Día 10, semana 2.

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     El anuncio de que ya podía iniciar mi terapia había llegado hace unos minutos, así que ahora, mientras mis padres salieron para hablar con el medico sobre las posibilidades de que pudiera caminar, Minah, la enfermera, me ayudaba a cambiarme pues no podía ir por ahí en una bata y vieran mi bello trasero.

     La enfermera ya me había visto desnudo, pues ella me había ayudado a bañarme la primera vez. Sí... no preguntes.

     Minah junto con Jimin jalaron mis piernas hasta que estas quedaron colgando en la orilla de la camilla para que así pudieran colocarme los pans. Pero claro, como estaba sentado y no podía pararme sin caer, ella tenía que levantarme para subir lo que resta de los pantalones hasta mis caderas.

     La mire preocupado. No creía que ella pudiera levantarme y subirme el pans a la vez.

     Al ver mi mirada preocupada Jimin decidió intervenir. —Lo haré yo.

     Y tal y como dijo, se paró frente a mí. Pasó sus brazos debajo de los míos para abrazarme y sin mucha dificultad me alzó.

     «Uf, se siente bien» pensé al sentir su pecho duro presionado contra el mío. Y mi rostro se calentó por tener tal pensamiento. «Pero ¡¿Qué cochinadas piensas Kim Taehyung?!» me reprendí.

     —¿Por qué te sonrojas? —me preguntó en un susurró.

     Al golpear su aliento a menta en mi cara probablemente esta se volvió más roja.

     No consiguiendo contestar, Jimin siguió diciéndome en el oído: —La bata te queda bien.

     «Santa naranja».

     La bata me llegaba a los muslos y los pans aún caían de mis rodillas. Le dirigí una mirada suplicante a la enfermera para que se apurara a subirlos y ésta al captarla rápidamente los subió por debajo de la bata.

     Para cuando me sentaron, esta vez tenía que quitarme completamente la bata para ponerme una camisa. Y mientras levantaba la bata, mis dedos de las manos temblaron cuando cruce mi mirada con la de Jimin. El calor volvió a mi rostro. Me observaba con una sonrisa y brillo travieso en los ojos.

     «Llamen a los bomberos, por favor».

     Vacile si en quitármela o no. Para cuando lo hice, el frio erizó mi piel y con una rapidez increíble me puse la camisa.

     Viendo que estaba listo, la enfermera no tardo en acercar una silla de ruedas a la orilla de camilla, a un costado mío.

     —Ven aquí, cariño —habló Jimin acercándose de nuevo a mí.

     Solté un sonido ahogado cuando me levantó en brazos, pero esta vez como una princesa, antes de depositarme en la silla de ruedas.

     —Bien. Vamos —dijo empujando la silla, ignorando que era un tomate andando.

     Ya había perdido la cuenta de las veces que me había sonrojado.

     El recorrido por los pasillos del hospital para llegar a la sala donde recibiría mis terapias fue corto. Pero antes de ingresar a la sala, Jimin se detuvo cuando escuchamos:

     —¿Cuánto quiere?

     La voz venia de dentro de la habitación, y era de mi madre.

     —Señores, ¿Dónde quedaría nuestra dignidad y valores si aceptamos sobornos? —dijo otra voz que pertenecía al médico.

     «¿Sobornos?».

     —Veo que ya se están moviendo —murmuró Jimin a mi espalda.

     «¿Eh?».

     Volteé mi rostro hacia él y lo miré con cara de no entender. Él me sonrió.

     —Pero recuerda, cariño. Eres mío —sentenció con un guiño.

     «¿Discúlpame?».

¿No me recuerdas? || VharemWhere stories live. Discover now