Ochenta y dos

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Yoongi estaba en una importante reunión con la junta directiva, de vez en cuando hacía algunos garabatos en su libreta junto a la lista de cosas que debían ser tratadas en la reunión, parte de él estaba tranquilo ante su falta de atención ya que sabía que su asistente tomaría apuntes detallados; de un momento a otro sintió un fuerte dolor en su pecho, no supo cómo explicarlo, hasta que su lobo se puso histérico indicándole que su omega se encontraba mal, por instinto pidió permiso y salió un segundo de la sala de reuniones, su padre lo siguió raudo. Al tomar su teléfono sintió la mano de su padre sobre su muñeca intentando llamar su atención.

- No me jodas Min Yoongi, esto es algo importante no puedes tener estas actitudes aquí. ¿Crees que es un juego? ¿Es un juego para mí?

- Papá... Yo... Yo debo... - Sintió su voz temblar con un poco de miedo al alfa frente a él.

- Nada Yoongi, nada. Volverás a esa sala de reuniones conmigo y seguiremos con lo que estábamos haciendo, no quiero escuchar tus excusas de mierda, no hay excusas cuando tienes responsabilidades con tantas personas, los Min hacemos el trabajo bien, supongo que tu abuelo te enseñó eso... Él no aprobaría esta actitud tuya. – Sacaba a discusión a su abuelo, siempre lo hacía cuando era necesario recordarle las bases de la familia, qué cosas importaban y por todo lo que habían luchado.

Tomó su celular y envió un mensaje a Taehyung esperando que lograra calmarlo un poco; en su interior lo único que quería era correr a casa y averiguar la razón que tenía a su omega tan desolado, necesitaba acurrucarse contra el delgado cuerpo de su novio, sentir su tenue aroma que en algunas ocasiones aparecía sin aviso, como si fuese tan tímido que temiera ser descubierto, pero en la intimidad del espacio que compartían podía sentirlo y atesorarlo.

Necesitaba salir de allí.

Pero no era posible.

Regresó a la sala de reuniones siendo el centro de atención de un grupo de hombres de edad avanzada que lo miraban de manera displicente, y para ser franco, él entendía perfectamente la incomodidad que provocaba, más que mal, él no tenía nada que ver con ese ambiente, él era un arquitecto que vivía en la capital, nunca se sintió entusiasmado por el negocio familiar; pero ahora de la nada había aparecido con un traje muy elegante y caro frente a ellos, con toda la disposición de imponer su apellido sobre cualquier decisión que quisieran tomar. Min Yoongi tenía poder absoluto.

Su pecho dolía con cada segundo que pasaba, se sentía tan absurdamente angustiado y miraba constantemente el reloj que parecía ir marcando la hora en retroceso. No tenía salida, y su padre lo miraba con el ceño fruncido, de seguro a penas terminaran la reunión lo regañaría.

¿De qué hablaban? No estaba seguro; realmente se preguntaba si podría hacer el trabajo bien. Las expectativas eran altas, se suponía que su hermano mayor iba a tomar su lugar, pero resulta que él si tuvo la valentía de hacer lo que deseaba con su vida y poco le importó lanzar toda la presión a su hermano menor.

Yoongi nunca se llevó muy bien con Donghyun, él era demasiado indiferente a todo lo que lo rodeaba, le gustaba disfrutar de los beneficios que su apellido le daba, pero no tenía interés en vincularse con nadie que lo atara al suelo; él quería ser libre. Y claro que lo fue, a los 18 años, cuando Yoongi tenía 14 avisó a sus padres que iría con algunos amigos a la playa para celebrar que habían terminado la secundaria, lo siguiente que supieron de él fue que estaba rumbo a California.

Regresó dos años después con el cabello largo y teñido de un tono pastel a medio desteñir, venía con una chica, a la que presentó como su novia; Yoongi no recuerda demasiado de esos años, su vida se había vuelto una montaña rusa y sentía que no podía hacerle frente, para ese entonces había sufrido de un par de crisis emocionales, y más de alguna vez lo llevaron a lo que su madre definía como "la casa de campo", que realmente era un hospital a las afueras de la ciudad.

Fragancia [Taegi/Yoontae] Historia CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora