21: El rostro del Wendigo (II)

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Dr. Newman

—¿Él va a estar bien? —preguntó Francis.

—No lo sé —contesté—. Estuvo tres minutos muerto, su cerebro pudo tener algún daño, y... Aún no tenemos idea de cuanto daño recibieron sus órganos, perdió mucha sangre. No sé qué hacer.

Me alejó de la puerta del quirófano para ya no ver como el equipo de cirujanos y enfermeras se encargaban de intentar salvarle la vida a Jacob; caminé unos pasos hasta llegar a los sillones dejándome caer sobre este, derrotada, emocionalmente destrozada y con una sensación de culpa que solo yo podría sentir por esta situación; mis lágrimas cayeron por mis mejillas lentamente así decidí limpiarlas para evitar dejarme vencer.

—Nada de esto debió pasar jamás —espeté arrepentida.

—Doctora usted no debe lamentarse, ya no.

—Es lo único que puedo hacer. Fui la mujer que mató a la humanidad.

—Usted no hizo esto. Su único pecado fue tratar de traer la mejor cosa que el hombre pudo haber creado; salvó a miles de personas de morir de cáncer, hasta que su empleado las mató.

Hice un silencio de unos cuantos segundos; solté una ligera carcajada que desconcertó a Francis.

—Sí mi empelado lo hizo, pero yo creé la nueva peste negra —espeté—. El virus Krueguer, originalmente era una arma biológica. La creó un científico ruso hace treinta años, se llamaba Makariv Tchenchov.

—Pero... ¿Cómo pudo...? —dijo Francis con un evidente asombro.

Observé su rostro confundido por esta nueva información, las reacciones que el tenía empezaron a denotar un conflicto interno que el tenía, movía sus manos en diferentes formas, miraba hacia el techo o el suelo, procesando lo que acababa de decir para decidir cómo actuar.

—Todo este tiempo y sí había sido su culpa que todo esto pasara... Un arma biológica...

Llevó su mano cerca de la cintura donde se encontraba enfundada su arma, no temía por mi vida, en estos instantes solo deseaba estar muerta gracias a la culpa que me carcomía por dentro cada día, culpa que ahora estaba por costarle la vida a ese muchacho que por una bendición genética jamás llegaría a infectarse con mi error.

—En su momento yo no buscaba la cura, trataba de encontrar una manera de acabar con plagas que afectaran los cultivos —dejé salir un fuerte suspiro—, pero al ver su potencial, anulé el efecto que tenía sobre quienes se infectaban, el virus ya no atacaba a todas la células, y su efecto reanimador vino al combinarse con mi cura.

—¿Por qué no nos dijo toda la verdad? —reclamó enojado.

—¿Hubiesen cooperado para lograr todo esto si se hubiesen enterado?, yo no busco la absolución de mis pecados o el perdón, solo quiero encontrar la manera de detener esto, y que el mundo pueda sanar.

—¡Usted no debió tomar esa decisión tan alocada! —dijo frunciendo el ceño alzando la voz un poco—, su intención tal ves halla sido buena, pero terminó matando a la mitad de la humanidad. Sí quiere arreglar esto encuentre la cura, y asegúrese de que la muerte de aquellos que ya no regresaron hoy no sea en vano.

Francis se fue iracundo del lugar, lo comprendía a la perfección yo misma tuve aquellos pensamientos de ira hacia mi persona cuando todo esto pasó; los recuerdos de aquel tiempo inundaban mi cabeza, las horas que pasaba frente al microscopio anotando los cambios celulares de las diferentes docenas de diferentes muestras, las anotaciones, los cultivos, todo ese trabajo que se suponía era para traer un bien al mundo.

Esperanza en la oscuridad (En proceso de publicación)Where stories live. Discover now