Dos

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La noche estaba fría, los transeúntes caminaban rápidamente para llegar a sus hogares... Yo no tenía apuro, pero tampoco deseaba pasar más tiempo en las calles, deseaba llegar a mi departamento y dormir, solo dormir muchísimas horas.

Decidí tomar otra ruta esta vez, caminé por entre los grandes edificios de oficinas para llegar a una calle muy concurrida; el aroma a café me atrajo y me empujó a abrir la puerta de esa pequeña cafetería, mi visita sería corta, sólo debía pedir algo caliente para quitarme esta gélida sensación y luego seguir mi camino.

- Buenas noches – dijo un joven muchacho que me miraba con una tenue sonrisa.

- Hola, quiero un expreso doble, por favor – le respondí mientras me quitaba mi abrigo y escogía un asiento al lado de la calefacción.

- ¿Deseas acompañarlo con algún postre o sándwich? – dijo el chico con un tono amable.

- No – respondí de forma cortante mientras sacaba de mi bolso una libreta, debía realizar algunos ajustes a mis diseños, los materiales de construcción no me gustaban y necesitaba una opción convincente para la reunión de la próxima semana.

Me dediqué a observar el lugar, nunca había entrado a esta cafetería, tenía un aroma agradable. En el último tiempo y junto con un boom en el sector cafetero, se habían abierto muchísimos locales de distintos tamaños en toda la ciudad, la calidad de estos lugares era cuestionable, los empleados no tenían la suficiente preparación para comprender lo delicado que realmente era la preparación de esta bebida, lo que derivaba en un lamentable producto, en su mayoría de las veces con sabores extraños y quemados, debido al anhelo de tener un producto propio y orgánico.

Era lamentable.

Este lugar era distinto, tenía un aroma agradable, no olía al mejor café del mundo, pero estaba en sintonía con el ambiente, con el espacio que ocupaba en la ciudad, con los clientes que entraban, y con mis gustos.

El aroma impregnaba todo y lograba camuflar las distintas fragancias que acompañaban a cada uno de los clientes; era fascinante como bloqueaba aquellos aromas dulces tan típicos de los omegas, y las mezclas cítricas y leñosas de los alfas.

- Aquí está tu café, que lo disfrutes – interrumpió el chico de gran sonrisa y gentiles rasgos, a lo que yo solo asentí y me concentré en mi humeante bebida.

Efectivamente la preparación no era perfecta, pero era agradable al paladar, se notaba la dedicación en su confección y me sacó una pequeña sonrisa.

A mi cabeza llegaron algunos lugares que eran parte de mis memorias debido a los sabores que contenía el café; lugares otoñales y lluviosos, húmedos y a la vez tibios, llenos de colores claros con detalles en madera de nogales. Anoté rápidamente estas ideas en mi libreta, mientras realizaba algunos bocetos rápidos.

Sin darme cuenta la cafetería se había desocupado, y sólo quedaba yo y el barista; él me miraba de ves en cuando esperando quizás alguna seña de mi parte, la cuenta o algún otro pedido. Por sus movimientos me hacía notar que ya era tarde, él chico castaño limpiaba cuidadosamente las tazas de porcelana en las que servía los lattes, para continuar como si estuviera dentro de un esquema coreográfico, con los vasos y platillos de vidrio, que anteriormente había lavado.

El aroma se dispersaba y mezclaba con notas de limón provenientes de los productos de limpieza, y lentamente el lugar fue entrando en una tonalidad neutra, carente de aromas exorbitantes, carente de personalidad, carente de esa añorada presencia que hace algunas horas me había hipnotizado y sumergido en experiencias lejanas de épocas ya vividas.

- Disculpa, ya estamos por cerrar – la ronca voz del chico me sacó de mis pensamientos.

- ¡Oh! Si, perdón, ya me iba – Le dije exaltado al verlo repentinamente tan cerca. El chico dejó educadamente la cuenta sobre un platillo de madera y se alejó delicadamente.

Me puse de pie y guardé mis pertenencias, caminé lentamente a la caja mientras buscaba mi billetera.

- Aquí tienes – dije mientras entregaba mi tarjeta de crédito.

Inhalé profundamente como si un gran suspiro quisiera arrancar de mis labios, pero el aire se quedó dentro de mí, buscando como si fuera algún experimento químico su composición, la cual seguía siendo la misma que hace algunos segundos: agua tibia con limón y unas tenues notas a café preparado hace varios minutos, nada más. Sin querer incomodarlo mi mirada se detuvo en el chico castaño que tenía al frente, y mi ceño se frunció levemente.

No había nada.

Era extraño, hasta los betas más pequeños tienen aroma, tenue pero allí esta. Sin embargo, el chico frente a mis ojos no tenía una fragancia que lo identificara, y eso era absolutamente extraño.

- Señor Min – interrumpió mis divagaciones, mientras miraba alternadamente mi tarjeta y mi rostro – aquí tiene, muchas gracias por venir a "La Foule" – dijo con una sonrisa amable, a lo que yo asentí y cogí el recibo y mi tarjeta, tranquilamente salí del lugar y me alejé entre la poca iluminación que entregaban los faroles de noche.

Ya en mi departamento dejé mis zapatos ordenados en el mueble, mi abrigo colgado en el perchero y mi bolso en la mesa redonda, rápidamente me cambié de ropa y saqué del cajón un pijama limpio. Me recosté en mi cama y apagué las luces, en mi cabeza seguían flotando los aromas del café y la madera, mis preocupaciones personales, mis ansiedades, y la mirada sencilla y amable del chico que atendía aquella cafetería.

Fragancia [Taegi/Yoontae] Historia CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora