Juicio

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2016

Maia pasó los archivos terminados a su USB, los checó una vez más luego de aquello, los gráficos se veían bien, cualquiera diría que lo había hecho un profesional, sin embargo Maia no estaba nada satisfecha, pero ya no podía hacer nada, por más que intentara mejorarlo no se le ocurría nada mejor, además de que ese era el último día para entregar su parte a Olivia, el proyecto ya debía de ser entregado. Se consolaba diciendo que había dado lo mejor de ella, que era lo mejor que podía hacer en esa condición.

A un lado de ella, por donde estaba su computadora, estaban las pastillas que la psicóloga le había recetado, era un simple bote color café con una pequeña etiqueta en la cual se leía el nombre, la última vez que las tomó fue hace tan solo dos días atrás, poco a poco había ido reduciendo las dosis y al fin había podido quitarlas por completo, aunque solo hubieran pasado dos días; empezaba a creer que se estaba convirtiendo en una dependiente de ellas.

No se sentía con el mejor humor posible, pero era un avance, ya no se sentía tan pesada como antes. Sería un buen día, se dijo, tenía que serlo. No podía estar todo el tiempo huyendo de sus problemas.

Estaba haciendo aquello sin decirle a su psicóloga, y posiblemente eso le trajera problemas con ella, pero estaba dispuesta a aceptar sus regaños si eso significaba probarse a sí misma que podía superarlo, de que la muerte de su hermano no significaba el final de la suya. En sus pensamientos siempre estaba la voz de su hermano diciéndole que podía hacerlo, que él creía en ella. Él habría querido que ella siguiera adelante, eso era lo que le decía cuando su padre murió. Debía de vivir por aquellos que no pudieron, aun cuando vivir doliera.

Su mente le decía que luchara contra aquel velo oscuro, que luchara por su vida ya que su hermano no pudo, tenía que vencer esas ideas perversas que tenía en la cabeza. Ella realmente lo intentaba, pero quienes la rodeaban solo provocaban en ella esas ideas.

Se sentía avergonzada por todas esas cartas escritas en su computadora, pero no podía borrarlas, eran el recordatorio de que debía luchar.

Podía hacerlo por un día más, aparentaría, pero algún día podría mostrarse como era realmente.

Antes de que se le hiciera tarde salió rumbo a la universidad. La mayoría de los alumnos iban de un lado a otro, corrían a sus salones para ver si sus maestros les permitían entrar y así poder entregar sus proyectos mensuales, la Univesidad de Memphis era un lugar que siempre se sentía con vida, siempre se escuchaba a los alumnos por los pasillos reír o pelearse, en su momento Maia disfrutó de aquello, pero ahora era solo molesto. ¿Por qué la alegría ajena le era tan dolorosa? ¿No podían sufrir todos como ella lo hacía? Así todos entenderían, pero su error era pensar que estaba sola en ese dolor, creía que no había peor dolor que aquel que ella sentía, sin embargo era tan ciega que no se daba cuenta de que en el mundo había personas que sufrían más de lo que ella lo hacía.

A pesar de llegar un poco tarde se quedó esperando tranquilamente sentada a las afueras de la universidad, esperaba ver que Olivia llegara para entregarle su parte, no quería tener que estar buscándola por toda la escuela y al parecer no era la única que lo pensaba así, a lo lejos vio a su compañero de equipo acercarse a donde estaba ella.

Y como estaba intentado dar lo mejor de sí, le sonrió levemente a su compañero.

-Hola, Maia.- le dijo el chico y pasó a sentarse a lado de ella con una postura relajada. Maia le regresó el saludo.- ¿Has visto a Olivia?

-No, de hecho, yo también la estoy buscando.

El chico se pasó la mano por su cabello y sonrió.

CARTAS DE UN ASESINOWhere stories live. Discover now