Epílogo

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Su nombre nunca había sido de su agrado, desde pequeño lo había odiado y siempre se negaba a decirlo en voz alta cuando se lo preguntaban, sus compañeros solían decirle "tonto", por un tiempo aquello le molestó, sus compañeros eran odiosos y le provocaban sentimientos encontrados, pero llegó a un punto en que incluso se creyó lo que decían sus compañeros. Era el niño sin nombre y eso era tonto.

Todos los días en la escuela era alguien diferente, porque a veces era un niño que se olvidaba de su nombre, y eso lo hacía feliz hasta cierto punto, pero al llegar a casa todo volvía a él y entonces recordaba quien era en realidad; a veces no le molestaba en lo absoluto escuchar su nombre en los labios de su madre, que sonaba tan dulce, sonaba verdadero, pero cuando su padre lo gritaba todo en él era falso. Intentó que le gustara, se lo repitió tantas veces hasta que su garganta dolió, pero ni aun así pudo tomarle gusto.

Cuando su madre, muriendo en sus brazos, dijo su nombre, terminó por odiar quien era. En ese momento dejó de ser él, entonces se convirtió en James.

James.

James.

James Black.

Ese era el nuevo él. Se repetía todo el tiempo su nombre para no olvidar que era alguien nuevo, pensó que al cambiarlo todo en él cambiaría, que el dolor se iría, que dejaría de sentirse como lo hacía, pero se equivocó, todo empeoró y fue imposible detenerse, por el contrario, el fuego ardía más vivo que nunca. Era un león que dejaba las jaulas atrás.

Pero James se convirtió en el antiguo él. James se convirtió en su padre.

Ese era su nuevo él y no le molestaba cuando le llamaban, sin embargo lo olvidaba a veces. Jamás había podido desechar su primer nombre al olvido, permanecía en su memoria recordándole de donde venía.

Justo como en ese momento, se olvidaba de quien era.

-James.- decía una voz a su lado.

James alzó la mirada, preguntándose a quien llamaban, las miradas de sus dos amigos estaban en él y entonces lo supo.

-¿Qué, John?- preguntó con voz dura, no había sido su intención que sonará así, sin embargo su amigo no lo notó.

-Creo que alguien ya tomó mucho.- dijo John en tono de broma, pero con el rostro serio.

-Llevo tan solo dos cervezas.- alegó James con voz más relajada.

-No lo digo por ti.- Ambos dirigieron la mirada a Samuel, quién llevaba más cervezas que ellos dos juntos, él había llegado primero y desde que lo hizo no había parado de pedir alcohol.

-Deja que se desahogue.- le dijo James, su mirada puesta en su otro amigo, quería sentir tristeza por él, pero sería muy hipócrita de su parte, él había matado a su novia. Regresó su mirada a John, él también se veía un tanto afligido. Nadie estaba bien aquella noche, sin embargo habían quedado de verse en un bar del centro para hablar e intentar pasar buen rato.

James lo estaba tolerando, quería dejarlos ahí e irse, no debió haber aceptado, estaba mejor solo en su departamento, pero tenía que guardar las apariencias.

-¿Y los demás?- preguntó James después de un rato.

-Están por llegar.- anunció John con la vista en su teléfono. Dejó de lado el celular y miró a James, tenía una pregunta para él, pero no sabía si hacerla o no.- ¿Sabes si la policía ya está investigando?

James evitó mostrar sorpresa, no quería tocar el tema, no en ese momento que se sentía tan desenfocado de la realidad.

-¿Para qué quieres saber?- preguntó, evitando que el otro notara su tono a la defensiva.- Pensé que no querías sabes nada.

CARTAS DE UN ASESINOWhere stories live. Discover now