XXIII (parte 3: recital)

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🧡Me gustaría que leyerais la nota del final, os quiero🧡

Narra Raúl

Quedaba muy poco para subir al escenario y empezar a tocar el piano. Los chicos no dejaban de mandarme mensajes preguntándome sobre mi paradero. De un momento a otro, se hizo el silencio. Un foco iluminó el piano, me tocaba salir. Respiré hondo y empecé a subir los escalones hasta el escenario. Saludé al público formalmente sin dejarme intimidar, mostrando seguridad. Me senté en la banqueta y empecé el recital.

La primera pieza era de Rachmaninoff, Moment Musicaux No. 4 in E Minor. Una pieza de dificultad media alta. Me la enseño mi abuelo y desde aquél dia siempre me acompañaba. Cuando él murió, la toqué en su funeral para honorarle. Mientras mi abuelo vivía, nuestras tardes se veían siempre relacionadas con el piano, él tocaba y yo le imitaba, le enseñaba las nuevas piezas que aprendí, tocaba algo para que bailara con la abuela... Muchos recuerdos. Él siempre me decía que no dejara el piano, que algún dia haría algo grande con el majestuoso instrumento y aquí me encontraba: sentado enfrente a cientos de personas escuchando atentamente como mis dedos pasaban por las teclas a distintas velocidades y hacía sonar una melodía. Vacía para algunos, llena para otros. Yo seguía concentrado en las teclas, me dejaba llevar por el momento y la preciosa música que salía. El piano y yo éramos uno y era una sensación inigualable.
Cuando terminé la primera pieza, esperé a que los aplausos terminaran para seguir con otra obra de Rachmaninoff. En este caso sería Prelude in C Sharp Minor (Op. 3 No. 2).

Que decir de esta pieza, me encantaba lo que se decía de ella: se dice que Rachmaninoff tuvo un sueño donde él estaba en su funeral, y en la distancia había un ataúd. Empezó a andar hacia el, cada vez más rápido hasta que llega, lo abre y se encuentra a si mismo. La pieza me daba distintas sensaciones. Una de ellas era de terror, había partes donde la melodía podría llegar a recordar a la muerte. A la vez la pieza me parecía una historia, una triste historia bañada en tristeza, enfado, rabia, aceptación y rendición. Sentimientos que yo sentí cuando mi abuelo fue ingresado en el hospital y me dijeron que no había cura para el cáncer que sufría. Tristeza por su inminente muerte, enfado por no haber cura, rabia por no haber estado con él todo el tiempo, aceptación al ser consciente de lo que él había luchado y de saber que no era algo que de mi dependiera, rendición al verle lentamente soltar mi mano en la camilla del hospital y ver que no había esperanzas.
Todas las piezas que tocaría, creaban mi historia. Pero eso era algo que nadie conocería nunca.
De nuevo, al terminar, múltiples aplausos sonaron. Podía escuchar a mis amigos vitorear. Estaba bajo los efectos de esos aplausos.

Ahora era el turno de Ravel, la pieza que tocaría llevaba de nombre Pavane for a Dead Princess (Pavane pour une infante défunte). Esta era una de las obras que mas dolor me producía al tocarla. Iba en memoria de mi hermana pequeña, falleció al poco tiempo de nacer. No llegué a conocerla, pero aún asi era mi hermana y quieras o no la muerte de un hermano a los 8 años te mata internamente. Y ver el pequeño ataúd impacta, impacta mucho. A causa de ese acontecimiento, yo era el hijo pequeño. Solo tenía un hermano mayor, pero que ya tenía la vida hecha: abogado, casado, dos hijos, mujer, casa en Reino Unido. Cero contacto conmigo. Por lo que me llegaba a considerar hijo único si me preguntaban. Después de la muerte de mi hermana, mis padres se centraron en el trabajo mucho más por lo que mi infancia fue bastante solitaria. Pero no podía hacer nada para evitarlo. Y al terminar, solo pensaba en ella. La hermana que nunca podría tener.

Ahora venía Mozart con una de mis composiciones favoritas Fantasia in d minor, K. 397. Esta obra representaba el transcurso de mi infancia. Como al principio fue una auténtica mierda, pero a medida que los años pasaban fue siendo más feliz. Conocí a Jaume y Dani que hicieron que recuperara la ilusión por vivir. ¿Que habrá sido de ellos? No supe más después de la paliza de Iván. Mis manos seguían puestas en las teclas, mi mente en esa etapa. Con sus más y sus menos, pero al fin y al cabo fue una etapa que podría catalogar como feliz. Seguía puesto en homenajear al gran compositor de la obra. Estaba tan centrado, que al terminar ni me enteré de los aplausos.

Fine Line (Luzuplay) [En edición]Where stories live. Discover now