Sueño 4: Evacuación (II)

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... —Esas ya no son personas —contestó—, aunque tampoco es fácil hacerlo. Perdona la pregunta ¿de dónde venían ustedes?

—De uno de los puntos de evacuación, en una escuela. Estaba abarrotado de personas, así como los puestos médicos establecidos en el gimnasio y en el campo de futbol, creo que también tenían una zona de cuarentena. Las chicas, sus familias, nosotros dos y el novio de Carly estábamos allí, cuando infectados vinieron de otros lados, la cuarentena del lugar se rompió, todo se fue al demonio. Los padres de Harley y Amy, nos dieron tiempo de escapar al encerrarse en el gimnasio, permitiéndonos escapar.

—Lamento oír eso —comentó papá mirándolo por el retrovisor.

—Eso no fue lo peor. Antes habíamos ido al Mercy para ir por mi esposa, que estaba enferma, pero pasó lo mismo que en el punto de evacuación, y... mi esposa se convirtió en una de ellos. Por suerte un convoy de rescate nos salvó y el resto ya lo mencioné.

—Bueno, a partir de ahora debemos evitar encontrarnos con las personas infectadas...

Luego de atravesar el centro devastado, donde aún había militares luchando con todo lo que tenían, contra las olas de gente infectada que no paraban de llegar, cruzamos decenas de calles en ruinas, con autos abandonados, en llamas o chocados en horribles accidentes, de los cuales era imposible que alguien sobreviviera. Los ruidos de armas de fuego provenían desde todas las direcciones, así como alguna explosión ocasional, nos daba mucho pavor, pero si queríamos salir vivos de la ciudad deberíamos de enfrentar el miedo y seguir adelante, solo nos faltaban unos cien metros, hasta una de la ultimas vías de escape de la ciudad, que según Horace, aún podrían estar despejadas.

Había mucho humo en las calles, el ambiente se veía de color rojo, debido a los múltiples autos en llamas e incendios cercanos, no veíamos a personas desde una media hora, y eran cuatro con diez am, seguramente la mayoría de las personas ya habían dejado la ciudad, y los que quedaban eran aquellos que decidieron arriesgarse o los equipos de emergencias. Delante de nosotros estaba la entrada, había autos abandonados, con las puertas abiertas, equipaje regado por el suelo, y lo que no nos esperábamos, un bloqueo militar, que tenía una puerta de tres metros de alto, impidiendo el paso de cualquier tipo de vehículo. Papá avanzó hasta estar cerca de la puerta, y apagó el motor.

— ¡Demonios! —dijo papá, golpeando el volante al ver aquel obstáculo—, no podeos volver por donde vinimos, los infectados abundan hacia allá.

—Debemos atravesar ese bloqueo, no hay infectados, así que será fácil —comentó Horace.

—Sí, el problema es que esa puerta es de acero de dos pulgadas, anti balas y explosiones, no podremos atravesarla con este vehículo.

— ¿Entonces qué haremos?

Dorian tocó la ventana del auto, sobresaltando a papá, quien llevó su mano derecha a la pistola que estaba al lado del asiento. Abrió la puerta y dijo:

— ¿Ahora qué? —Preguntó Dorian—. ¿Damos la vuelta? Porque no se me ocurre como pasar por allí.

—La única manera de abrir esa puerta de trescientos kilos es por dentro —dijo papá.

—Entonces alguien tendrá que saltar al otro lado —añadió Horace

—Lo haré yo —dijo Dorian—, soy más rápido y más ágil, puedo subir, bajar del otro lado y abrir sin problemas.

Papá quedó reflexivo, no sabía si aceptar la opción de Dorian, u optar por algo que no pusiera su vida en riesgo, pero a falta de más opciones que nos sacaran rápidamente de la ciudad, decidió permitirle a Dorian escalar el muro.

Esperanza en la oscuridad (En proceso de publicación)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant