El Funeral

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La llamada que había recibido hace un par de hora Alberto había cambiado por completo su día. Era de esas noticias que simplemente destruían todo lo que se tenía construido. Justo era eso lo que ocurría en la estación de policías.

Fuentes estaba muerto.

Eso era lo que tenía tan perturbados a todos en la estación de policías. Jamás imaginó Alberto que al despertar uno de sus agentes estaría muerto. Una parte de él había creído que el agente había sido asesinado.

Es decir, el agente estaba en uno de los casos más importantes hasta el momento, no se sabía quién era el asesino, además de que nunca se podía saber quiénes estaban detrás de ellos. Ser agentes siempre era un riesgo. No solo para ellos sino para sus familias.

Pero al parecer había muerto de un infarto.

De un paro cardiaco, que posiblemente lo había matado en cuestión de segundos.

Nadie lo había matado, esa noticia había mejorado un poco el ambiente, sin embargo el hecho de que Fuentes estuviera muerto era demasiado para soportar en aquella estación. Jamás habían perdido a algún miembro, y ahora que lo habían hecho no sabían como comportarse.

Alberto no sabía como sentirse en lo absoluto. Estaba triste y enojado a la vez, si es que eso era posible. Hacía tan solo un momento que el médico de Fuente le había llamado. No había sido algo del momento lo que le ocurrió al agente, sino que él ya lo sabía desde hace tiempo. El agente sabía que en cualquier momento podía morir, pero aun así decidió seguir trabajar.

Por eso estaba enojado. Estaba enojado porque sentía que aquella situación se pudo haber prevenido. Tal vez pudieron haberlo evitado. Si tan solo el agente hubiera hablado con él, pero no lo hizo y el tiempo ya no regresaba para atrás.

También estaba triste, porque un hombre al que conocía desde hacía más de tres años había muerto. No podía decir que él y Fuentes eran amigos, porque siempre que se veían se trataban como jefe y empleado, aunque a veces parecían enemigos, pues hubo momentos en los que tenían ideas y opiniones distintas.

Era imposible no sentirse de esa manera.

Alberto no quería pensar en lo demás que también estaba ocurriendo ese día. De hecho, era de esas veces en las que quería olvidarse de que era policía, porque no toda su vida había sido un policía. También era un hombre que tenía una familia, que tenía amigos, que no solo era el jefe. Si entonces pensaba en lo demás que acontecía a su alrededor no solo pensaría en el hecho de que perdió a un agente, sino que perdió al agente encargado del caso más importante que tenían en Memphis.

Y es que era imposible olvidarse de lo que ocurría. Era como un intentar ignorar las nubes oscuras en el cielo que anuncian una gran tormenta.

Su corazón se aceleraba con solo pensar en lo que los agentes habían encontrado en cerca del rio. Claro que no es que le sorprendiera el asunto en absoluto. Ya que lo que ocurría era de esas cosas que tú sabias que iban a ocurrir pero esperas que no lo haga. Y eso es porque una parte de ti anhela estar equivocada.

Así es como él se sentía con respecto a lo que había ocurrido. Cuando él había entrado a la academia, esperando convertirse en el mejor agente de la ciudad, obviamente con esa euforia de hacer justicia y ayudar a los que la necesitaran, jamás imagino que se toparía con un asesino en serie.

Jamás imagino que en Memphis fuera una de las ciudades en las que se diera un asesino de esa clase.

-Esta es una ciudad demasiado aburrida.- solía decirle su padre cuando ambos se quedaban en el pórtico de su casa viendo las estrellas.- Aquí jamás sufrirás.

CARTAS DE UN ASESINOWhere stories live. Discover now