12: Santa Senica

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Jacob

El cuerpo me dolía demasiado, había vibraciones, y un sonido metálico que no me dejaba dormir, además de aquel sabor a cobre en mi boca, era muy fuerte, casi parecía ser el sabor de la sangre, lo conocía demasiado bien como para no distinguirlo ahora.

Por alguna razón sentía la mano derecha elevada, y con algo sujetándome, no me podía mover con libertad, intenté hacerlo, pero escuché lo que parecían ser esposas, estaba esposado a la cama.

Mi cabeza me dolía demasiado no se me ocurría otra cosa más dolorosa que...

—¡Mi hombro! —Pensé alarmado.

Abrí los ojos de inmediato.

Llevé mi mano contraría hasta mi hombro tocando suavemente con la punta de mis dedos las vendas y gazas un poco humedecidas que cubrían mi piel, pensando con desilusión y tristeza que no había logrado salir de Los Ángeles del todo, estaba muerto al despegar a pesar de seguir respirando al recibir esa mordida ya estaba perdido.

Estaba mudo, en negación. Mi vida acabaría en 3 días si es que no me disparan antes en la cabeza o lo hacía yo mismo. Comencé a llorar. Mi espíritu devastado solo me dejaba pensar en una cosa: quitarme la vida antes de convertirme.

Busqué en mi pantalón y en mis botas, me habían sacado cualquier objeto afilado o arma de fuego antes de esposarme a la cama, fueron listos, no quisieron matarme mientras estaba inconsciente y no querían que me suicidara al despertar sabiendo que ya no tenía esperanza.

La oscuridad del ambiente no me dejaba ver absolutamente nada, ni siquiera por haber despertado entre la penumbra distinguía alguna forma cercana, solo sabía que estaba en la casa rodante.

Mi boca estaba seca al igual que mis labios, y no tenía ni humedad bucal suficiente como para generar saliva, en realidad que era incomodo estar con la boca seca como un yermo desolado.

Movía la mano para tratar de zafarme, pero solo hacía más ruido, estaba desesperándome hasta que me lastimé el hombro, sentía múltiples punzadas en el punto exacto de la mordida.

Alguien abrió la puerta de la casa rodante dejando entra algo de la luz del exterior, me dejó un poco cegado pues era muy brillante y no distinguí nada más que un arma en las manos de aquella persona era un rifle de palanca que cargó al acercárseme.

—Espera —dije con la garganta algo adolorida—, todavía soy yo.

—Gracias al cielo —dijo Rachel al encender la luz dejándome un poco cegado—. Por el ruido pensábamos que te habías convertido ya.

—¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?

—Unas cuatro horas. El daño en los motores nos hizo tener que ir más lento y volar más bajo.

Me senté apoyándome en el respaldo de la cama. Fruncí el ceño de dolor.

—¿Los demás están bien?

—Colby tiene la nariz fracturada, Rassmusen un agujero en el brazo. El resto solo tenemos moretones y raspones. Nada mortal.

Rachel desviaba la mirada cada vez que intentaba observarla directamente a los ojos, parecía apenada, asqueada, o algo que le impedía verme fijamente. Entonces entendí que para ellos yo ya no era otro mimbro del grupo, sino un cadáver en camino a la tumba que me esperaba al aterrizar este armatoste con alas.

—Por favor mírame a los ojos. Aún sigo con vida —dije disgustado—. Solo cuando muera pueden desviar la mirada.

—Yo no...

Esperanza en la oscuridad (En proceso de publicación)Where stories live. Discover now