4: Regreso al refugio

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—Vaya que peste —dijo Rachel—, fue una buena idea, pero no tan buena

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—Vaya que peste —dijo Rachel—, fue una buena idea, pero no tan buena.

—En esta ocasión te doy la razón —agregó Swatson—, esto apesta como el diablo.

—Señoritas dejen de quejarse —dijo Jeremmy callando a ambos.

Me senté en el borde del remolque dejando mis piernas colgando, estaba aliviado y sin miedo, mientras Raquel daba vueltas por las calles, para así perder a los demás infectados que trataran de seguirnos. Harley se sentó junto a mí, tenía manchas de sangre en la ropa, provenientes de los infectados que había eliminado, ella se veía tan tranquila como siempre ante estas situaciones de alta intensidad.

—A pesar de todo este lugar se ve hermoso —comentó observando las calles vacías, donde la vegetación crecía.

— ¿Estás bromeando? —pregunté.

—Claro que no, tú lo dijiste una vez, que te resultaba pacífico y hermoso la falta de personas, que hacían del paisaje algo gris y triste.

— ¿Cuándo diría yo...? —hice una pausa recordando.

—Ya lo recordaste, fue en aquel pueblo de Arizona.

—Sí, ya lo recordé. También lo que te pasó, eso jamás se me podría olvidar.

(...)

Había pasado una semana desde que arribamos a ese pueblo, nos escondimos en una cabaña en medio del bosque, pero estaba cerca del pueblo, por supuesto se encontraba abandonado, y con infectados escondidos por doquier, además de merodeando perdidos entre los árboles.

La calle tenia bolsas negras con cuerpos, algunas apiladas unas sobre otras como si fuesen simple basura; el lugar estaba cayado, con una leve brisa que traía consigo el olor de la muerte. Las tiendas del puesto de revisión y cuarentena estaban intactas, salvo por algunas que estaban desgarradas o con agujeros de bala, pero no había ningún infectado a la vista.

— ¿Crees que haya algo útil en este lugar? —preguntó Harley revisando el cuerpo de un militar a unos metros de mí; usaba unas botas de tacón que le llegaban hasta la rodilla, su blusa marrón se manchó con algo de sangre al levantar una barra de cereal, dejando caer unas finas líneas de sangre que se movieron con el viento—. Qué asco. Acababa de conseguir esta blusa.

—Podemos encontrar otra —contesté—. ¿Hay más de esas barras?

—No... —dijo comiendo la mitad de la barra de una mordida—, pero ten la mitad —entendió su mano hasta mí, tomé la barra y de un solo bocado comencé a masticarla—, tal vez haya más, solo mira este lugar... tiene muchas cosas.

—Sí, pero debemos buscar en otros lugares.

—Busquemos entre el equipaje, ha de haber algo bueno entre todas esas cosas.

Esperanza en la oscuridad (En proceso de publicación)Where stories live. Discover now