16: Noche de películas (I)

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             Daniel Walker

Dolor era lo que sentía enfocado en una sola parte de mi cuerpo, mi espalda. El calor era tremendo, lo sentía muy cerca de mi cuerpo como si llamas estuviesen cerca de devorarme por completo. En mis oídos estaba presente un fuerte zumbido que no se iba, abrí los ojos lentamente con una pesadez tremenda en la cabeza al principio todo estaba borroso, no distinguía mi mano frente a mi rostro siquiera.

Con el paso de los segundos las luces, los objetos en movimiento, las sombras, todo cobraba nitidez permitiéndome ver el panorama completo de la situación en la que me encontraba. Había muchos cuerpos, quemados, despedazados, aplastados por los escombros, mis compañeros estaban muertos a causa de aquella explosión.

—Daniel —alcancé a distinguir una voz—. Vamos el edificio está llenándose de infectados, debemos salir de aquí.

Aquella mujer, no reconocía su rostro ni su voz por lo aturdido que estaba, pero sin duda alguna era una de los nuestros. Ella levantó la pequeña viga que me atrapaba las piernas y me ayudó a ponerme de pie.
Ya veía todo claramente, el fuego estaba por todas partes al igual que el humo que se elevaba lentamente ascendiendo hasta salir por el agujero en el edificio. Los demás heridos estaban siendo ayudados por los más sanos, aunque nadie se había salvado de cortes, golpes y quemaduras por aquella explosión. Un dolor punzante en la pierna me invadió a dar el paso, ahí vi un trozo de vidrio clavado, iba a retirarlo de inmediato, pero recordé que si lo hacía podría desatar una hemorragia que me mataría en minutos.

—¡Corran! —escuché gritos provenientes de las escaleras más cercanas.

—¡Son bíters! —gritó una mujer.

—Demonios, debo irme.
Los disparos se escucharon de inmediato al igual que los gemidos de infectados hambrientos.

Tomé un rifle de los brazos chamuscados de uno de mis compañeros muertos, le saqué cada cargador que llevaba consigo e incluso un cuchillo de gran tamaño. Caminé cojeando un poco buscando las escaleras del lado oeste del museo, más de mis compañeros estaban corriendo hacia allí, ayudando a los que estaban heridos a moverse, y si ellos notaban que algún herido no iba a sobrevivir lo dejaban a su propia suerte.

El dolor de la pierna era algo fuerte suficiente como para dejar en el suelo a cualquier persona débil y sin voluntad de sobrevivir, eso no me iba a dejar tendido en el suelo servido en bandeja de plata para un infectado; llegar a las escaleras fue lo más fácil que pude hacer en este estado, bajarlas fue algo más parecido a una condena de tortura, la pierna me palpitaba y dolía al asentarla un poco, no tenía idea del tamaño del trozo de vidrio solo que lo sentía rasguñándome el hueso.

En el último tramo de escalones lo descendía apoyándome en el pasamanos, este se movía por culpa de la madera podrida, apoyé tanto mi peso en este, que se rompió, rodé unos ocho escalones hasta estar de nuevo en el suelo ahora con más dolor en el resto del cuerpo, sangre se deslizaba por mi frente tenía una cortada.

—Vamos Daniel, has salido de peores. Tú puedes.

Me puse en pie al escuchar más disparos, esta vez estaban muy cerca de aquí. Un bíter apareció tambaleándose en la entrada de las escaleras, la mitad de su cuerpo estaba carcomida, su ropa desgarrada estaba completamente roja por la sangre, y su rostro tenía los huesos tan expuestos que era más que obvio que le habían arrancado la cara; le enterré el cuchillo en la frente para no gastar ni una sola de las balas que pronto me harían mucha falta.

Los gritos eran fuertes, demasiado; mi cojera no me ayudaba en nada en la huida, pero me sentía agradecido de que al menos podía moverme.

Atravesaba los pasillos viendo cuerpos, mis camaradas estaban muriendo devorados por los infectados que no se percataban de mi presencia mientras estaban comiendo. Miraba como algunos de ellos combatían intentando salvar sus vidas sin que lograran salvarse; un par de infectados se me acercaba por la derecha el cuchillo no me iba a bastar, tomé una espada corta que estaba enterrada en la cabeza de un infectado en la pared, la hundí en la cabeza del primero perdiendo casi el equilibrio al retirarla, recobrado el balance de mi cuerpo decapité a la mujer infectada frente mí, su cabeza rodó por el suelo moviendo la mandíbula.

Seguí avanzando deshaciéndome de todo infectado que encontraba cortándolos con la espada, ya estaba cerca de la salida de este lado del museo, incluso unos cuantos ya estaban retirando las tablas que bloqueaban la apertura de esta; estaba contento de saber que no había sido el único en lograr salir con vida.

Esperanza en la oscuridad (En proceso de publicación)Where stories live. Discover now