Extra siete: Lo odiaba... ¿O no?

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     Era el primer día en la escuela, pero Yoongi ya la odiaba. No quería estar ahí. Había sido obligado a asistir por su padre y su madrastra. Que la odiaba. Le asqueaba todo lo que tenía que ver con ella. Desde los incontables carros de lujo que tenía, las joyas y diamantes que portaba, hasta las mansiones que presumía tener. Siempre echando en cara lo que su humilde madre no tenía, pero ella sí. Pues en primer lugar su inútil padre había abandonado a su mamá por esa razón. Ya se había escapado de casa una vez, sólo para que su madre le rogara entre abrazos que volviera con ellos pues su futuro sería mejor, que lo aprovechará. Le dolía, pero sabía que tenía razón. Y lo odiaba.

     Y allí estaba, cuestionándose si cruzar por el césped cortado y cuidado a la perfección de la entrada de su nueva escuela elemental sólo para sentirse mejor. Lo hizo, pero no se sintió mejor.

     Eso hasta su cuarto año. Cuando se cruzó con un Taehyung de siete años.

     La escuela era jodidamente grande, con talleres que él siempre considero innecesarios y estúpidos. Ya saben, una escuela de élite en toda la palabra. Perfecta. Nunca logró conocerla del todo, y por eso cuando buscaba su aula correcta terminó tropezando con un niño más pequeño que él, de cabello castaño oscuro y mirada café curiosa.

     —Lo siento —dijo.

     Ayudo a levantarlo, pero alzó una ceja cuando el contrario sólo le quedo viendo con el ceño arrugado.

     —Dije que lo sentía.

     Pero al ver que el otro seguía sin decir nada bufó y paso de él. Ricos. Siempre sin modales y orgullosos.

     Mucho después supo que tal niño era mudo. Todo mundo hablaba de él por eso. Su nombre era Kim Taehyung. Y todos lo amaban. Aún más porque al parecer sus padres eran unos famosos modelos. El niño era de primer año, pero no tardó mucho en tener un séquito detrás de él. Siempre iban en grupito. Cada vez que Min los veía viraba los ojos. Ni que fuera un dios.

     Yoongi lo odiaba. No podía entender como Tae siempre estaba sonriendo. Le aborrecía su actitud alegre. El típico niño bonito y consentido. Una persona no puede estar siempre feliz. Quería que dejara de sonreír. Haría todo lo que fuera por borrar esa sonrisa "falsa". Y con esa línea de pensamiento comenzó.

     Las primeras bromas fueron las más divertidas ya que el menor no sabía que está sucediendo. Ver su rostro lleno de confusión hizo reír a Yoongi lo que restaba del día. Las travesuras eran simples como robar sus colores, su borrador favorito, su cuaderno de dibujo, desaparecer su lonche, dejar dibujos extraños en sus anotaciones hasta que evidentemente le atrapó un día y cuido más sus cosas ante él así que las bromas se volvieron en meterle el pie para que se cayera, encerrarle en el baño y demás. Pero lo que más incitaba a Min a no parar era que Taehyung nunca le acuso y siempre se plantaba a darle cara con ojos empapados de ira y determinación.

     Eso y que también él encontró su mochila en la basura, sus libretas mojadas y ralladas, incluso una vez las encontró hechas cenizas, su lonche lleno de pasto con gusanos, sus crayones rotos, etc. La guerra era igualitaria. Ninguno se mostraba débil ante el otro.

     Hasta que sucedió.

     Después de estar haciendo bromas por casi tres meses desde el ingreso del menor a la escuela elemental, una mañana, en el receso, Taehyung lloró frente a Yoongi.

     El pelinegro había visto desde lejos al menor brincando de emoción, enseñándole a sus amigos un peluche de un Koala azul, cómo siempre haciendo señas extrañas que no entendía. Y ni quería. Entonces cuando se distrajo lo tomó sin que él otro se diera cuenta y para cuando lo hizo, su amado peluche está sin cabeza en su propio casillero.

¿No me recuerdas? || VharemWhere stories live. Discover now