6: Mañana

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Jacob

Siento algo que me molesta, estaba sobre mi párpado izquierdo. ¿Era un insecto? No lo sabía, así que simplemente intenté asustarlo sin tener éxito, todavía lo sentía allí, molestando. Me di un leve manotazo en el ojo, pero no sentí nada, salvo que ahora aquella sensación se hallaba sobre mi mano. Abrí lentamente los ojos, siendo cegado por un pequeño haz de luz dorada, que provenía de uno de las brechas entre la puerta y el ventanal.

—Ya es de mañana —murmuré somnoliento—, y seguimos vivos.

Me sorprendí demasiado de estar respirando, pensaba que para este momento ya estaríamos todos muertos, y en camino a transformarnos en aquellos infectados a causa de su mordida.

Observé mi alrededor. Todos aún estaban durmiendo despreocupadamente. Incluso aquel amargado se encontraba dormido en la misma posición que ayer: con la computadora sobre las piernas, y con los audífonos puestos.

Mi estómago crujió. Estaba algo hambriento. Era demasiado comprensible, debido a que ayer nadie había terminado de comer, antes de escuchar aquellos aullidos aterradores.

Una incomodidad atacó mi cuello en cuanto intenté ponerme de pie. Haber dormido en la silla había causado dolor en mi cuello, uno leve, aunque fastidioso.

Levantarme fue algo doloroso al principio. Caminar hasta la cocina, y tomar la radio, sintonicé el programa de Él superviviente, el cual recién estaba comenzando, después de su típica introducción.

—Antes de empezar... —dijo de una manera extraña, casi deprimida—... Quisiera informarles, que hace un par de horas, cuando cayó el sol... Tres de mis compañeros perdieron la vida —dejó salir un largo, pesado, y triste bufido—. Fue un nuevo infectado. E-esas cosas los despedazaron. Fue espantoso. Yo solo pude ver cómo morían sin poder hacer nada que arriesgara a las personas del pequeño grupo que escoltábamos a la colmena.

Podían escucharse sus sollozos. El micrófono no los ocultaba para nada, él estaba llorando.

—Mi hermano fue uno de los que fallecieron anoche. Pawel, descansa en paz hermanito. Eras muy joven como para poder contra algo cómo eso; lamento haberte llevado conmigo.

Más sollozos se escuchaban, entre algún murmullo ocasional sobre su hermano. El hombre estaba por completo afligido.

—Bueno —suspiró—. Soy muy profesional, y, a pesar de mi perdida... Debo continuar con la transmisión. No me gustaría dejarlos sin ninguna información —un crujido se escuchó, al parecer estaba masticando algo muy crujiente—. Perdonen el ruido. No he comido nada desde hace casi doce horas, y estoy hambriento. Se estarán preguntando ¿Qué estás comiendo superviviente? La respuesta... un sándwich con frituras de maíz y queso. Es delicioso.

—Por favor no me hagas imaginarlo —murmuré, pensando que él podía escucharme.

Subí más el volumen, dejando la radio sobre la barra de la cocina. El hambre aún me fastidiaba. Me serví de los frijoles y el arroz de anoche, que estaban fríos por las horas que pasaron desde su preparación. Era un milagro que su sabor continuase siendo el mismo.

Continué escuchando la transmisión, esperando a que revelara algún detalle importante sobre los nuevos infectados.

—Por meses, he hablado tonterías, algunas que, seguramente debieron serles de utilidad. Pero la verdad, es que soy solo alguien común y corriente. No mencioné esto antes, pero... Yo trabajaba antes en este lugar. Era el supervisor en jefe de toda la planta de servo-reparadores de mantenimiento. Por si no saben que son, es el mismo sistema que ahora mantiene reestablecida la electricidad. Brazos mecánicos automatizados, con cientos de herramientas, capaces de reparar la maquinaría.

Esperanza en la oscuridad (En proceso de publicación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora