La Rata

733 85 4
                                    


(22 de Marzo del 2016)

Jade.

Jade estaba borracha.

La fiesta tenía rato que había iniciado y la rata ya había iniciado a tomar. Era un espectáculo muy interesante de ver, incluso podría mantener sus ojos sobre ella por el resto de la noche. Deseaba ver el cambio que sufriría la chica durante el resto de la noche.

Jade fue una de las primeras personas en llegar. El asesino había tenido que esperar para entrar a la fiesta, desde que había seguido los pasos de Jade cuando salió de la escuela se mantuvo lo suficientemente lejos como para que nadie notara su existencia. Así nadie sospechó en lo absoluto cuando entró por la puerta a la casa. Fue completamente invisible, ninguna mirada indiscreta se dirigió a su persona. Y eso que la gente interesante no llegaba sino casi al final de la fiesta. Esta vez fue diferente, la gente importante no era relevante. Lo que importaba esa noche era pasarla bien y olvidarse de todos los demás. La fiesta en la que estaban no era de esas que llegaban a su fin a cierta hora, era de esas fiestas que terminaban hasta que la policía se aparecía. Era muy obvio que esa fiesta duraría toda la noche y la madrugada, porque todos tenían la seguridad de que la policía no se acercaría por ahí esa noche. No era un secreto para la sociedad universitaria que la policía estaba demasiada ocupada buscando al asesino de sus dos compañeras. Incluso los jóvenes sabían que los agentes estaban entretenidos buscando a un grupo de traficantes que intentaban meter droga a Memphis. Lo que la policía no sabía era que de una u otra manera los adolescentes siempre conseguirían un poco de cannabis.

La mayoría de las personas tenían un vaso con cerveza entre sus manos mientras que otros bailaban en cualquier rincón de la casa.

Al asesino no le sorprendió en lo absoluto presenciar a un par de universitarios reunidos en un círculo pasándose una especie de cigarrillo. Cuando pasó junto a ellos estos, para sorpresa del asesino, le ofrecieron el papel enrollado.

-No.- contestó con seriedad el asesino para luego seguir de largo. Todos observaron al que se había negado perderse entre las demás personas.

Nunca en su vida volvería a probar esa droga. Solo una vez lo había hecho y se había arrepentido demasiado. Tenía tan solo 15 años cuando una de sus amigas le ofreció un poco de cannabis. No se había negado, creyó que aquello podría acabar con el fuego, pero no lo hizo, incluso podría decir que lo incrementó. Mentiría se dijera que recordaba esa noche, porque todo permanecía en la penumbra, escondido en lo más profundo de su alma. Solo sabía una cosa: no fue una buena noche.

Decidió que lo mejor sería quedarse en la sala, donde todos estaban, ahí Jade no notaría su presencia.

El humo de tabaco rodeaba la estancia de manera abrumadora. Su ropa quedaría prendada del olor. Con la poca luz que había en el lugar y el humo, sumando el hecho de que había como cien personas ahí dentro, se le dificultaba mucho caminar e incluso ver. Estaba pensando que pronto necesitaría lentes.

Con un poco de esfuerzo logró abrirse paso al otro lado del lugar en donde había un sillón vacío. Se dejó caer sobre el sillón café y paseó la mirada por todo el lugar. Por el momento no había reconocido ninguna cara, y nadie le había reconocido, lo cual era muy bueno. No se suponía que estuviera ahí esa noche.

Desde hace rato que perdió de vista a Jade, pero sabía donde estaría.

¿Sería arriesgado hablar con ella?

No es como si alguien fuese a sospechar de sus intenciones.

El asesino sintió que la mirada de alguien se dirigía a donde estaba sentado. Mirando a una esquina de la sala vio que una chica le observaba.

CARTAS DE UN ASESINOWhere stories live. Discover now