Día 15, semana 3.

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     A la primera hora del día, recién despertándome, me encontré a mis padres en la habitación.

     —Hey hijo, ¿Cómo haz dormido? —preguntó con suavidad mi madre.

     Parpadeé aun adormilado, quitándome las lagañas de los ojos con las manos y les sonreí débilmente a ambos. Busqué con mi vista la libreta para contestarles con un "Bien", pero no la encontré.

     «Que extraño. Recuerdo que dormí con ella».

     —Hemos estado hablando tu padre y yo, y decidimos llevarte a un hospital mejor —mi mamá siguió diciendo, ignorando la falta de mi libreta—. Donde puedan ayudarte.

     «¿Ayudarme?».

     —Sólo tienes que firmar aquí.

     Los miré extrañado cuando me tendieron un par de documentos y un bolígrafo. Los tomé con vacilación.

     «¿Acaso aquí no es bueno?».

     Como si me hubieran leído la mente, mi madre habló: —Queremos lo mejor para ti, Taehyung. En Japón hay buenos hospitales.

     «Espera un momento. ¿Japón?» fruncí el ceño.

     —¿Qué? ¿Acaso no quieres vivir con nosotros? —ante mi reacción los ojos de mi madre se llenaron de lágrimas—. Te extraño mucho, hijo. Han sido largos años en los que no te he visto.

     Mi pecho se oprimió al ver el estado de mi madre.

     —Anda hijo, firma —esta vez habló mi padre—. Necesitamos la autorización para que hagan el cambio de hospital.

     «Pero ¿Qué pasara con Jimin y Seokjin?».

     —Tu... novio entenderá —sentenció mi madre con una sonrisa—. Vamos, firma.

     «Tiene razón, ellos entenderán».

     Afiancé el agarre del bolígrafo en mi mano dispuesto a hacer lo que me pedían.

     «Espera un momento» me detuve con la punta del boli pegada en la hoja. «No me acuerdo de mi firma».

     —Sólo con tu nombre basta, hijo. Firma —me dijo mi mamá.

     Y comenzaba a pensar que podía leerme los pensamientos.

     Esta vez con decisión comencé a escribir mi nombre completo en la parte que me señalaban. Pero antes de que siquiera terminara de escribir mi apellido, alguien interrumpió en la habitación.

     —¿Qué creen que haces, Taehyung? —dijo una voz autoritaria ajena a la de mis padres y a cualquiera que recuerde.

     Con curiosidad, dirigí mi vista de dónde provenía esa severa voz y me encontré con un pelinegro vistiendo un impecable traje negro. El desconocido tenía el rostro más reservado que he podido ver. Y atractivo, por cierto.

     «¿De qué nubes te caíste?» pensé viéndole acercarse con destreza a mí.

     Ni siquiera reaccione cuando me quitó de las manos las hojas que debía firmar. Pero es que la presencia del chico era impresionante. Oscura, autoritaria.

     —Esto no es de tu incumbencia —escupió mi mamá enojada, intentando quitarle los documentos al desconocido.

     Pero éste ultimo las rompió por la mitad después de darles un breve vistazo.

     Mis padres y yo jadeamos sorprendidos.

     —Es nuestro hijo y ni tú que eres su amigo de la infancia podrás evitar que nos lo llevemos —exclamó mi padre.

     «¿Amigo de la infancia?».

     —¿Ahora si es su hijo? —cuestionó el pelinegro.

     Mis padres no contestaron.

     Él pelinegro desvió su vista de ellos y me miró. Me removí inquieto por lo penetrante que me parecía sus ojos oscuros.

     —Taehyung no firmara nada —dijo.

     —Es nuestro hijo —comentó mi madre, arrastrando las palabras.

     —Blasfemias. Si no se van ahora, llamaré a una seguridad.

     —No puedes. Él nos necesita —exclamó con rapidez mi papá.

     —Claro que no —desmintió el pelinegro—, no necesita nada de ustedes.

     —Taehyung, hijo —me llamó mamá. La frustración tintada en su voz.

     Yo los miré sin saber que decir. Sin tener idea de que pensar. No sabía qué demonios estaba pasando. Ni de que carajos estaban hablando. Punzadas comenzaban a llegar a mi cabeza.

     —No lo metan a él en esto —les refutó el desconocido con severidad—. ¿Qué creen que es esto? ¿Qué por su condición es un borrón y cuenta nueva?

     «¿Mi condición?».

     —Él tiene que curarse. Ahora tiene curación.

     «¿Curarme?».

     —Váyanse —dijo exasperado el pelinegro—. Están buscando que ponga una demanda y una orden de restricción.

     «¿¡Qué!?».

     Mi madre apretó los puños furiosa, mientras que mi padre, detrás de ella, puso su mano en el hombro de ella. Me quede de piedra cuando mis padres, sobre todo mi madre, me dirigieron una mirada vidriosa antes de salir dando zancadas de la habitación.

     «¿Pero qué pepinos acaba de pasar?».

     El suspiro del chico me hizo mirarle. Yacía aflojándose el nudo de la corbata con una expresión más seria de cuándo entró.

     Y como si me estuviera reprendiendo, dijo:

     —Veo que realmente perdiste la memoria, Taehyung.

     Al momento en que mi nombre fue pronunciado por sus labios, mi cuerpo se estremeció.

¿No me recuerdas? || VharemWhere stories live. Discover now