Día 23, semana 4.

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     Llegó la mañana del día después y no sabía qué hacer ni cómo actuar cuando el desconocido llegó y se sentó en la silla junto a la pared sin decir nada. Yo también por mí parte no le pregunté y ni siquiera intenté comunicarme con él. Estaba indeciso, inseguro de si él era consciente de todo cuando me entrego aquellas cartas. Por una parte, si lo sabía, pues me daba vergüenza mirarle para toparme con sus ojos acusándome y pidiéndome una explicación que no tenía sobre mi infidelidad. Y, por otro lado, si no lo sabía, yo no quería ir y decir de más.

     «Y que huyera como Jungkook» me recordó mi mente con pesar.

     Esa era otra incógnita sin resolver.

     Por lo que me deje hacer, que fluyera todo con el peliazul. Cansado de pensar y tratar de unir los cabos sueltos. Así que por esa misma razón nos encontrábamos ambos dando un paseo en el jardín del hospital que era como un gran espacio de rehabilitación o algo, el césped está bien cortado e incluso había bancas para sentarse. Él empujando mi silla de ruedas me hacía sentir como uno de esos ancianos de las típicas películas donde la enfermera lleva a los a pasear.

     Nos detuvimos en la sombra de un frondoso árbol y yo con mi libreta en mis piernas comencé a escribir las primeras palabras del día.

     «Ya al chile».

     —¿Qué significó la caja que me diste ayer?

     Vestido con ropa cómoda como un suéter y simples pantalones de mezclilla, todo de color negro que sólo lo hacía ver como un vampiro al ser su tono de piel tal pálida como el papel, él se cruzó de brazos y dio un encogimiento de hombros.

     «¿Eso es todo? ¿No me dirá más?» alcé una ceja.

     —¿Cómo que no sabes? ¿Quién la envió?

     —No lo sé —sus ojos felinos me detallaron—. Me la dio la enfermera para que te la entregará.

     Mordí mis labios. «Entonces... ¿Gasparin no sabe nada verdad?».

     Suspiré y cerré los ojos con alivio.

     «Muy bien, muy bien. No lo sabe así que podré seguir con mi puter- digo, seguir con mi... ¡con mi vida! Sí, eso...».

     —¿Por qué? ¿Había algo malo en esa caja? —inquirió él con voz cuidadosa.

     Su pregunta me hizo vacilar sobre si decirle todo o no.

     «¿Será que le digo...? Nah, a la que le debo de preguntar es a la enfermera. ¿Por qué diablos tenía esas cartas? ¿Por qué no me las entregó antes? ¿Por qué me las ocultó? ¿Por qué hasta ahora? ¿Por qué? ¿Por qué?».

     —Nada, sólo mensajes de ánimo —le terminé escribiendo.

     «Bueno, no mentí del todo» me dije con sarcasmo.

     —¿De quién?

     «Chin. ¿Ahora que le digo?» me tensé. En mi mente sólo había un Winnie Pooh bailando.

     —Mis padres.

     Hubo algo en su mirada oscura que brilló, pero luego desapareció.

     —¿Ellos estuvieron aquí? —el tono de su voz no sonaba amigable.

     «Mm... ¿Qué está pasando aquí?».

     Lentamente asentí y con el comienzo de una sonrisa algo macabra él susurró: —Pero que hijos de puta.

     «Oh, rayos» su repentino mal hablar me tomó por sorpresa.

     —¿Conoces a mis padres?

     —No llegue a hablar con ellos en persona, aunque no fue necesario para saber qué tipo de mierdas son —chasqueó la lengua ya sin sonreír—. Dime, ¿Intentaron llevarte no es así? —preguntó como si nada.

     «¿C-Cómo es que lo sabe?».

     Escribiendo rápidamente en la hoja, confesé: —Ellos querían que fuera a Japón.

     Quizás ahora sí pueda tener respuesta.

     —Mm... —murmuró caminando despacio frente a mí aún con los brazos cruzados en el pecho—. ¿Y qué pasó?

     —El hospital no lo permitió y puso una demanda contra ellos.

     Claramente omití que Jungkook fue quién hizo todo eso.

     Él solo asintió con tranquilidad.

     —Mm... Ya veo.

     —¿Qué es lo que está pasando?

     —¿De qué?

     «Oh, no. No te hagas el desentendido conmigo, querido» planté decidido.

     —No logró entender. ¿Por qué ellos parecen ser malos? ¿Qué es eso que hice para que se fueran en primer lugar? ¿Por qué incluso ahora les metieron una demanda para que no se acercarán a mí si son mis padres? Todo esto me supera. No entiendo nada.

     El pálido se mantuvo en silencio con semblante serio y mirada fija en mi persona.

     —Tus padres son homofóbicos, Tae.

     «P-Pero...» me quedé boquiabierto, «No... no puede ser, si yo soy... homosexual. Incluso ellos conocían a Jimin, quien se presentó como mi novio...» pensé totalmente incrédulo.

     Pero todo encajaba.

     La manera en que parecían ignorar y casi evitar a Jimin.

     "Él tiene que curarse. Ahora tiene curación" las palabras de mamá resonaron en mi cabeza.

     «¿Ellos piensan que ser gay es una enfermedad?».

     —Y al parecer, por lo que me cuentas ellos intentaron aprovecharte de que no recordabas nada para manipularte. Tuvieron el descaro de mostrar su cara y fingir que no te hicieron pasar todo un infierno, Taehyung —cada vez más que hablaba su entrecejo se fruncía más—. Fue cuando te graduaste de la universidad que decidiste declararte gay. Ellos no lo aceptaron. Te negaron como su hijo. Te corrieron de casa. Ellos no querían saber nada de ti. Tanto así que ellos se fueron a vivir a Japón, dejándote solo y desamparado aquí en Seúl.

     Me quedé de piedra escuchando todo lo que decía. Parecía que todo se detuvo. No escuchaba nada. Y sólo podía ver mis manos sobre mis piernas.

     «¿Les daba repulsión?» la pregunta golpeó clara y fuerte en mi cabeza.

     Una pequeña opresión en mi pecho se asentó y mis ojos picaron.

     Escuché por lo bajo una maldición. Para cuando me di cuenta el rostro del pálido estaba a centímetros de la mía y sostenía mis dos manos entre las suyas en un agarre seguro.

     —Pudiste la vez pasada y podrás de nuevo porque estoy aquí contigo.

     Sus ojos y palabras tenían tal determinación que me hizo preguntarme sobre cuáles eran mis miedos porque en ese instante yo no tenía ninguno.

     Con pesar solté una de mis manos de su entrelazado de dedos para tomar mi bolígrafo y escribir aquello por lo cual la curiosidad me picaba.

     —¿Cómo te llamas?

     —Yoongi —dijo una vez terminó de leer lo escrito.

     —¿Y te apellidas?

     —Min.

     Sonreí, y por tal acción mis ojos se entrecerraron y una lágrima se escurrió entre mis mofletes.

     «Min Yoongi, gracias» pensé. «Y que les den a mis padres» agregué observando al pálido, «Porque soy taaan gay». 

¿No me recuerdas? || VharemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora