38. Alan

11 3 0
                                    

Estaba a punto de doblar la esquina cuándo un brazo apareció por el otro lado y la golpeo en la cara. Ann cayó de espaldas al suelo, y aunque reacciono rápido, aquel hombro fue más rápido. Le dio la vuelta y le torció ambas muñecas con una mano. Con la otra se impulso para levantarse ambos. Ann clavo los ojos en él, no tenía el traje de cazador puesto. El... Incluso... Era guapo.

Pero no se dejó enamorar por aquél hombre de ojos azul oscuros y pelo negro, trato de soltarse pero el retorció aún más sus muñecas mientras la obligaba a andar. Ann dejó de tratar de soltarse, solo se estaba haciendo más daño. Ann lo miro de nuevo y bufo.

-Casi parecéis humanos sin el traje de cazadores.- Ella ardía en llamas por dentro, quería partirle la cara en dos y soltarse de sus manos.

-Tú no pareces humana de ninguna forma.- La miro a los ojos. Ann cerró la boca, intimidada. El hombre abrió una puerta y metió a Ann dentro. Ella dio un traspié que casi causa su caída pero consiguió mantener el equilibrio.

-Siéntate.- Le ordenó él soltándola. Ann se le quedó mirando, pero como él hacía lo mismo acabo apartando la mirada. Decidió sentarse, se sentía cansada después de correr tanto sin comer. El pelinegro se mantuvo en la puerta y no le quitaba la mirada de encima. Sus palabras resonaron en la cabeza de Ann.

"Tú no pareces humana de ninguna forma." ¿Acaso parecía tan desquiciada? Bah, ¿a quién le importaba? Ann suspiró. A ella sí que le importaba cómo la viera él. "Si no le gusta que no mire." Pensó para sí misma, pero no pudo quitarse el sentimiento de encima.

Apenas unos minutos después, alguien abrió la puerta. Él cazador se apartó automáticamente para dejar pasar a las personas que entraban. Eran tres en total, el les inclinó la cabeza y cerró los ojos un segundo, como si fuera una pequeña reverencia.

-Bien hecho.- Le dijo el primero que entraba sin ni siquiera mirarlo. En su lugar, los tres miraban a Ann con ojos imperturbables. El primero, era alto y canoso, tenía todo el pelo blanco y una expresión de amabilidad. El segundo, bajito y gordo, tenía el pelo negro como el carbón y la cara seria. El último era alto también pero tenía poco pelo, no tenía el pelo blanco pero parecía el más mayor de los tres. Tenía ojeras y la cara llena de arrugas, parecía agotado.

-Debes de ser Ann.- Le dijo el primero tendiéndole la mano. Ann decidió no estrechársela. El se sentó delante de ella y le sonrió.

-Veras Ann, no hay nada que puedas hacer aquí. Así qué si no quieres pasar lo poco que te queda llorando en una fría y húmeda celda llena de depravados, será mejor que muestres más amabilidad.

-Ni lo intentes Alan. Está claro qué esta zorra solo sirve para morir. Que le hagan las pruebas y que la maten.- Dijo el tercero.

-Gustav.- Dijo serio el bajito.

-Discúlpale, lleva toda la noche extrayendo los poderes de tus amigos. - Le dijo el primero.

-¿Esperas llevarte bien conmigo de esa manera?- Le dijo Ann mordiéndose la lengua. Quería mandarlo al infierno de mil maneras diferentes, pero él tenía razón. Sólo conseguiría palizas si seguía actuando de esa manera. Por mucho que odiara admitirlo él tenía razón.

-Oh, lo siento. Es que parecía que no nos prestabas atención. -Alan volvió a sonreír. Alguien tocó la puerta, Gustav y el bajito se acercaron a ella. Le hicieron un gestó con la cabeza a Alan antes de irse.

-Dean, que traigan comida para ella.

-No tengo hambre.- Se apresuro a decir ella pero ninguno de los dos le hizo caso. "Así que Dean." Pensó.

-Retomemos la conversación. Supongo que tú eres Ann.- Volvió a decirle mientras le tendía la mano sobre la mesa. La miraba fijamente. Ann suspiro y se la estrechó sin muchas ganas. Alan sonrió.

-Cómo ya sabrás, yo soy Alan. No necesitas conocer a los demás, en especial a Gustav. El se encarga de los castigos así que si no me das razones no tendrás que volver a verlo.

-¿Y el otro?- Ann no se fiaba de ninguno pero la información nunca estaba de más. Alan sonrió ante la pregunta, pero esta sonrisa era diferente, parecía más oscura y malévola.

-El otro es mi cirujano favorito.

Ann tragó saliva frente a la noticia. Había mirado a los ojos a uno de los cirujanos que los abrían en canal. En ese momento la puerta se abrió y Dean dejó una bandeja frente a Ann. Ella no lo perdió de vista.

-Gracias, Dean. Espera fuera junto a la puerta.

-Entendido.-Escuchar su voz de nuevo hizo que Ann sintiera un escalofrió. ¿Qué le ocurría con aquél hombre?

-Bien Ann. Me gustaría decirte algo mientras comes.-Alan miro la bandeja, diciéndole que si no comía el no hablaría. Ann comió un poco, no estaba tan malo. No era como la comida de Flora, pero podía comerse.

-Mientras estés aquí, podría hacer tu estancia mucho más agradable, si a cambio aceptas someterte a algunas pruebas. Te prometo que no te dolerá ninguna, solo son para medir el voltaje de tu electricidad. Puede que con el tiempo, te des cuenta de qué esto no esta tan mal, que no somos tan malos... Y decidas quedarte.

Ann le dirigió una mirada que expresaba la rotunda negativa hacia su propuesta.

-Me atreveré a pensar que eso es un sí. Confío en que cambies de idea, Ann. Seria genial contar contigo.

Ann ignoró lo que le estaba diciendo y cuando acabo de comer le pregunto lo que quería saber.

-¿Kevin está vivo, si o no?

Alan bajo la vista y miro a Ann con pena.

-Lo siento. Daba muchos problemas y no nos ofrecía tanto como tú. Por eso rompimos la conexión. Pero no te preocupes, podemos unirte a alguien más. Esa persona ya ha sido seleccionada y te aseguro que será de tu agrado.

-¡No! ¡Yo solo quiera a...! - Alan le tapo la boca y le sonrió de nuevo.

-Trae mala suerte decir los nombre de los muertos.

Almas UnidasМесто, где живут истории. Откройте их для себя