Día 22, semana 4.

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     Bien, organicemos los datos recopilados. Pensé todo el día lo dicho por los tres. Se supone que venía de buena familia. Mis padres eran modelos y amigos de los padres de Seokjin, de ahí es donde conozco al peliverde. Mis progenitores son japoneses, sin embargo, se vinieron a vivir a Corea del Sur, ¿Por qué? Quien sabe, pero me tuvieron aquí así que nací con nacionalidad coreana. Pasó el tiempo, crecí, me gradué de la universidad y ahí fue donde ellos decidieron regresarse a Japón. Y luego de eso...

     «Espera, espera, ¿Qué estudié en la universidad?» detuve todo lo que estaba divagando y me quedé en blanco.

     Suspiré. No tenía ni una lenteja de idea.

     Pero bueno, retomando la plática... Ellos se fueron; Seokjin no me dijo por qué. Luego, me accidenté y mis dichosos padres regresaron. Ese mismo día desapareció Jin, aunque apareció Jimin. Éste último conocía a mis papás y viceversa, pero dieron la impresión de que no se llevaban bien. Hablando de Jimin, él me contó que nos conocimos en una carrera clandestina y que yo era un niño rico. Contrastando a lo que comentó Jin de que yo era escritor, Jimin mencionó que yo trabajaba de... como un stripper.

     «Sin embargo... ¿No se supone que soy un niño rico? ¿Por qué trabajaría de eso?» me debatí.

     Y aquí es donde entra Jungkook. El pelinegro narró el cómo mis padres prácticamente me vetaron de sus vidas sólo porque me negué a hacer algo que ellos pidieron.

     «Pero, ¿Qué es ese algo?».

     Jungkook explicó que con mis papás dejándome a la deriva yo me fui a vivir con él y que desde entonces cuida de mí.

     «¿Será que... cómo mis padres me abandonaron busque dinero en otra parte?».

     Con eso en mente jugué con los dedos de mis manos.

     «No suena tan... loco» razoné mordiéndome los labios. «A lo que me llevó la necesidad» casi me reí.

     Digo casi, porque terminé carraspeando incómodo ante la vista del nuevo enfermero entrando repentinamente a la habitación. Una, no se veía muy platicador, y dos, sus ojos me inquietaban. Se veían fríamente calculadores.

     Pero, aun así, tomé mi libreta junto a mi lapicero para escribir. Para cuando terminé se lo enseñé con una sonrisa.

     —Buenos días.

     —Buenos días —respondió él observando fijamente mi cuaderno.

     Mi ojo derecho palpito cuando él no me regreso la sonrisa y sólo tomó la silla cercana a mi camilla y la arrastró hasta pegarla a la pared de la esquina. Pasó unos cuantos minutos y él sólo se mantuvo con la vista clavada en mí.

     —¿Puedo salir al patio? —inseguro le enseñé mi libreta.

     Sinceramente no tenía un aspecto amigable e incluso dudaba que me contestará a pesar de que su cabello estaba teñido de un color llamativo y agradable a la vista. Un tono entre el verde y el azul.

     —Eso creo —su voz grave arrastró las palabras.

     Fruncí el ceño.

     —¿Eso crees?

     El desconocido se encogió de hombros.

     —¿Acaso no eres el enfermero?

     —No —dijo secamente—. ¿Me veo cómo uno?

¿No me recuerdas? || VharemWhere stories live. Discover now