23: Fuego y cenizas (II)

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(...)

Jacob

Miraba por los binoculares aquella construcción desde la seguridad de un edificio a mas de cien metros de distancia, estábamos esperando, discutiendo un plan de acción en el interior de un departamento vació que tenía la vista perfecta de todo lo que aquellos infelices estaban tramando para nosotros.

—Deberíamos esperar a la noche, será arriesgado, pero así ellos no podrán vernos —comentó Rassmusen.

—Estás demente —le contestó Rachel—. Aún tienes mal esa pierna, y quieres volver allá. Mejor te métenos una bala en la cabeza de una vez.

—No escucho ningún plan tuyo querida, mejor habla o podremos ir despidiéndonos del hospital.

Arrojaron un cuerpo en medio de la habitación, cortando la estúpida pelea entre ambos de inmediato, Éricka entró a la habitación con la ballesta que le di entre los brazos con una mirada seria, lista para lo que fuese que pasara en ese campo de batalla.

—Vamos a entrar a una trampa, pero nosotros la haremos para ellos —exclamo al sacar su machete—. Vamos a volver su trampa en su contra.

Cortó de un tajo la cabeza del infectado dejando salir el olor pútrido dentro del cuerpo, así como la sangre espesa.

—Hay que atraer a todos los infectados que podamos al lugar, cubrirnos con esta porquería, así no nos atacarán.

—Como en el departamento, cuando llegamos ahí —comentó Jake recordando aquel detalle.

—Es una idea demasiado arriesgada —interrumpió Raquel—. Como sabemos que los infectados no nos atacarán a pesar de oler como ellos, no estamos seguros.

—Sí que lo estamos —dije Tren con una sonrisa—, eso nos salvo de morir dentro de un nido de night skin. Funcionará.

—Bien, ya está resuelta esa parte —dijo Rassmusen apuntando al cuerpo del infectado con un ademan de enojo, a pesar del buen plan de Éricka—, pero todavía falta el hecho de que no podremos ir todos al mismo tiempo allá, tampoco podemos dejar que vayas solo chico.

—Tengo que hacerlo —exclamé mirándolos a todos—. No quiero ver a nadie más morir, que no sea aquel bastardo.

—No irás solo, hermanito —dijo Dorian al ponerse de pie, caminando desde el sofá individual de la sala hasta donde me encontraba, al lado del agujero en el muro—. Quieres matarlo, adelante, ninguno se va a interponer, pero no vamos a dejarte solo, Éricka y yo vamos a acompañarte.

—El desgraciado se metió con nuestra casa —agregó Éricka—, debe pagar por lo que hizo.

—Si ya se cansaron de hablar —interrumpió Swatson—, debemos cortar más de ese infectado y matar a todos en ese lugar.

—De acuerdo —saqué mi espada—. Solo espero que esto no sea nuestro fin.

Di un tajo con la espada ala cabeza del infectado cortándola limpiamente.

Esperanza en la oscuridad (En proceso de publicación)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu