16: Noche de películas (II)

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(...)

El olor putrefacto era apenas tolerable, la sangre seca en el parabrisas me dificultaba la vista del camino. Observé el vendaje improvisado que me hice sobre la pierna para evitar una infección, estaba manchado con mi sangre, mucha.

Miré por el espejo retrovisor, era una vieja costumbre que conservaba de tantos años que había pasado como policía, por un segundo esperaba ver un vehículo, pero desgraciadamente no fue así, era un feral muy persistente que trataba de alcanzarme.

-¿No te vas a rendir verdad?

Frené derrapando un poco hasta detenerme, el pavimento mojado y los neumáticos viejos no se llevaban bien.

Abrí la puerta bajando lentamente escuchando el ruido de sus pasos entre la lluvia, ya estaba más cerca; tomé la espada y con fuerza titánica producida por el enojo lancé un tajo que partió el cuerpo del infectado por la mitad; su sangre se derramó en el suelo mezclándose con el agua, manchó mi ropa, el auto y seguía brotando formado una charca negra en el suelo junto a todos sus órganos que se salieron de su lugar esparciéndose en el pavimento.

-Que peste.

Regresé al interior del auto notando que mi soledad se acabaría pronto, había infectados desperdigados por el lugar, no debía perder tiempo.

Arranqué el motor y continué mí marcha cuyo destino se encontraba muy cerca, ya podía ver desde aquí los cuerpos de infectados amarrados a cables entre los edificios colgando y moviéndose con sus cuerpos putrefactos cayéndose a pedazos. Incluso pude ver como uno de ellos se partió a la mitad por el peso y la putrefacción de su carne, cayó sobre el asfalto reventando como un insecto al ser aplastado por una bota.

Los automóviles con estacas a los lados de los edificios tenían igual a infectados clavados moviéndose a donde escucharan algo que podría ser su cena. La entrada estaba a unos cuarenta metros los idiotas de los vigías seguramente estaban apuntando con sus rifles de larga distancia, ellos en verdad que les encantaba disparar a todo lo que se moviera.

La lluvia seguía siendo fuere y no me reconocerían estando aquí adentro, con la lluvia reduciendo la visibilidad y la sangre en el interior.

-Dispárenme imbéciles y van a saber lo que es tener una bala en el trasero, -dije sin dejar de avanzar lentamente por la calle.

Estaba seguro de que me estaban apuntado desde el techo de aquel autobús de pasajeros que usábamos como puerta corrediza, luego de haberlo asegurado lo suficiente para que ningún infectado se colara por allí, lo mismo con las otras cuatro calles que conducían al edificio de gobierno, el lugar era grande y estaba exactamente construido en el centro de la ciudad.

Estando más cerca empecé a divisar el techo del edificio cuya fachada seguía siendo la misma que cuando se había erigido hace cientos de años, estaba muy bien conservado, salvo que todo el interior había sido acondicionado a la era moderna. Entre el edificio de gobierno y los demás edificios había un espacio de ochenta metros, casi como un enorme círculo, especio suficiente para las casi mil trescientas personas que estaban en nuestro grupo.

Ya estaba frente a la entrada y el letrero en letras escritas con pintura fosforescente de color naranja diciendo: Wilders. Toqué la bocina del auto para que los imbéciles de los vigías abrieran la entrada; esos idiotas que la mayoría del tiempo se la pasaban bebiendo licor casero en su turno, peleando, disparando a todo los infectados sin silenciadores, incluso han llegado al punto de olvidar encender las luces UV al anochecer, detestaba que ellos estuvieran en ese puesto, pero no había nadie más disponible que toda una multitud de ex ladrones, asesinos, estafadores y mentirosos salvo por las pocas personas honestas, familias, y niños.

Esperanza en la oscuridad (En proceso de publicación)जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें