Día 13, semana 2.

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     En la foto en mis manos, me encontraba yo con el cabello despeinado, durmiendo plácidamente abrazando el torso desnudo de Jimin, quien sonreía a la cámara con el cabello igualmente hecho un desastre y chupetones en el cuello. Sólo una sábana blanca nos cubría a ambos. Y no había de pensar mucho para saber que ocurrió ahí.

     «Pero que vista. Digo... ¿Qué carajos?».

     —Cómo ayer estuviste preguntando sobre donde nos conocimos, pensé que lo de traer fotos para ayudarte a recordar era una buena idea.

     Asentí levemente. Viendo su sonrisa traviesa. Menos mal mis padres no estaban en la habitación.

     «¿Era necesario que me mostraras esta foto?» pensé luchando por no adquirir un rubor.

     Tomé la segunda fotografía.

     Me sentí aliviado de ver que en esta por lo menos si estaba vestido.

     Sentando sobre el capo de un convertible blanco, me encontraba yo sonriendo a la cámara con mis brazos se encontraban extendidos hacia el cielo. El sol se encontraba radiante. Quizás tan radiante como se veía mi sonrisa.

     —En esa foto, me acompañaste a comprar el auto en el que estas sentado —mencionó Jimin.

     Quise decir "Lo recuerdo", mas, sin embargo, no lo hacía ni de cerca.

     La tercera foto me mostraba a mí junto a Jimin vestidos elegantemente con trajes. Ambos con copas de champagne en las manos en lo que parecía una fiesta, ya que, si bien el flash nos alumbró a nosotros bailando, se podía ver que había personas rodeándonos y aplaudían puesto que Jimin me estaba besando.

     —Esa fue en la boda de mi hermana hace un año. Te había sacado a bailar. Te negaste, así que tuve que chantajearte para que aceptaras.

     Sonreí.

     —¿Con que me chantajeaste? —le escribí.

     —No querrás saberlo —se mordió el labio.

     «Okeeey...».

     Tomé la siguiente foto. Era yo siendo cargado en la espalda de Jimin. Ambos vestidos con ropa casual. Que consistía en pantalones de mezclilla y playeras sin estampado. El pelinaranja sonreía mientras yo parecía estarme muriendo de la risa en su hombro. Y conmigo un grupo de alrededor de seis personas nos seguían por detrás riendo.

     —¿Quiénes son ellos? —inquirí señalando a las demás personas.

     —Tus amigos del instituto. Ese día habíamos salido a comer.

     —¿Y qué paso con ellos?

     —Perdiste comunicación con ellos.

     —¿Con todos?

     —Sí.

     Eso es extraño.

     —¿Por qué?

     Él se encogió de hombros y desvió la mirada.

     —No lo sé —contestó.

¿No me recuerdas? || VharemOù les histoires vivent. Découvrez maintenant