Día 16, semana 3.

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     Me encontraba con una gran jaqueca y no tenía con quién aliviarla. Muchas preguntas venían a mí, pero no había nadie para darme respuestas.

     Mis padres aún no llegaban, y ellos siempre habían sido más que puntuales con el horario de visitas. Qué por cierto ya llevaba media hora esperándolos.

     No sabía si hablar con la enfermera, pero ya sabía de antemano que, aunque lo hiciera, ella no me iba a contestar. Pues ya había sido testigo de ello minutos antes cuando ella entró a la habitación con un hermoso y frondoso ramo de rosas rojas. Lo depositó aún lado del otro arreglo floral que ya llevaba un tiempo haciéndome compañía. Le pregunté por mis padres antes de que saliera de la habitación. La enfermera dijo que no sabía nada al respecto. Luego le pregunté por Jimin. Ella me sonrió y me dio una pequeña tarjeta que venía con las rosas. La tomé, pero no la leí en ese instante, en cambio le pregunté por Seokjin, y ¿Saben que me dijo? Nada. Salió de la habitación después de sonreírme.

     ¿Qué diablos significaba eso? ¡Maldita sea, necesitaba respuestas!

     Para cuándo calmé mi frustración, me di el tiempo de leer la tarjeta. Está decía:

     "Mi manager me dio un ultimátum ayer. Tuve que tomar a primera hora del día un vuelo a Tokio así que no me dio tiempo de despedirme y decírtelo en persona. Lo lamento, cariño. Pero no te preocupes que estaré de vuelta cuando menos te lo esperes.

Besos. 

PJ."

     Me quede en silencio leyendo una y otra vez la tarjeta. Jimin se había ido y mis padres... al parecer también.

     «Mis padres» pensé.

     Ahora esperaba impaciente al chico de ayer. Tenía que aparecer. Debería ya estar aquí y que explicarme lo que había sido el show de ayer. Pues ayer prácticamente me había dado un ataque de ansiedad que tuvieron que administrarme un sedante sin tener la oportunidad de hablar con él.

     Estaba tan perdido en mis pensamientos que me exalté cuando alguien interrumpió en mi habitación.

     Mi corazón palpitó tan rápido al ver aquella cabellera oscura en mi campo de visión. Era el chico de tez blanca de ayer. En esta ocasión pude apreciar que portaba un traje gris que abrazaba su tonificado cuerpo y bien trabajado cuerpo, pero sin ser exageradamente musculoso.
Mentiría si dijera que no se me hizo agua la boca cuando vi aquella camisa blanca debajo del saco ceñida a su torso.

     «¿Tendrá un sixpack o un eightpack...? ¿Pero qué diablos, Taehyung? ¡Céntrate, céntrate!».

     Para cuando mi vista recayó en su expresión reservada me hizo sentirme curioso sobre él. Por lo que no dije nada por unos segundos, viendo expectante cada uno de sus movimientos. Qué se basaron en dejar su maletín negro en el sillón que estaba en la esquina de la habitación, aflojarse la corbata, y jalar una silla para sentarse frente a mí.

     Ninguno de los dos dijo algo. Sus grandes ojos almendrados fijos en mí y viceversa. Recorrí su rostro, desde su nariz respingona, sus labios pequeños, pero no menos atractivos y aquella sutil cicatriz en su mejilla izquierda.

     «Uff, es malditamente atractivo».

     —Lamento llegar tarde —dijo, por fin hablando desde que entró.

     Tomé libreta con rapidez para escribirle.

     —¿Qué sucedió con mis padres?

     —¿Realmente quieres hablar de eso? —interrogó, sin despegar en ningún momento su vista de mí y manteniendo su voz neutral y reservada.

     Lo miré con cara estupefacta.

     —Quiero saber que rayos pasó ayer.

     —Estás mejor sin ellos —sentenció.

     Esa respuesta no me bastaba. Así que, rayotié de nuevo en mi libreta y de manera casi suplicante escribí un:

     —Por favor.

     Él lo leyó. No dijo nada por unos segundos.

     —No creo que sea correcto para tu salud, ayer tuvieron que sedarte. No quiero volver a ver eso —soltó lo último en tono suave.

     —Pero quiero saber. Son mis padres.

     Su mirada pareció volverse más seria. —Unos verdaderos padres nunca abandonan a sus hijos.

     Su comentario me puso alerta.

     «¿Era adoptado?».

     —¿Ellos no son mis padres?

     —Dejaron de serlo para ti hace mucho tiempo.

     La curiosidad picaba cada vez más fuerte de mí.

     —¿Yo dije eso? ¿Cuándo?

     —El mismo día en que te graduaste de la universidad —habló casi con melancolía, como si en ese instante lo estuviera reviviendo.

     —¿Por qué?

     —Te negaron como su hijo, te corrieron de casa, y si bien te mudaste a la mía, ellos se fueron a Japón, dejándote solo en Seúl cuando más los necesitabas, y todo porque te negaste a hacer lo que ellos querían.

     Me quedé en silencio asimilando lo dicho. No fue fácil de digerir. Menos si en mi mente seguía viva la imagen de mis padres arropandome cálidamente con sábanas para que no pasará frío en la habitación del hospital.

     Luego recordé que Seokjin me había dicho que mis padres se regresaron a Japón poco después de que me graduará, pero nunca me dijo por qué. Y yo nunca pensé que podría haber una razón tras ello. Jimin tampoco me comentó nada fundamental sobre mis padres. Aunque rememoraba aquella conversación extraña que mis padres tuvieron con el doctor, esa dónde la palabra 'soborno' se vio implicada; Jimin en ese entonces había dicho: "Veo que ya se están moviendo. Pero recuerda, cariño, eres mío".

     Al parecer mis padres no eran quienes yo creía.

     «¿Será que Seokjin y Jimin son quienes dicen ser? ¿Mis novios? ¿Me engañan? ¿O yo soy quien los engaña?».

     Tragando el nudo en mi garganta, escribí con letras claras:

     —¿Y que fue eso que no hice?

     El desconocido leyó con tranquilidad y con la misma serenidad respondió.

     —Ser infeliz.

¿No me recuerdas? || VharemWhere stories live. Discover now