29 de diciembre de 2018Oscuridad. Quiero acercarme a la luz, abrir los ojos; pero mis párpados se niegan a moverse. Los siento tan pesados. Con mucho, mucho trabajo, logro abrirlos. Sin embargo, la luz me golpea repentinamente y tengo que volver a cerrarlos de golpe. Luego de repetir la misma acción varias veces, finalmente enfoco la vista.
Unos ojos dorados aparecen en mi campo de visión. Su gesto se transforma de tristeza a la alegría en cuestión de segundos.
— Hey. Hola, amor —su hermosa sonrisa logra despertarme por completo.
— ¿Daniel? —me siento un poco confundida. Reconozco el lugar: es una habitación de hospital. Tengo un pequeño tubo en la nariz, mi cabeza duele horrores.
<< ¿Qué demonios estoy haciendo aquí? >>
Intento moverme, pero un fuerte tirón en la nuca me devuelve a mi posición inicial. Un gemido de dolor se escapa de mis labios.
— Tranquila, tranquila —mi novio viene hacia mí y acomoda mis almohadones—. Tómatelo con calma —besa mi mejilla y vuelve a sentarse en la silla, a mi lado—. ¿Cómo te sientes?
— Mi… mi cabeza —vuelvo a gemir—. ¿Por qué estamos en el hospital, Daniel?
— ¿No recuerdas lo que sucedió? —su pregunta me confunde aún más—. Hubo un incendio en tu casa.
— ¿Incendio? —él asiente en respuesta.
Mi cerebro comienza a divagar en busca de recuerdos: << Náuseas. El ascensor. Priscila. Hospital. Luego me fui a casa… >>
<< ¡Susan! >>
<< No será para mí, pero para ti tampoco >>, su voz se mete en mi cabeza.
El golpe.
<< Calor. Mi cuerpo arde >>
— Amy, cálmate, por favor —la voz de Daniel; me trae de vuelta al presente. Mi cuerpo tiembla con intensidad. Me cuesta respirar, creo que estoy hiperventilando—. Tienes que calmarte, amor.
— Su… —un episodio de tos me impide pronunciar palabra—. Su…
No dejo de toser.— Chist —Daniel me envuelve entre sus brazos y acaricia mi espalda con suavidad—. Chist. Respira conmigo, nena.
Intento concentrarme en el sonido de su voz. Poco a poco voy recuperando el ritmo normal de mi respiración.
— El bebé, ¿está bien? —pregunto en un susurro.
— Ambos están bien —su respuesta me tranquiliza momentáneamente—. Ya pasó, amor.
Sin poder evitarlo, lloro. Estuve a punto de perderlo todo.
<< ¡Por culpa de una loca! >>
La doctora Reed se marcha, después de examinarme exhaustivamente. Me pareció escuchar sus preguntas por horas. Mi novio, por otro lado, se dedicó a llamar a toda la familia para informarles sobre mi estado.
— ¿Cómo te sientes? —pregunta, una vez nos hemos quedado solos.
— Agotada —me sincero.
— Pues recuéstate y descansa. Yo velaré tu sueño.
— Quiero irme de aquí, Daniel —no me gustan los hospitales y últimamente, los visito más de la cuenta.
— Ya escuchaste a la doctora —resoplo—. Estarás aquí al menos dos días más.
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Seduciendo a mi Jefe
Romance¿Cuáles son las consecuencias por ofender a tu jefe? Pues llevarte llevarte la follada de tu vida. En el ascensor, sobre un escritorio o en un Penthouse con vistas a la ciudad de New York. A cualquier hora y en cualquier lugar. Amy selló su destin...