8: Carrera mortal (II)

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El pasillo con las luces tenía unas casas de campaña bien armadas, luces navideñas colgado encima de color azul principalmente, que al parecer imitaban la luz UV; dentro de las tiendas no se encontraba nada, ni nadie, solo lo despojos de un alboroto y una riña sangrienta.

—¿Que les pasó?

Avance más. Llegué a un lugar ampliamente abierto donde los pisos superiores estaban expuestos, y formaban curvas donde se hallaban las vallas de seguridad. Aquí se encontraban más casas de campaña y tiendas abiertas... Había un gran campamento, que parecía ser de 100 personas, quizá más, pues no podía observar más arriba.

Las paredes blancas tenían huellas rojas, agujeros de bala, moho y marcas de humedad por donde se les viese. Era increíble ver como distintos edificios podían llegar a parecerse tanto, salvo, que aquí había decenas de cuerpos mutilados, y carcomidos, algunos hasta los huesos. Algunos arreglos con lonas y madera estaban en el suelo, derribados por lo que claramente había sido una huida desesperada.

—¡Dios! ¿Qué pasó en este lugar? —Exclamó Harley al entrar, siendo seguida por Jace.

—¿Y mis hermanos? —Pregunté.

—Se quedaron allá investigando algo que les llamó la atención —contestó Jace—. Este lugar sí que es enorme —caminamos por el lugar en ruinas. Las moscas podían escucharse volando en busca de carne muerta.

Nuestros pasos producían eco, las luces parpadeaban con diferentes programaciones de colores; entre aquel silencio escuché un zumbido muy bajo, era... Una televisión. Ese era el distintivo sonido de las televisiones que se quedaban sin señal satelital o de cable.

—¡Por dios!

Érika estaba detrás junto a una casa de campaña que abrió, moscas salieron de dentro mientras ella se alejaba asqueada. Me acerqué a ella para ver lo que halló; dentro de aquella tienda se encontraba el cadáver de un perro totalmente hecho pedazos, era algo horrible sabiendo que a mi hermana le encantaban los animales, demasiado. Llegaba a considerarlas como sus hijos.

—No debí revisarlo —dijo con lágrimas en los ojos—. Tan solo verlo me recordó a Emily.

Emily era su pastor alemán. Su perrita había muerto a los dos años por culpa de un hombre en motocicleta que la arroyó, sufrió durante días siendo cuidada lo mejor posible por Érika pensando que se repondría. Al final, optó por dejarla descansar y quitarle todo el dolor.

—Descuida... Emily no sufrió como este —comentó Dorian al abrazarla—. Ella tuvo suerte de no ver esto.

Una lona y varias luces se cayeron entre un estruendo; algo se movía entre un enredo lanzando quejidos y manotazos, pero no nos preocupamos de que fuese un infectado, pues entre aquellos movimientos esporádicos escuchábamos alguna que otra blasfemia en contra de las luces navideñas.

—¡Estúpidas luces que se enredan! —Dijo el sujeto atrapado entre la lona.

Jace y Harley cortaron la lona descubriendo que era un hombre algo mayor que Dorian, casi llegando a los treinta con jeans azules y 2 camisas... Una blanca que iba debajo de una de cuadros rojos que estaba abierta.

El sujeto de tez clara y cabello rojizo se quedó paralizado al vernos en la misma posición de forcejeo. Su mirada se posaba en cada uno de nosotros al acercarnos para verlo, e interrogarle sobre lo sucedido en este lugar.

—¡H-hola! —Tartamudeó.

—¿Tu vivías aquí? —Preguntó Dorian.

—Eh... Sí. Yo estaba en este campamento.

Esperanza en la oscuridad (En proceso de publicación)Where stories live. Discover now