26. Fantasmas del pasado.

2.8K 225 116
                                    

–Tienes que aceptarlo, Daniel –dijo Sam, sentado a mi lado en aquella pequeña, sucia y oscura celda que se había convertido en mi hogar desde la victoria de Eon–: Perdiste la cabeza.

Tras él último golpe que Eon me asestó en la batalla de San Francisco caí inconsciente, y, para cuando desperté, me encontraba absolutamente solo en aquella celda.

Desconocía cuanto tiempo había estado fuera, pero definitivamente más de tres días, calculé tratando de percibir cuanto había crecido mi barba en ese tiempo.

También fue inútil tratar de contar los días que pasaba recluido, ya que mi jaula no contaba ninguna ventana que permitiera entrar la luz del día. Podrían haber pasado semanas, meses, o incluso un año entero desde aquel fatídico día en que fuimos derrotados.

Mi celda era pequeña, y la ausencia total de cualquier mueble o instalación de saneamiento la hacían parecer aún más diminuta, lo cual me generó una terrible sensación de claustrofobia hasta que, poco a poco, fui adaptándome a vivir en aquella asilada habitación.

Sin embargo sabía que no estaba solo en donde estaba, sea donde eso fuera, ya que, gracias a mis poderes, podía escuchar a otros prisioneros como yo gritando con desesperación las veinticuatro horas del día. A veces llegaba a identificar al sujeto de la tortura como una mujer, a veces los gritos sonaban un poco más graves, indicando que se trataba de un hombre, pero, luego de un tiempo, todos ellos empezaban a sonar igual y no paraban de atormentarme, impidiendo que conciliara el sueño.

Por momentos deseaba arrancarme las orejas con mis propias manos, en otros simplemente que la persona que estaban torturando muriera para poder cerrar los ojos y obtener un poco de descanso, pero finalmente decidí simplemente disminuir el alcance de mis poderes, llegando a penas a escuchar lo que pasaba al otro lado de la puerta metálica que impedía mi salida; sin embargo, en algunas noches en las que la soledad parecía volverse especialmente intensa, atravesando mi carne como afiladas cuchillas, haciéndome temblar en suelo duro y frio, lleno de desechos, podía todavía escuchar agudos gritos de dolor, sin poder estar totalmente seguro si se trataba de un sueño, una alucinación o la realidad.

Los guardias de la prisión, que llevaban siempre su rostro cubierto, y un traje de combate absolutamente negro, a no ser por el logo de los Shadows estampado en su hombro derecho, indicando que pertenecían a aquella antigua Orden, a pesar de no llevar sus típicas espadas, sino que cargaban con armas de fuego de gran calibre, me traían un plato de comida frío y asqueroso una vez al día, aunque siempre de forma aleatoria para que no pudiera predecir su llegada.

Tampoco podía intentar adivinar la hora del día que era gracias a la comida, ya que esta no podía ser catalogada de ninguna manera como desayuno, almuerzo o cena. Era una especie de papilla sin consistencia, y de un sabor amargo que, hasta que logré aceptar que era lo único que iba a poder probar en aquel infierno, me producía arcadas cada vez que la acercaba a mi boca.

Para hacer completa mi humillación ni siquiera me proporcionaban una miserable cuchara, forzándome a comer aquel pobre intento de comida con mis propias manos, como un animal, y, a veces, cuando el dolor que me producía el hambre era demasiado grande, me obligaba a mí mismo a hundir mi cabeza en el plato vacío, a pesar del nauseabundo olor que quedaba impregnado a este, y lo lamía hasta dejarlo absolutamente limpio.

Por supuesto, el plato era totalmente de plástico y nunca lo dejaban más de diez minutos, obligándome a comer de forma apresurada, logrando que más de una vez me atragantara con extrañas e insípidas cosas solidas que se encontraban en medio de aquel revuelto. Todo solo para asegurarse de que no intentara ninguna estupidez.

Sin embargo, estaba claro que esos tipos no me conocían para nada: yo no necesitaba nada para cometer estupideces.

Harto de la situación que estaba viviendo, decidí que ya no podía seguir observando pacientemente, esperando una oportunidad. Tenía que actuar en ese preciso momento, mientras aún tenía fuerzas para luchar.

Mundo de héroes: Tiempos oscurosOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz