Sueño 4: Evacuación

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Dorian

Salí de la casa, empuñando el arma que papá me había dado, estaba demasiado atento a cualquier sonido, movimiento o cualquier sensación rara. Era un muy mal momento para que todo esto estuviera pasando, la noche, de cualquier momento del día posible, debía ser en la noche. Hay muchos lugares en donde se pueden ocultar peligros, si la electricidad falla —lo cual era muy improbable, debido a la total automatización de las centrales eléctricas—, uno no podría ver lo que sucede a su alrededor.

Corrí por la calle, entonces escuché algo muy extraño, era el sonido chirriante de neumáticos siendo quemados, alguien estaba huyendo muy rápidamente, y era muy cerca, al otro lado de la calle, tenía que darme mucha prisa. Llegué a la puerta de mi casa, dándome vuelta, observando la calle para que nada me tomara por sorpresa; toqué un par de veces, para que Erika pudiese abrirme, si me encontraba con otro de esos... infectados, no sabría si tenía el valor de jalar el gatillo. Erika comenzó a mover las coas que bloqueaban la puerta, ahora no solo era una simple silla, sino también algo más pesado.

— ¿Qué pasó? ¿Qué encontraron? —preguntó con un poco de miedo en su rostro.

— ¡Créeme que no querrás saber! —Contesté—, todo lo que está allí es espantoso.

Entré, mientras Erika cerraba la puerta, sin poner todos los objetos de vuelta en su lugar.

—Dorian ¿Dónde están tu padre y tu hermano? —preguntó mamá, con un tono de alarma.

—Descuida mamá. Están bien. Se encuentran en la cocina, de la casa —contesté abrazándola.

— ¿Dónde está diego? ¿Y Libet?

—Ellos... no lo lograron, uno de esos locos entró y ninguno pudo defenderse.

— ¡Dios! —sollozó mamá, bajando la mirada.

—Mamá, no te lamentes, ahora tenemos que irnos, debemos ir al auto de los Martínez, solo allí podremos entrar todos.

— ¡Sí!, ¡sí! Debemos irnos —contestó asintiendo rápidamente—. Erika, ve por tus maletas, nos iremos en poco tiempo.

Erika, corrió a la sala, donde aún se encontraban Jace y su madre, observando el noticiero, ahora, se podía ver un estado de alerta muy grande en el presentador. Su cabello se veía despeinado, su rostro reflejaba un profundo terror, y había militares en el estudio de televisión, estaban evacuando el lugar. Disparos se escucharon de fundo, el presentador se sobresaltó, entonces uno de las personas infectadas saltó sobre él, mordiéndolo en el cuello, arrancándole un enorme trozo de carne, su cuello salpicaba sangre a borbotones, su boca, dejó salir un terrible gemido de dolor mientras burbujas de sangre brotaban de su boca.

La cámara, cayó al suelo, junto con un policía, que era atacado por varios infectados, que desgarraban su carne, devorándola con una gran facilidad mientras gotas de sangre salpicaban la cámara.

—Señora Cabot, debemos irnos —dije, observando su mueca de horror ante tal escena, donde ahora, solo se escuchaban disparos y gritos—. Vamos, no debemos perder tiempo —comenté aterrado por ver esa masacre.

Sarah, ordenó a su hijo que tomará su equipaje, ambos tomaron sus cosas, mientras yo, tomaba una bolsa deportiva con algunas cosas que mamá había empacado. Entre ellas, pude divisar la orilla de la pasta de un libro, un libro que conocía a la perfección, era el álbum que le Jacob, Erika y yo, hicimos a nuestra madre durante su primera quimioterapia, en el, se encontraban recopiladas las mejores fotografías de nuestra familia —navidades, cumpleaños, vacaciones, etc. —, aquel álbum, era tan valioso para ella, que sería imposible dejarlo.

Esperanza en la oscuridad (En proceso de publicación)Where stories live. Discover now