Sueño 7: Esperanza en la oscuridad (II)

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...

Un crujido demasiado fuerte nos llamó la atención, eran múltiples pisadas que con el paso de los segundos se mezclaron con los gemidos de aquellos infectados que deambulaban por los bosques de este bosque lleno de vida. No cubrimos detrás del grueso tronco de un árbol y un arbusto, observando la media docena de cadáveres ambulantes, mujeres hombres, e incluso un par de niños pequeños formaban parte de aquel desfile de carne descompuesta.

Algunos se estaban desviando del resto del grupo de cadáveres, seguramente atraídos por nuestro olor, un llamado para la cena para sus fosas nasales que detectaban cualquier aroma a carne viva.

Papá tomó una piedra del suelo era del tamaño de una pelota de béisbol, y con un fuerte movimiento de su brazo, lanzó aquella piedra con una puntería tan impecable que la hizo impactar contra el tronco de un árbol, lo que llamó la atención de los infectados; en unos instantes la mayoría ya se estaba alejando, salvo por 2 rezagados que continuaban deambulando cerca de nosotros.

Papá señaló dos veces a los infectados haciendo un ademan con su mano izquierda, poniéndola como si fuera un arma de fuego, e imitando el movimiento del culatazo de un disparo. Le estaba indicando que los liquidara de inmediato.

Dorian acató sin dudar ni por un instante la orden, apunto fugazmente al par de infectados, y a ambos les perforó la cabeza de un solo disparo cuando pasaron muy juntos, y sus cabezas estuvieran una junto a la otra pasando la bala entre ambas sin mucho esfuerzo.

—Este lugar ya no es tan seguro. Tendremos que irnos pronto —murmuró papá al reanudar la caminata de regreso a la cabaña.

(...)

Los ruidos disminuyeron, cerca de aquí no se escuchaban mucho los animales, pues evitaban tener contacto con seres humanos; el claro se encontraba bañado por la luz del crepúsculo, dejando brillar la pintura de nuestros vehículos conforme podíamos divisarlos al salir de entre el forraje.

El crujir de los troncos al ser partidos a la mitad por un hacha llegó a nuestros oídos, el mismo sonido se repitió una segunda vez, y al buscar con la mirada, observamos que Horace cortaba más leña para el asador de piedra con el que la cabaña contaba, además de él que sería usado para la chimenea. Las bajas temperaturas en este bosque penetraban la madera que no brindaba mucha protección contra el frío.

—Regresamos —dijo papá hacia Horace.

—Eso veo —contestó dejando el hacha a un lado de los leños—. Un par se acercaron hace como veinte minutos —hizo un ademan con la cabeza señalando unos cuerpos saliendo de la línea de árboles—. Cada vez están más cerca de nosotros. Debemos... Pensar en cuando salir y buscar otro refugio Michael.

—Sí. Me di cuenta de ello hace un rato. Igual nos topamos con infectados; una docena de ellos.

—Por lo que veo trajeron el pescado —señaló la hielera—. Prepararé el asador —suspiró limpiándose el sudor de la frente.

Horace caminó de nuevo a donde estaba antes para recoger unos cuantos leños y llevárselos lentamente a la parte trasera de la cabaña. Mientras tanto, Dorian y yo caminamos a la cabaña, puesto que papá prepararía los peces para que estuvieran listos para recibir el calor de las llamas.

—Debes de tener más confianza —dijo mi hermano caminando a mi lado rumbo a la puerta—. No siempre habrá alguien más contigo.

—Créeme que lo sé.

Entramos a la cabaña dejando nuestras pertenencias en una equina junto a la puerta; mamá y Sarah estaban en la cocina, sentadas alrededor de la mesa de roble barnizada, tomando unas tazas de café. Jace, Amy, Harley y Érika, estaban sentados frente a un televisor viejo, que habían conectado una línea de poder que estaba conectada a paneles solares en el techo, veían una de las películas de los anteriores dueños de la cabaña.

Esperanza en la oscuridad (En proceso de publicación)Where stories live. Discover now