Capítulo 10

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Londres, veintiocho de febrero, 2020.

Estos tres días de gripe han sido... relevantes.

No sé qué le pasó a mi sistema inmune para que fuera tan jodido. A veces me sentía de maravilla, lista para mandar la licencia a la basura y volver al trabajo, pero otras veces no podía ni levantarme de la cama.

Lo bueno era que tenía a mi mejor amigo, Piper, acompañándome y haciéndome arrumacos. La señora Jennings, mi vecina, tuvo la buena voluntad de sacarlo una vez en la mañana y una vez en la tarde para que gastara sus energías e hiciera sus necesidades durante estos días en los que he estado en cama, pero la mayoría del día estaba conmigo, sin separarse de mí.

Mamá vino a visitarme el día después que me enfermé, ya que Tess le había dicho que prácticamente estaba muriendo. Me había preparado sopa de pollo suficiente como para alimentar a un ejército entero y mientras tomaba de ésta viendo Netflix, ella me cocinó un pie de nuez y mermelada.

Samuel también había estado preocupado por mi salud. Claro, era entendible luego del espectáculo que me mandé en el hospital. A veces me llamaba para contarme sobre mis pacientes y otras cosas sin mucha importancia. Con Mariam era lo mismo.

Tess estaba copada con trabajo, además andaba con miedo de contagiarse, por lo que no recibí visita por su parte. Sin embargo, como buena amiga, nos hemos llamado todos los días. Le había insistido que ella fuera el jueves al ensayo para estar con Harry, pero al final terminó negando. Decía que no podía aguantar dos oportunidades de estar con él sin yo presente. Y que la invitación era para mí, no para ella.

Y con Harry... La verdad es que no tenía ni puta idea cuáles eran sus intenciones conmigo.

Partiendo porque me enviaba cosas casi tres veces al día. Y cosas muy insignificantes pero que seguían siendo un detalle precioso. Jugo de naranja, pasteles rellenos de chocolate, flores, una lasaña precocida por si me daba flojera cocinar, hasta un nuevo juguete para Piper. Además de eso, también me llamaba por videollamada y me enviaba publicaciones con chistes muy malos por Instagram. No es que me estaba quejando, es más, el hecho de que también se mostrara preocupado me hacía sentir cada vez mejor.

Ya comencé a acostumbrarme de a poco la idea de que estaba hablando con Harry Styles, quizás hasta podría considerarlo como un amigo. Pero una parte de mí aún tenía miedo. O más que miedo, sentía inseguridad y desconfianza, y yo no podía explicarme el por qué.

Me encontraba comiendo helado de vainilla (cortesía del rizado y su envío de anoche) mientras veía Friends. Una manta cubría mis hombros y Piper dormía plácidamente sobre mi rodilla. La fiebre me había bajado, pero igual me tomé un paracetamol en la mañana para prevenir. Ya estaba harta de que la temperatura me subiera y bajara como una montaña rusa, sumado a los estornudos y la tos que aparecían de repente.

El citófono del departamento sonó y Piper se levantó de golpe, corriendo hacia el origen del sonido y mirando el aparato con curiosidad. Atrapé la cuchara en mi boca y me levanté, no sin antes de poner pausa a la serie.

—¿Hola? —hablé sacándome la cuchara de entre mis dientes y apretando el botón.

—Señorita May, ¿cómo se encuentra? —George, el conserje de turno me preguntó con su amable voz.

—Muy bien, gracias, George.

—Me alegro —se rio ligeramente. Tan bueno que era este hombre—. Le comento que le llegó otro paquete, al parecer la malcrían mucho.

Inmediatamente pensé en el rizado y no evité en sonrojarme. ¿Ahora qué me había mandado?

—¿Puede hacérmelo llegar por el ascensor? —le pedí.

Sincerely, yours » h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora