44. Incrédula

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Un hombre de pelo negro se acerco a Alan, estaba demasiado cerca de una caja idéntica a la de Ann y había gente tomándole medidas y haciéndole preguntas. Cuando Alan paso junto a él y le dijo "Trabaja en ello, espero los resultados" Kevin lo comprendió. Algo pasaba entre Ann y ese chico, aunque Kevin no tenía ni idea de lo grave que era la situación.

Unos cazadores se llevaron a Ann, se dispuso a seguirlos cuando noto que el chico miraba fijamente a Ann con el ceño fruncido y una expresión pensativa. Como si estuviera cavilando sobre algo. Se puso frente a él, consciente de que no podía hacer nada en su estado. El pelinegro miró hacia donde Kevin se encontraba. Kevin sintió como todos sus músculos se crispaban.

Entonces el pitido comenzó de nuevo, pero esta vez era mucho más fuerte. Tanto, que mareo a Kevin y cayó al suelo, aturdido. Noto algo pesado en su pecho. Oh no. Algo iba mal. Algo iba muy mal con su cuerpo. Dando traspiés, consiguió encontrar la sala donde su cuerpo permanecía sedado. Había gente a su alrededor, todos inclinados hacia la camilla. Entonces comprendió que ocurría y de donde salía ese molesto pitido.

Había un monitor cardíaco muy cerca de sus oídos. ¡El pitido era constante porque su corazón se había parado! Desesperado, Kevin se hizo sitio entre las personas. Tenían un desfibrilador y le estaban dando descargas pero parecía que no funcionaba. Kevin volvió a marearse de nuevo. Sabía lo que era. El oxigeno no llegaba al cerebro.

Le costaba respirar, pero consiguió levantarse y subirse a la camilla. Se coloco sobre su cuerpo y trato de imaginar cómo abría los ojos y estaba de vuelta en su cuerpo. Pero no ocurrió. Milagrosamente, cuando Kevin se levanto, aterrado, su corazón volvió a latir. Demasiado rápido al principio, pero más estable después. Alan entró en la habitación y miro el cuerpo de Kevin, después a los médicos.

-Quiero un informe. Ya.- Fue lo único que dijo.

Kevin se quedo media hora escuchando y observando. Descubrió con horror lo que aquellas personas habían hecho. Habían roto la conexión que unía a Ann con Kevin, y justo en ese momento fue cuando Kevin comenzó a sentir que le desprendían de algo preciado e interior con un bisturí sin filo. Y lo peor de todo. Habían unido a un estúpido militar con ella. Su pequeño ángel estaba ahora a merced de un gilipollas que sabía disparar.

Kevin se había enfadado tanto que había poseído el cuerpo de un militar para lanzar por los aires una mesa y propinarle un puñetazo en la cara a Alan. Fue todo lo que consiguió porque cuando le dispararon a la cabeza, Kevin salió del cuerpo y choco contra la pared de manera violenta.

Alan miro al militar y después a Kevin. "Mierda" pensó él. Había cometido la mayor estupidez del mundo. Se había dejado llevar por su enfado, y ahora podría perder la única baza que tenía. Por suerte, Alan no dijo nada. Pero Kevin sabía que se había dado cuenta de algo.

Decidió alejarse de allí, no podía permitirse otro desliz, a demás puede que su cuerpo no aguantará mucho hasta colapsar de nuevo. Cuando se dio cuenta, estaba corriendo hacia la dirección donde había visto que llevaban a Ann. Recordó el número de la habitación, 302. Haría algo, cualquier cosa para que Ann notara que él estaba allí, que a pesar de que habían roto su conexión, el seguía ahí.

Pasó a través de la puerta y se encontró con un sofá. En la habitación reinaba el silenció. Vio una puerta medio abierta, se acercó y vio a Ann en la cama. Solo le veía la cara y un poco de pelo. Se sintió relajado nada más escuchar su lenta respiración. Se acerco un poco y abrió la puerta, que se movió cómo sí Kevin no fuera etéreo.

Al ver la cama por completó, Kevin sintió cómo la irá, el dolor y la angustia se arremolinaba en su interior. Había un hombre en la cama, y no un hombre cualquiera, era el chico al que la habían unido. Y por si fuera poco, Ann tenía la frente apoyada sobre la nuca del hombre. Kevin ardió en furia y dolor. Sintió como todo su mundo se derrumbaba, todo quedo en segundo plano. Que su cuerpo se estuviera muriendo y que él no supiera cómo evitarlo quedo en segundo plano. Ann estaba con otro, en la cama de otro. Probablemente amando a otro.

Sintió el dolor en el pecho, sollozo tratando de hacer el menor sonido posible, se sentía patético. Escuchar sus propios lamentos le parecía patético. Arrastro los pies fuera de la habitación y cerró la puerta. Dio un par de pasos antes de que sus barreras se derrumbaran, las lágrimas empezaron a caer. Para él, ella lo era todo. Completa y absolutamente todo y ahora... Ahora ya no tenía nada...

Se limpió las lágrimas y camino hacia la puerta, destrozado. En ese momento recordó la noche en la que le había entregado su virginidad a Ann, no sabía si ella había hecho lo mismo, pero se había sentido tan poderoso, tan feliz e indestructible... Ahora se le hacía imposible que ese Kevin hubiera existido alguna vez.

-¿Kevin?- La delicada voz sonó temerosa y asustada. El se tenso, se giro poco a poco, creyendo que se lo había imaginado. Pero no. Allí estaba ella. Ann.

Tenía el pelo pegado a la cara, los ojos cansados y las cejas levantadas. Estaba arrebatadamente hermosa, el dolor en su alma se acentuó.

Ella sonrió cuándo sus ojos se encontraron, pero al ver la cara destrozada de Kevin rápidamente se alarmó. Se acerco a él y le toco la cara con cuidado. Casi como si creyera que no era real. Cuándo su mano se poso en su mejilla estaba fría, Kevin puso su mano sobre la de ella, en un pobre intento de calentarla. Cerró los ojos e inspiró, tratando de memorizar su olor. Ojala pudiera guardarlo en algún rincón de su mente.

-¿De verdad eres tú? ¿Estás bien?- Sus ojos se llenaron de lágrimas y su mirada parecía incrédula mientras lo miraba.

Kevin se alegraba de verla, de verdad, pero no podía dejar de pensar en el chico que seguía durmiendo en el cuarto de al lado. Ni siquiera le importó el hecho de que Ann pudiera verlo.

Ella había empezado a llorar mientras lo miraba a los ojos y sostenía su cara entre sus manos. Tenía la mayor sonrisa del mundo. Cuando pego sus labios a los de él, Kevin parpadeo por la intensidad. La separo de él antes de qué perdiera el control. Sin decir nada miro hacía la habitación donde el hombre aun dormía, en parte quería saber... Y en parte no. Ann siguió su mirada y pareció entenderlo. Se apresuró a explicar lo ocurrido.

-No, no. Kevin, no. No es lo que piensas.- Le agarró fuerte del brazo para obligarlo a que la mirara. Sus ojos reflejaban el pánico que sentía a que Kevin se hiciera la idea equivocada.

-¿Quiénes? ¿Y qué haces en su cama?

Almas UnidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora