41. Dolor

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El cazador de la fila, un chico joven, estaba tirado en el suelo rodeado por un charco de sangre. Sus uñas estaban rojas por la sangre. Se había arañado arriba de las orejas tanto que se le podía ver el cráneo. Había atravesado la capa de musculo y aun así había seguido arañando para llegar al cerebro, para que el dolor cesara. Para que el dolor que Kevin le estaba provocando cesara.

Kevin sintió ganas de vomitar y apenas pudo contenerse. Pensar que él había hecho algo así le parecía repugnante, asqueroso, odioso. Entonces vio la cara de Alan, emborronada a causa de los sedantes que le estaban administrando. Tenía esa maldita sonrisa en la cara aun.


Salió de la ducha con todo el pelo húmedo. Agarró una toalla y lo seco todo lo que pudo. Paso la mano por el espejo empañado y algo horrible le devolvió la mirada. Era una cara con enormes ojeras, los ojos hinchados y los labios agrietados por las lágrimas. Deseó no haberse mirado al espejo. "Si tuviera que desear algo, desearía que Kevin siguiera vivo." Las lágrimas volvieron junto con el pensamiento. Le quemaban en los ojos, pero no las dejo salir. Aquel hombre estaba allí. Dean. No debía subestimarlo.

Las corrientes se alteraban cada vez que él se acercaba o la miraba, podía sentirlas.

Respiró hondo un par de veces y salió mirando al suelo. Alan quería estudiarla así que probablemente querían mantenerla contenta, para que todo fuera más sencillo. Así que Dean la respetaría. Se puso la ropa que estaba sobre la cama y se miro al espejo. La ropa era igual a la de Dean, solo que tenía la manga azul brillante. "Para diferenciarnos." Pensó. Bueno, si la arrancaba sería capaz de pasar por uno de ellos...


Quince minutos más tarde

Dean la llevó hasta una habitación con materiales médicos... Solo supo reconocer la aguja para extraer sangre. La sentaron en una silla y espero mirando a todas partes. No paso mucho hasta que uno de ellos se le acercó con la aguja en la mano.

-Solo sentirás un pinchazo.- Le dijo antes de introducirla.

-¿Qué les pasa a mis corrientes? -Le dijo ella directamente.

-¿Que sientes exactamente cuándo tratas de utilizarlas?

Ann valoro por un momento la situación, pero al final suspiro. Si no se lo decía no iba a obtener respuestas...

-Se debilitan cuando salen.- El acabo de sacar sangre y le puso un algodón.

-Son las resistencias.- Ann le miro fijamente pero no dijo nada más. "Si se trata de resistencias..." Pensó. "Deben de estar muy cerca de mí."

Ann había estudiado en clase de tecnología algunas cosas sobre las resistencias. Sabía que entorpecían a los electrones que formaban la electricidad, pero para ello tenían que estar en contacto directo con los electrones.

El médico la peso, tomo nota de su altura y analizo su presión sanguínea y los latidos de su corazón. Para Ann nada de eso tenía importancia, ella se dio cuenta rápidamente de que no era más que un examen sin importancia. Pero, ¿para qué? ¿Para qué no se asustara? ¿Para confundirla? ¿Realmente esos datos tenían alguna importancia? Ann no lo creía así pero al fin y al cabo ella tampoco sabía cómo funcionaban sus amigas.

Entonces algo ocurrió, sintió algo dentro de ella. No fue más que un destello, algo se había conectado. No era instinto, al menos no el suyo. Una rabia de la que desconocía la procedencia se apodero de ella, y Ann dejo que la inundara. Se acerco despacio a la mesa, tan despacio que a pesar de que Dean y algunos cazadores más la estuvieran vigilando, ninguno reacciono. Ninguno sintió el peligro.

Fue el doctor quien se acerco a ella y Ann solamente le puso la mano sobre el corazón. No se vio nada, no se escucho nada. Pero el doctor cayó al suelo, muerto. Entonces su rabia se desato. Las resistencias impidieron que salieran de Ann, ella desesperada las libero de nuevo, pero en algún lugar las resistencias no permitían que hicieran nada. Dean le dio un golpe seco antes de lo volviera a intentar.


Horas más tarde

Ann abrió los ojos en un lugar con demasiada luz. Se levanto bruscamente pero se choco contra un cristal.

-¿Qué demonios...?

-Oh Ann. Bienvenida. Siento la espera pero ahora todo está listo.- Alan sonreía, como siempre pero esta vez su sonrisa tenía algo diferente, algo lúgubre. Y no era solo el, algunos trabajadores también sonreían. Ann se encontraba en una habitación grande, de paredes y suelo blanco. Ella parecía estar en el centro, en una gran caja de cristal conectada a una maquina aun más grande.

-Ahora te sentirás mucho mejor.- Le dijo Alan abriendo la puerta y dejándola salir. Nada más ponerse en pie, Ann sintió un fuerte dolor que la recorrió por completo. Respirar dolía, parpadear dolía, cada movimiento que hacia su corazón al latir dolía. Como miles de agujas que se clavaban en todo su ser cada vez que hacia algo.

-¿Que....me....habéis....?- Cogió aire. Sus pulmones parecían rechazar el aire y tubo un ataque de tos. La carcajada de Alan le helo la sangre.

-Solo te hemos cambiado de pareja. Veras, me dabas tanta pena por la muerte de Kevin que pensé en hacer algo por ti.

-¿Qué? ¿Como...que....cambiar de...pareja?- El ruido de otra puerta abriéndose llamo su atención. Giro la cabeza para ver a Dean saliendo de una caja idéntica a la de ella. La gran máquina que conectaba ambas cajas no le había permitido verlo. A él le costaba caminar pero podía mantenerse en pie.

-Me habéis conectado.... ¡A él!- Dijo como pudo. Alan rio de nuevo.

-Oh no sufras, pequeña niña. Dean será capaz de protegerte igual de bien que Kevin. Solo hay que esperar para que él, con ayuda de tu alma, desarrolle algún don.

-N-No... Kevin....- Su voz sonó fuerte pero las lagrimas empezaron a brotar.

-Por supuesto un alma solo puede estar unida a otra así que tu alma olvidara la de Kevin.- Ann miro aterrorizada a Alan. ¿Qué? No, eso no era posible.- Solo es cuestión de esperar un par de días.

Almas UnidasWhere stories live. Discover now