Capítulo 3

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Pisé con fuerza el freno, y un fuerte chirrido inundó mis oídos mientras que las ruedas sufrían la consecuencia de mis actos. Las manos, empuñando con fuerza el volante, comenzaron a sudar. Mi corazón volvió a la vida, eso sí con una taquicardia que aunque me tuvieran en terapia con meditación no se me calmaría.

La puerta del copiloto se abrió de golpe y aquél hombre entró al auto de un sopetón. Me quedé perpleja, mirándolo. No podía creer que tenía a Harry Sty...

—¿¡Qué estás esperando!? ¡Arranca, joder! —bramó y automáticamente le hice caso, presionando con fuerza el acelerador para salir de ahí, nuevamente los neumáticos sufriendo contra el pavimento. Miré el espejo retrovisor y me dí cuenta que un grupo de personas trataron de seguirme, sin embargo se rindieron apenas a los dos metros de distancia y desaparecieron de mi campo visual.

Y simplemente manejé. Hacia donde sea. A una velocidad tan increíblemente alta que agradecía que a estas horas no habían policías supervisando.

Miré de reojo a mi nuevo acompañante. Estaba jadeando, su pecho subía y bajaba de forma irregular y estaba temblando. De su frente caían gotas de sudor y sus ojos estaban cerrados.

Me tomó menos de cinco minutos salir de mi trance de fan y me dije a mí misma que debía actuar como una verdadera enfermera. Después de todo, estaba entrenada para este tipo de situaciones.

—¿Estás bien? ¿Te hicieron daño? —no sé cómo lo hago para que mi voz saliera tranquila y firme. Él no me respondió, parecía como si estuviera cursando una crisis de pánico por los fuertes jadeos que daba y su torso exageradamente inclinado hacia delante.

No sabía qué hacer, la verdad es que manejando no podía hacer mucho, por lo que apenas vi otra gasolinera a la distancia, decidí parar en ella. Estaba segura que quienes lo estaban persiguiendo jamás nos alcanzarán, ya que logré recorrer una buena distancia de unos diez kilómetros.

Detuve el coche e inmediatamente me bajé, sacando mi botiquín de primeros auxilios de la maleta y una bolsa de cartón que usaba para las compras pequeñas. Abrí la puerta del copiloto y tomé a Harry del brazo, él aún sentado en el asiento.

—Estás a salvo —le aseguré mientras trataba de tomar su pulso, colocando mi dedo índice y medio en la arteria de su muñeca. Le pasé la bolsa con mi mando libre, mientras trataba de contar sus pulsaciones por minuto—. Respira, esta hiperventilación no le está haciendo bien a tus pulmones.

La manera en que estaba manejando esto con tranquilidad y profesionalismo me sorprendía. Estaba asistiendo al ser más preciado del planeta no sólo por mí, sino que por muchas personas. Sentía que tenía la responsabilidad de que estuviera bien y que no se sintiera más agobiado de lo que estaba.

Una idea surgió en mi cabeza al ver que no se estaba compensando al cien por ciento con la bolsa: sabía que a Harry le gustaba Friends por todos los videos que había visto de él haciendo referencias sobre la serie. Y su imagen inmediatamente me recordó al primer capítulo, cuando el papá de Rachel la había desheredado por no querer casarse con Barry y Phoebe intentó ayudarla.

No podía creer lo que estaba a punto de hacer. Y esperaba de todo corazón a que resultara.

Raindrops on roses and whiskers on kittens...

Dejó de respirar.

Bright copper kettles and warm woolen mittens...

Su mirada aún seguía perdida en el piso del coche.

Mierda, lo rompí.

Brown paper packages tied up with strings...

Volvió a respirar, esta vez con cautela. Sentí que el alma me volvió al cuerpo al verlo más tranquilo.

Sincerely, yours » h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora