Capítulo 9

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Londres, veinticinco de febrero, 2020

La alarma de mi celular sonó, interrumpiendo mis sueños. Otro día más de trabajo.

No podía moverme, me sentía de horrores. Me dolía cada fibra de mi cuerpo y la cabeza me palpitaba constantemente. Un estornudo salió de mi nariz y maldije. Al parecer no fue buena idea permanecer bajo la lluvia por tanto tiempo, menos el hecho de que no me sequé el cabello después de la ducha.

Me senté en la cama y me quedé unos minutos quieta, esperando a que el mareo se me pasara. Llevé mis labios al hueco de mi codo y tosí tres veces, la acción desgarrándome la garganta.

Era un resfrío, sin lugar a dudas, pero no podía permitir que impidiera en mis responsabilidades. Por eso mismo, saqué un paracetamol de mi velador y me lo tomé con un poco de agua, levantándome después de la cama para iniciar mi rutina matinal antes de irme a trabajar. Ya me iba a sentir mejor.

***

Dejé a Piper con Tess, quien me insistía en llamar y pedir licencia hasta recuperarme, pero lo dejé pasar. Los resfríos comúnmente duraban menos de una semana, por lo que podía aguantarme estar horas enferma.

No quise abrigarme mucho por el calor que emanaba de mi cuerpo, a tal punto que sudaba, así que me puse sólo un chaleco delgado, esperando que el frío me aliviara la fiebre.

Llegué a los casilleros para cambiarme, dejando una polera de manga larga bajo la ropa de mi uniforme. Mientras hacía mi coleta en el cabello, otro estornudo salió, seguido de otro... y otro más.

—Jesús, Lena —Samuel apareció tras mi espalda, con su mochila colgada al hombro—. No te ves nada bien.

—Es un ligero resfrío —le aseguré, mi voz saliendo rasposa. Carraspeé.

Sam me miraba de pies a cabeza, con una expresión de desaprobación cuando llegó a mi cara. Comenzó a sacar su bata y su estetoscopio de la mochila mientras negaba con la cabeza.

—Vete a casa —dijo—. Hablaré con Mariam, lo entenderá.

—¿Estás loco? —fruncí mi cejo y sacudí la cabeza—. No puedo desordenar el calendario de esa mujer. Me matará.

Soltó una ligera risa mientras miraba el suelo. Volví a estornudar, la garganta doliéndome como los mil infiernos.

—No tuvimos la oportunidad de hablar —dijo de repente, acercándose a mi—. En verdad siento mucho haberte dejado sola en el restaurante, no había manera de escapar del hospital.

—No te preocupes —le dediqué una sonrisa tranquilizadora—. En serio.

—¿Podré invitarte para otra ocasión? —preguntó y antes de que yo respondiera, agregó:—. Si vuelve a pasar dejo de molestarte.

Reí y asentí con la cabeza.

—Estaremos al habla, tienes mi número —dicho esto, palmeé su hombro y me encaminé hacia mi servicio, soltando tosidos y estornudos.

Saqué una mascarilla quirúrgica de la entrada y me la coloqué para después dirigirme a la estación para escuchar todas las actualizaciones del turno de noche. De reojo pude ver cómo Mariam me analizaba detenidamente.

—Lenny, ¿estás enferma? —me preguntó y yo negué rápidamente, pero otro estornudo salió sin siquiera pensarlo, delatándome—. A ver, mírame.

Rodeé los ojos y me giré, obedeciéndola. Una expresión de horror mezclada con compasión cruzó sus facciones y dio un paso atrás.

—Amo lo dedicada que eres, en serio —comenzó a hablar con una mueca en los labios—. Pero no quiero que llenes de mocos a nuestros pacientes.

Sincerely, yours » h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora