Capítulo 4 | ÉL problema

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Suspiro agradecida que no tenga que ser alguien más y apoyo la frente en el brazo que recosté sobre la chimenea. Bueno, ya he callado el teléfono pero ahora el problema bien grande era callarlo a él.

-La pequeña nieta de Antonelle, Levae, de último año parece que me intenta buscar.

Miro a los alrededores asegurándome de que nadie viene y le contesto.

-Tal vez diría que tú intentas jugármela, y eso no es nada limpio.

¿Qué pasó con que no atenderías más llamadas, Levae? Muy bien, ahora a todo lugar que voy él está a través de una línea.

-Estoy compuesto por todo lo sucio, yo nunca dije que fuese a jugar limpio...

- ¿Qué es esto? ¿Mandaste a que me persigan? Estás loco, no puedes perseguirme luego de haberte colgado.

-Eh, eh, shh mamacita. -Ahora de pronto es duro. -Ya basta de rudezas, no te estaba persiguiendo o algo por el estilo. Ni siquiera sé porque contestaste ese teléfono, tendría yo que decir que me has estado investigando.

Arrugo el ceño y miro sobre mi espalda.

-No investigué sobre ti, ni siquiera sé cuál es tu nombre. -Escupo. -Lo que me parece a mí que las llamadas constantes a la casa de Charlie es porque lo conoces y como hoy no lo encontraste allá, llamaste justo a donde vendría.

-Sí, seguro que es eso...-Dice obstinado. -Lo que tengo claro es que para contestar las llamadas de los Grayson debes ser alguien nueva y entrometida, después de todo tener diecisiete años todavía se beneficia de ser una niña chismosa.

Pero, ¿Quién se cree este? De pronto pasó de ser coqueto a ser rudo, estaba loco.

-No me vuelvas a decir niña, imbécil. Tú no me conoces, y además ¿Cómo es que sabes que tengo diecisiete?

Pongo los retratos como estaban y me acerco a la ventana de la casa para esconderme un poco entre las enormes cortinas, solo así no sabrían que lo que este chico dice tiene algo de coherencia.

-En vez de ser yo, eres tú quién lanza lo que le conviene y lo que no. Después de todo, aquel dilema de ayer me dijo todo lo que necesitaba saber de ti. -Dice. -Te llamas Levae, te apellidas Dixon, vives con Antonelle tu abuela y su esposo Charlie. Y a sabiendas que estás en último año en un colegio caro diría que calcular no se me hizo difícil para saber que tienes diecisiete. Ah, y tienes el cabello castaño, adivino los ojos, ¿Son cafés? ¿O tal vez azules?

- ¿Qué demonios es esto? ¿A qué estás jugando? -Mascullo con el corazón a millón, con tan solo mi confesión había sacado todo lo que necesitaba saber. ¿Y que era esto? ¿Una especie de trampa?

-A mí me encanta jugar, nena. Pero aún no encuentro el nombre de este nuevo y bonito juego.

-Eres un bastardo bipolar, ¿Lo sabías, verdad?

Se ríe y juro que la carcajada se escucha en toda la sala; -La bipolaridad es mi fuerte en este tipo de locura de vida que llevo, y créeme, tú la amarás tanto como yo.

- ¿Qué significa eso?

-Significa que aunque quieras no puedes escaparte de mí, no te gusta que te digan niña y actúas como una. Colgarme no va hacer que desaparezca.

-Bueno tú eres un grosero constantemente, no puedo soportarlo porque simplemente quieras.

Me paso una mano por el pelo, no sé quién es peor sí él o Antonelle.

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