Fuentes

898 84 10
                                    


(23 de Marzo del 2016)

El único sonido que se escuchaba en la sala de espera del hospital era el leve tic tac de las manecillas del reloj. Justo en la cima de la pared frente a Fuentes estaba un gran reloj redondo. Las manecillas se movían con lentitud y aunque él estaba demasiado lejos como para escuchar perfectamente el tic tac, podía jurar por su vida que escuchaba el sonido como si estuviera cerca de su oído.

Aunque pareciera demasiado loco, era como si el tiempo mismo se estuviera burlando de él. Le estaba recordando que aunque el tiempo pasara demasiado lento eso no significaba que no fuese a llegar el momento en que su corazón se detendría.

La sala de estar del hospital estaba casi por completo vacía, ya que él era el único que estaba sentado en las sillas, era el único esperando a que la enfermera llamara para pasar a su cita con el doctor.

Debió de estar allí la semana pasada, pero lo había olvidado por completo.

O eso es lo que le diría al doctor cuando le preguntara el porqué de su falta a la cita. Eran tan pocas las ganas que tenía de estar allí, preferiría estar en su departamento, intentando desentrañar el misterio tras la muerte de Olivia y Marie. Con cada día que pasaba se desesperaba un poco más por saber quién estaba detrás de los asesinatos.

Una vocecilla dentro de él le decía que no lo sabría nunca, sin embargo intentaba no hacerle caso. Intentaba, hasta cierto punto, ser positivo. De nada servía que esas ideas estuvieran en su mente, al final no lograría nada. Ni vivir ni resolver los asesinatos podría.

El sonido del reloj marcando la hora volvió a sonar en la sala. Por un momento considero levantarse y arrancar el reloj de la pared para luego arrogarlo y hacerlo pedazos. Así por lo menos por un momento podría detener el tiempo.

Fuentes sacó su celular del bolsillo y reviso si no tenía alguna llamada de la estación de policía. Desde hace un tiempo siempre revisaba su celular esperando alguna mala noticia, esperaba que en cualquier momento le llegara un mensaje diciéndole que ocurrió un nuevo asesinato. Su mente jugaba muchas veces con él haciéndole creer que su celular sonaba, pero solo lo encendía para darse de cuenta de no había nada.

Había pasado un mes desde el movimiento que el asesino llevo a cabo al arrebatarle a Olivia la vida. Un mes en el que no habían encontrado nada, un mes en el que Fuentes se había quebrado la cabeza intentando seguir cualquier indicio que le ayudara a encontrar alguna pista sobre quien podría ser el asesino.

Pero simplemente no había nada. Era como sino existiera el asesino. Aunque claramente si existía y era muy inteligente. Lo suficiente como para no dejar pistas en la escena del crimen.

Como si fuera un experto en lo que hacía.

Como si...

Fuentes salió de sus pensamientos cuando escuchó que alguien se acercaba por el pasillo. Una mujer de baja estatura con traje blanco, una enfermera, se acercó a donde estaba él.

La mujer le observó con una sonrisa de oreja a oreja, sin embargo pareció perder confianza cuando Fuentes no le devolvió la sonrisa.

-¿Usted es el señor Fuentes?- preguntó la mujer con una voz delicada.

-Sí.

-Por favor sígame por aquí.

Dicho eso la mujer camino hacía un pasillo y se internó por él, Fuentes se apresuró a alcanzarla. La enfermera abrió una puerta a su derecha en donde se podía leer perfectamente el nombre del doctor que lo atendería aquel día.

CARTAS DE UN ASESINOWhere stories live. Discover now