40. Suero

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¿De verdad lo habían matado? No parecía probable, el tenía un don que no habían visto nunca antes... Alan dijo que el daba demasiados problemas y por eso lo mataron. Bueno, Gustav era capaz de hacerlo pero Alan priorizaba los dones raros, y Alan estaba al mando. Ese chico seguía vivo, Dean no tenía ninguna duda.



-¡¡QUE ME SOLTÉIS!!- Gritaba alguien a pleno pulmón, haciendo que los cazadores más jóvenes se estremecieran. Los más veteranos, sin embargo, mantenían la compostura y lo más importante, la barrera humana que formaban. Protegían a los cerebritos con bata blanca, aquéllos estúpidos no se sentían seguros ni detrás de un cristal blindado.

Las cadenas volvieron a sonar cuándo la persona se disponía a salir de allí. Su determinación era fuerte e increíble, no flaqueaba. Es más, parecía que cuanta más presión se le hiciera, cuanto más al límite se le llevara, más fuerza tenía. Aquello fascinaba a los cerebritos, y en consecuencia allí estaban ellos, entre la persona atada y los científicos.

-Kevin.- Dijo alguien con una voz tan potente que hasta los cazadores se pusieron más rectos. -¿Verdad?- Dijo Alan con una sonrisa y cambiando la voz a una más dulce. Kevin odio esa sonrisa, quería escupirle en toda la cara por muy asqueroso que fuera. -Soy Alan.- Añadió al notar el silencio de Kevin.

-Dime chico, ¿hacemos un trato?- Alan casi saltaba de la emoción.

-¿Estás loco?- La risa de Alan lleno la habitación. A Kevin se le heló la sangre, parecía la risa de un maníaco obsesivo y sádico.

-Que gracioso... Me gustas. ¿Sabes que más me gusta de ti?

-¿Mi cuerpo? - La ironía de Kevin era más que evidente pero aquel hombre parecía no reaccionar a nada.

-Casi. Tu cerebro.- Le dijo agarrándole la sien y apretándosela.- Tu don. Oh, eso sí que me gusta.- Le arañó la sien y se alejo de él mientras Kevin lo miraba fijamente. "Malditas cadenas." Pensó. Había tratado de soltarse de ellas pero no había manera, a demás Alan evitaba mirarle a los ojos para que no le afectara su don.

Incluso habían puesto a una fila de cazadores que le daban la espalda por si conseguía soltarse y atacaba a los científicos que había tras un cristal que parecía grueso. Estaba bien que le temieran, pero si tomaban tantas medidas no iba a ser capaz de escaparse.

-Probemos el suero entonces.

Kevin escucho como algo se movía detrás de él pero no podía mover la cabeza, se la habían atado a conciencia para que no girara la cabeza por sorpresa.

-¿Donde está ella? ¿Qué le habéis hecho?

-¿Ella?- Le contesto Alan cuando Kevin sintió un pinchazo en el brazo.- Ella es demasiado relativo.- Alan se encogió de hombros y se puso unas gafas en las que no se le veían los ojos. Kevin solo miraba el reflejo de él mismo cuando le miraba.

-Veamos de lo que eres capaz.- Dijo Alan antes de que Kevin empezara a sentirse un poco mareado. Noto unas nauseas seguido de unas arcadas. Todo giraba, todo se movía demasiado rápido y Kevin se sentía abrumado. ¿Porque las cosas no dejaban de moverse? ¡Maldita sea!

Sentía ganas de gritar y de romper cosas, eso le hizo respirar hondo y cerrar los ojos. Él no era así, él no rompía cosas. Era ese impulso de nuevo, algo muy dentro de él que le incitaba a actuar.

Pero por más que trato de relajar la respiración y de mantenerse tranquilo, no lo consiguió. Empezó a sentir dolor en las puntas de los dedos de los pies y de las manos, como si algo dentro de él se estirara tanto que quisiera salir por allí. No quería gritar pero el dolor era insoportable, sentía que su piel se rasgaba desde dentro y él ni siquiera podía girar la cabeza para ver el estado de sus manos.

Cuando no pudo más y sintió como sus huesos se separaban grito con todo su ser, dejando que lo que fuera que se expandía dentro de él saliera. Sintió el dolor más intenso en su cuerpo durante unos segundos y entonces vio pequeñas nubes blancas alrededor de él. Una donde estaba Alan, una fila donde antes estaban los soldados, y otras agrupadas un poco lejos de él. Cada nube hacia pequeñas conexiones dentro de ella.

Hasta que comprendió que estaba viendo la mente de cada persona que se encontraba cerca de él. Era demasiado tarde, su instinto salvaje se apodero de él y centro su vista en el soldado que estaba en el medio, de espaldas a él.

Su mente era como las demás, blanca y con pequeños destellos por las conexiones. Nada la distinguía de las demás. Kevin abrió mas los ojos por la intensidad de lo que estaba sintiendo y descargo todo el dolor que estaba sintiendo en aquella pequeña nube. Solo hizo falta una pequeña palabra en la mente de Kevin y el soldado empezó a gritar desesperado.

Cayó al suelo, agarrándose la cabeza y gritando como si lo hubieran poseído. Se retorcía en el suelo y gritaba para que alguien detuviera lo que estaba sintiendo. Kevin podía comprobar como las demás mentes trabajaban más deprisa, nerviosas. Entonces, de repente, todo desapareció.

Recupero la conciencia unos segundos más tarde y solo podía escuchar dos palabras alrededor. "Sedantes" y "Sangre". Pronto se dio cuenta porque. El cazador de la fila, un chico joven, estaba tirado en el suelo rodeado por un charco de sangre. Sus uñas estaban rojas por la sangre. Se había arañado arriba de las orejas tanto que se le podía ver el cráneo. Había atravesado la capa de musculo y aun así había seguido arañando para llegar al cerebro, para que el dolor cesara. Para que el dolor que Kevin le estaba provocando cesara.

Kevin sintió ganas de vomitar y apenas pudo contenerse. Pensar que él había hecho algo así le parecía repugnante, asqueroso, odioso. Entonces vio la cara de Alan, emborronada a causa de los sedantes que le estaban administrando.

Tenía esa maldita sonrisa en la cara aun.

Almas UnidasWhere stories live. Discover now