41. Misión de reconocimiento

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Durante varios días nos dedicamos a completar los encargos que Jason nos hacía. La gran mayoría de ellos consistía en meterse en algún laboratorio abandonado y encontrar viejas piezas de tecnología que solamente él y Joel parecían ser capaces de comprender.

Por suerte Eon todavía no se había puesto al tanto de nuestros planes, de forma que solíamos encontrar poca resistencia a la hora de ir a cumplir nuestras misiones, y, en caso de que hubiera alguna, resultaban ser siempre grupos de saqueadores, carroñeros u otras facciones personas que buscaban atraparnos para robarnos y asesinaros, los cuales, por supuesto, eran reducidos fácilmente por el grupo de héroes.

Sin embargo, lo sencillo de las misiones servía para que el grupo practicara aún más, y no tardaron en volverse excelentes combatientes. Los Vigilantes estaban más unidos que nunca, y se notaba en nuestra forma de movernos, de coordinar y de luchar, prácticamente no hacía falta que nos habláramos durante el combate para que los otros supieran lo que necesitábamos o las estrategias a ser utilizadas.

No sólo en el equipo las cosas iban bien, sino que también todo parecía marchar a la perfección en nuestro campamento. Cada vez la población era más numerosa, pero también nuestros recursos habían aumentado: había más comida, más medicamentos, más colchones, incluso las primeras casas levantadas por La Resistencia habían empezado a llenarse y unos cuantos miembros refaccionaron un barco pesquero que había quedado abandonado en el muelle del poblado, de forma que teníamos un ingreso bastante fijo de pescado y demás alimentos marinos.

Briggs se pasaba casi todos los días enseñando estrategias militares a los combatientes inexpertos, y los soldados se encargaban de entrenarlos para que estuvieran listos ante cualquier situación y, sobre todas las cosas, para la pelea final.

Incluso mi hermana, a pesar de mis negativas, se había unido al ejercito de La Resistencia y, para mi sorpresa, descubrí que era una excelente peleadora y que era una experta en el Aikido, manejando el bastón Jo con una destreza que jamás me hubiera imaginado, lo que le permitía enfrentarse incluso a algunos de los mejores soldados del campamento.

Si había aprendido esas técnicas durante su estadio en Nueva York y en sus noches como justiciera era un misterio, pero era lo más probable, lo cierto es que hacía pasar vergüenza a cada uno de los oponentes que tenían la osadía de desafiarla, terminando golpeados y tirados en el suelo por una niña de 16 años, que mientras luchaba se dedicaba a bromear con ellos, demostrando una actitud confiada.

Jason había hecho grandes avances gracias al constante flujo de tecnología robada y la imprescindible ayuda de una mente como la de Joel, que alivianaba mucho su trabajo y eso se notaba en el viejo científico, a quien de vez en cuando se lo podía ver meditando en los exteriores junto a Rebecca, quien parecía estar más tranquila que nunca y en total control de su poder.

Todo parecía estar yendo de maravillas, pero teníamos que seguir avanzando en la lucha contra Eon, y, aprovechando que Jason ya había conseguido una gran cantidad de piezas de tecnología, decidimos que era el momento de hacerlo.

Esa noche nos reunimos en una tienda junto a mi madre y Briggs para discutir nuestro siguiente paso mirando el mapa estratégico que ellos habían construido, dividiendo a cada caudillo en una zona particular, y señalando los puntos más importantes en el mapa. Uno de estos últimos correspondía al lugar donde se encontraba la máquina terraformer, rodeada de enemigos que la vigilaban las veinticuatro horas, y la otra correspondía a La Cosechadora, también fuertemente protegida; pero había un tercero que ni siquiera Kali había logrado decirnos de qué se trataba.

Lo que sea que hubiera ahí era un secreto importante para Eon, y sólo sabíamos de su existencia por la cantidad de enemigos que rodeaban aquel punto en medio de la famosa Selva Negra, en Alemania.

Mundo de héroes: Tiempos oscurosWhere stories live. Discover now