Sueño 3: El señor Martínez (II)

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Al estar arriba, dejé la caja sobre la mesa. La sangre sobre esta ya estaba seca, ahora, solo era una mancha esparcida sobre la madera blanca. El olor a cobre me dio asco, pero ya no tenía ganas de vomitar. Antes, de darme vuelta hacia la entrada del sótano, un sonido chirriante me detiene en seco. Provenía del segundo piso. Un escalofrío me recorrió la espalda en ese instante, y no ayudó, que otro chirrido se escuchara. Había alguien arriba, un infectado, o alguno de los Martínez, no lo sabía; también, podían ser los tablones crujiendo por, algunas veces, podía escuchar algunos tablones crujir en mi habitación, así, que esa fue la idea que tomé.

Cuando bajaba los escalones, papá y Dorian, subían con más cajas, las de ellos igual se veían llenas. Bajé y tomé otra caja, ahora iban tres, solo faltaban otra cien, tomando en cuenta toda la comida que había aquí. Fui a uno de los estantes al fondo del sótano, allí tomé más comida enlatada, frituras, y el santo grial de las golosinas... un paquete de chocolates. Ese sería solo para mí, cuando lo tomé, dejé caer una lata de comida al suelo, no hizo mucho ruido, pero no podíamos permitirnos ni el más mínimo. Me agaché para recogerla, entonces, una brisa refrescante golpeó mi rostro, era una corriente de aire; en mis bolsillos busqué la linterna, sabía que la única manera en que hubiera una corriente de aire, eran por causa de un sistema de ventilación, ya que el muro era de concreto sólido, debía haber algo detrás del estante —quizás una puerta—pensé.

Iluminé por completo el estante, encontrando, que este se encontraba asegurado a la pared, además, estaba levantado unos cuantos centímetros del suelo, no lo tocaba. En efecto, había una puerta escondida, solo que no sabía cómo abrirla; intenté lo que hice con la primera, recargué un poco de mi peso sobre ella, entonces se contrajo.

—Esta también tiene bisagras —murmuré.

La abrí lentamente, escuchando que papá y Dorian bajaban las escaleras, me apresuré a entrar, si hallaba algo bueno, quería ser el primero en disfrutarlo; cerré lentamente la puerta, dejándola abierta por tan solo un par de centímetros. Cuando mi linterna, dejó a la vista todo lo que había allí, casi doy un grito de emoción. En las paredes, como si se tratasen de adornos, se encontraban docenas de armas de fuego, así como en mesas y armarios; granadas, cartuchos, cuchillos, cargadores, los Martínez tenían un arsenal oculto en el sótano de su casa y lo había encontrado yo.

—En verdad que tengo suerte —murmuré totalmente emocionado—, Dorian morirá de la envidia.

Me ganó la curiosidad de observar dentro de un gran armario de metal, había visto uno en la base de la FRAE, había ido allí muchas veces, incluso conocía a los compañeros de papá, eran todos muy amigables, sobre todo uno, Marcus, que era el segundo al mando en el pelotón de papá —después de él—. Ahora, él debería estar en alguna otra base, o en el centro, tratando de mantener la calma. Caminé hasta aquel armario, me preguntaba que habría dentro de él: una carabina, escopetas, rifles de francotirador, un arco de cacería; al poner las manos sobre las manijas, y halar de estas quedé impresionado, lo que tenía justo delante era algo único, costoso, sensacional y punzocortante. Una espada katana, la funda y el mango eran de color negro, con rayas rojas a todo lo largo, estaba más que emocionado, era una sensación indescriptible, poder tener un arma japonesa tan genial como una katana. No pude resistirme a escuchar el sonido que haría al desenfundarla, esperaba que resultara como en las películas. Lentamente, tire del mango, escuchando el sonido que, hacia el filo de la espada al salir, emitiendo un brillo plateado, al ser iluminada por la linterna, la espada tenía grabados muy elaborados en la hoja, tan diminutos, que difícilmente podrían haber sido hechos por manos humanas.

Enfundé de nuevo la espada, esta maravilla debía ser usada solo en defensa propia y no para presumir —cosa que en algún momento resultaría haciendo—, inspeccioné el lugar por unos segundos más, luego, salí de esa habitación secreta, con la espada en mano.

Esperanza en la oscuridad (En proceso de publicación)Where stories live. Discover now