Morgue

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La alarma no había sonado, era muy obvio, pues Alex la había cancelado cuando tomó el avión para Memphis. Eso, sumado con la molestia que sentía por haber dormido en una mala posición la noche pasada, le estaban haciendo tener un inicio de día muy malo. Para colmo se le olvidó que era su primer día en una nueva ciudad. Se supone que debe de dar una buena impresión, eso significaba que debía de haber llegado temprano al trabajo, pero al menos ese día no sería así.

Su reloj le anunciaba que era casi medio día. Ya no podía hacer nada. No debió de haber dormido hasta muy entrada la madrugada. Se había leído los archivos al menos dos veces cuando se había ido a dormir. No recordaba muy bien la hora, pero fue tarde. Su cuerpo se tuvo que acostumbrar a una cama diferente y un clima diferente, sumado a que no hubo alarma que le levantara, se despertó casi al medio día.

Daba pena, pues se suponía que siempre se levantaba temprano.

No tenía mucha escusa, simplemente estaba cansado, y eso era muy raro. Se lo atribuiría al cambio de horario de la ciudad de Memphis, pero era la misma hora que en California.

Primer día y ya iniciaba mal, aunque en teoría ya estaba adelantado.

Se vistió y salió del hotel para ir a desayunar algo rápido y que le nutriera. El remordimiento por no haber salido a correr aquella mañana le estaba incomodando. Salió tan rápido del hotel que ni siquiera reparó en el saludo de buenos días de la recepcionista.

Entró en la primera cafetería que vio y se compró un café americano para llevar junto a un sándwich que la señora de la caja le recomendó. Luego de eso tuvo que casi correr para llegar a la estación. De por sí no tenía coche, además de que no creía necesario tomar algún autobús.

Rentar un automóvil no sonaba tan mala idea, sin embargo el cargo por todo el tiempo que iba a estar allí sería mucho. Y aunque no se quejaba por dinero, no iba a gastar por ello. Tal vez en la estación habría alguna patrulla desocupada o algún carro viejo que le pudieran prestar. Aceptaría cualquier automóvil siempre y cuando lo llevara a donde necesitara.

A esa hora del medio día la estación parecía tener mucho movimiento, los policías iban de un lado a otro, algunos salían otros entraban. Varios civiles esperaban en la pequeña sala de espera que había allí.

Uno que otro se le quedaba viendo mientras que él hacía su camino hacia la oficina del capitán. Tomó el ascensor. Cuando las puestas del ascensor se abrieron Alex se sintió un poco desorientado.

El día anterior que fue no vio a casi nadie en el piso, de hecho tuvo el camino libre hasta la oficia de su nuevo jefe, pero esa vez era diferente. La mayoría de las personas estaban vestidos de civil.

Alex supuso que eran agentes, uno que otro policía permanecía delante de unos cuantos escritorios.

Todos allí se conocían, si había alguien nuevo lo sabían inmediatamente, por eso fue que observaron a Alex sin disimulo. Todos curiosos por saber quién era el nuevo integrante del equipo, porque era la única razón obvia para que alguien llegara a ese piso. Los interrogatorios siempre eran en el primer piso, así que no había razón para que un simple mortal estuviera ahí.

Y si no era un nuevo integrante debía de ser una persona importante.

Fue así como se sintió Alex mientras caminaba a la oficina del capitán Alberto Suarez. Realmente no le ponían incomodo las miradas indiscretas, confiaba en que nadie iba detrás de él para matarlo, así que no le importaba que la gente le viera.

Era lo común, pensaba Alex, las miradas de los agentes y las miradas de las mujeres. Era normal para él sentirse observado, además de que como agente debía de mostrar tranquilidad aun cuando sintiera que alguien le perseguía.

CARTAS DE UN ASESINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora