Fiesta

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Maia observó con el ceño fruncido los mensajes que le habían llegado hace tan solo un par de segundos atrás, se preguntaba cómo es que había terminado metida en un grupo que llevaba por nombre "fiesta", siempre había sido cuidadosa y casi no le daba a nadie su número telefónico, aunque tal vez no fue tan cuidadosa porque ahora se encontraba en un grupo de mensajes en donde al parecer estaban todos sus compañeros de clase y otros tantos que no supo de donde habían salido, pero algo le decía que todos eran de la universidad.

Se planteó silenciar e ignorar por completo el grupo, eso sería mejor que salirse y verse como una pesada. Eran un total de seiscientos mensajes, al parecer llevaban hablando varias horas y ella ni enterada, el administrador del grupo era Martín, integrante del equipo que hizo con Olivia para el trabajo mensual. Al parecer ese era el gran misterio que se traía y por el cual no había asistido a las clases, una gran fiesta tendría lugar ese fin de semana y según lo que decían sería la mejor del año, la cual sería a las afueras de la ciudad. Sería algo grande a lo que todos estaban dispuestos a ir, incluso Olivia había confirmado su asistencia con un mensaje lleno de emojis sonrientes.

Ella era la única que no había comentado nada, y no planeaba hacerlo, porque no tenía ganas de asistir a ningún lado. Ignoró los mensajes y no dio contestación alguna, no es como si sus compañeros estuvieran preguntando por ella.

Pero al final tuvo que asistir, su compañero, Martín, la había interceptado a la salida de las clases y casi la había obligado a decir que sí. Claro que no fue ese compromiso tácito el que la había llevado a que asistiera a la fiesta, pudo simplemente no haber ido y evitarse la fatiga, pero poco antes de la hora en la que se suponía iniciaba la fiesta, Maia consideró que tal vez era hora de retomar su vida, de divertirse y ser la joven adulta que era. Esa fue la idea que hizo que se levantara de su cama y se arreglara para salir, si no le gustaba el ambiente del lugar bien podría regresarse y hacer como si nada hubiera pasada, y si le gustaba pues simplemente pasaría una buena noche.

No se puso nada ostentoso, sin embargo quería sentirse femenina, se puso una linda blusa que dejaba descubierta su espalda y unos pantalones que para sorpresa suya le quedaban un poco grande, debía de empezar a alimentarse mejor, se probó otros pastalones pero todos le quedaban igual, acompañó su vestuario con unas zapatillas negras. Cuando se vio al espejo se sintió extraña, tenía meses que no se preocupaba por lo que utilizaba, salir era un gran paso para ella.

Salió de su departamento, al bajar tomó un taxi que la llevó hasta el lugar en donde se llevaba a cabo la fiesta.

Maia tenía la idea de que cuando el taxi parará, lo haría frente a una casa, sin embargo era todo lo contrario, ni siquiera parecía una casa, era más como una clase de almacén aún más grande de lo que era el auditorio de la universidad. Realmente su compañero se había superado a sí mismo, lo más seguro es de que todos hablarían por lo menos durante una semana de aquella fiesta.

La música podía escucharse desde medio kilómetro antes, tanto el taxista como ella se habían sorprendido. El coche no pudo acercarse mucho a la entrada de la bodega, había varios carros estacionados que obstruían el camino. Se bajó y caminó entre los carros que parecían completamente abandonados. Todos estaban adentro disfrutando del alcohol, y no era ilusa, también esperaba ver drogas allá dentro. Dejaría de lado todos sus problemas esa noche, no sería la Maia que había perdido a su hermano, sino que sería Maia, estudiante de Diseño, disfrutaría por una noche e intentaría que al llegar la mañana los recuerdos no le atormentaran. Se armó de valor e ingresó a la bodega. La música golpeó sus tímpanos, la canción de moda sonaba por todos lados, empezaba a odiarla, sin embargo en ese momento el sonido era atrayente para sus oídos.

CARTAS DE UN ASESINOWhere stories live. Discover now