18: Terrores nocturnos (IV)

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Rassmusen

—¡Muéranse malditos! —gritaba al disparar y correr—. Muere, muere, ¡muere! —no paré de correr mientras los cadáveres me perseguían.

Salían de todas partes además llevaban rato cazándome como a un simple animal, como un lobo persiguiendo a un conejo que intenta llegar hasta su madriguera.

—¡No me van a atrapar!, —le di un culatazo a un infectado en la mandíbula con el arma tumbándole los dientes para luego dispararle y quitármelo del camino.

Un night skin se interponía en mi camino luego de haber acabado con aquel bíter, las cosas empezaban a ponérseme complicadas y mi munición empezaba a llegar a números rojos.

—Sukin syn... —dije en mi lengua natal, el ruso—. ¡Segodnya vecherom ya ne umru!

Solté el arma sabiendo que en ella ya no me quedaban balas, ahora solo contaba con una Glock que llevaba en la funda de mi muslo únicamente con una docena de balas que debían durarme por el resto de la noche, once para los infectados y una para mi cabeza en caso de llegar a fallar.

El infectado se me abalanzó intentado darme un zarpazo con aquellas garras afiladas que en lugar de cortar mi blanda carne cortaron el metal de la puerta de un auto. Tomé al infectado del hombro antes de que se volviera hacia mí, con fuerza clavé el cuchillo que tomé de la funda en mi bota con toda mi fuerza en su hombro hundiéndolo hasta la agarradera, lo hubiese acabado de inmediato, pero reaccionó a aquella puñalada empujándome, el cuchillo le cortó buena parte del hombro dejándole el brazo derecho inservible y colgando mientras la sangre salía manchando sus ropas sucias y enmohecidas.

Escuché a otro infectado llegarme por detrás así que observé de reojo, estaba saltando para llegarme a la espalda y derribarme, me agaché en el momento en que esa cosa casi me tomaba y clavé el cuchillo en su pecho que cortó la piel mientras este se desplazaba manchándome y arrojándome algunas de sus vísceras sobre mí.

—¡Mierda que asco! —grité al sentir el sabor de esa cosa mientras que el infectado del torso abierto chocaba con el otro.

Me quité los órganos y pedazos de vísceras que me cayeron encima lleno de enojo que luego descargue contra esos dos infectados reventándoles el cráneo a pisotones dejando mis botas manchadas de porquería.

—¡Malditos! —gruñí enfurecido—. ¡Me encargaré de acabarlos a todos luego de llegar a mi casa! —di un pisotón final antes de seguir corriendo al ver a los infectados corriendo desde el final de la calle a por mí.

(...)

—Vamos enciende —gruñía en vox baja tratando de hacer encender un auto al cruzar los cables escuchando el motor intentando arrancar.

Estaba sudando por los nervios de que mi esfuerzo por deshacerme de todos los infectados en la cercanía hubiese sido inútil, había tantos cuerpos en el suelo que perdí la cuenta luego de treinta malditos infectados a los que terminé a cuchilladas.

—Estúpidos muertos —dije al escuchar aullidos cercanos—. No me van a matar, no señor. Voy a arrollarlos con los neumáticos de este auto hasta que no sean más que una papilla asquerosa en el suelo.

Crucé los cables otra vez hasta que el motor arrancó rugiendo con aquella fuerza mecánica que me iba a llevar de vuelta al hospital.

—¡Sí! —espeté eufórico—. Siguiente parada... —dije al salir de la cabina para cerrar el cofre del auto y quitar los cables pasa corriente que había conectado a otro—... El hospital, y mañana... la brigada de rescate.

Esperanza en la oscuridad (En proceso de publicación)Where stories live. Discover now