encontraba que la infraestructura del lugar se había visto relativamente poco afectada tras la llegada de Eon al poder, pero, además, el clima parecía ser mucho más agradable que en nuestros antiguos campamentos, por no mencionar que, en caso de ser atacados y derrotados, podíamos simplemente cargar a toda la gente posible en los pocos helicópteros y aviones de transporte con los que contábamos y dejar aquella helada isla en cuestión de minutos.

Por supuesto, tardaríamos varios días en trasladar todo hacia aquel lugar, y mucho más en establecernos, pero, sin lugar a dudas, sería un buen lugar para vivir, asumiendo que lográramos sobrevivir al mundo postapocalíptico que El Antiguo había creado.

Briggs finalmente despidió a los integrantes de La Resistencia que había elegido para que lo acompañaran en su misión y, uno a uno, fueron pasando a mi lado, dedicándome breves miradas y saludos.

Entre los últimos de aquella corta fila de guerreros apareció el rostro de Kali y, por su expresión, se notaba que seguía pensando en el plan elaborado por Briggs para tomar la ciudad.

Sin embargo, al notar mi presencia, ella alzó la cabeza y me miró en silencio por algunos segundos, intentando encontrar algo que decir, pero al darse cuenta de que la estaba ignorando completamente decidió seguir camino sin más. Ella sabía muy bien a lo que había venido.

Cuando el último soldado salió de aquella tienda, me adentré y me acerqué al cabecilla, que se encontraba dándole una última mirada al mapa del pueblo elegido, tal vez tratando de memorizarlo, o intentando encontrar cualquier error en su plan que pudiera causar la muerte de sus hombres.

–¿Te vas a quedar ahí parado en silencio? –preguntó sin siquiera mirarme– Creí que tenías algo importante que hacer hoy.

–Así es, pero no podía irme sin antes darte esto.

Me acerqué a la mesa y coloqué el detonador de la bomba que Kali tenía en su cuello a centímetros de la mano de Briggs, el que lo miró por algunos segundos con un poco de asco, claramente no estaba feliz con la idea de que ella anduviera por ahí con un explosivo en la base del cráneo.

–No voy a necesitarlo –sentenció antes de volver la mirada al mapa.

–Briggs, eres un tipo inteligente, sabes muy bien que tenerla libre en este campamento es un peligro, y que llevarla a una misión es aún más peligroso –repliqué casi al instante–. Kali podría aniquilarlos a todos ustedes en el momento en que le den la espalda.

–Supongo que entonces es bueno que ya no esté aquí –dijo levantando su mirada para clavarla en mí.

–Sabes muy bien por qué no creo una sola palabra de lo que ella dice...

Mundo de héroes: Tiempos oscurosWhere stories live. Discover now