10. SOLO SEXO

3.1K 125 1
                                    

Rebecca River

Está aquí, después de horas aparece frente a mí. Por alguna extraña razón, llevo esperándolo toda la noche y precisamente ahora, cuando me siento más cómoda con el amigo de Hayley de la otra noche, me corta el rollo.

¿Qué pasa, que todos los sujetos con el oro en el nombre tienen acción retardada?

—Para nada —le responde Zafiro—. ¿Quieres tomarte una copa con nosotros?

—Si no incómodo —el Dios del Sexo se encoge de hombros antes de sentarse a mi lado.

—Tú nunca incomodas, amigo mío —ambos sonríen al mismo tiempo, haciéndome creer que me estoy perdiendo de algo.

—Es bueno saberlo —comenta Oro antes de pedir un whisky para él—. Hola, Jade, ¿disfrutando de la noche?

—Ahora mismo estoy sentada entre un Zafiro y una Mina de Oro —las palabras salen solas. Tal vez sea a causa de las tres Margaritas que llevo. Poseo una resistencia extraordinaria para el alcohol y muy pocas veces me embriago, pero como efecto secundario obtengo una lengua demasiado larga

—. ¿Qué más podría pedir?

«Estar a solas con él»

Este hombre es taaaan sexi... Entonces, ¿por qué no he podido olvidarme del profesor después de nuestra noche de sexo salvaje?

«Porque necesitas repetirla hasta borrar los besos de Eloy Gold de tu piel», responde mi subconsciente. Y pues, no me parece mala idea.

—¿Se conocen? —inquiere el amigo Hayley, con sus ojos tan azules como su propio apodo brillando bajo la máscara negra.

—Sí.

—No —niego al mismo tiempo que el otro afirma y al final, los tres nos echamos a reír. Esto es divertido. Este lugar es como un espacio neutro en la línea temporal, en donde eres libre de hacer lo que te dé la gana sin pensar en causas o consecuencias. Bebo de mi copa bajo la atenta mirada de mis acompañantes—. Tal vez un poco.

Nos quedamos conversando sobre algún tema trivial por un rato, aunque el recién llegado apenas participa. Lo siento un poco rígido a mi lado y, por la expresión de Zafiro, creo que no soy la única. Por ello, este último me invita a bailar y yo con gusto acepto.

—¿Tienes algo con Oro? —pregunta pegado a mi oído, al ritmo de Billie Eilish. Apuesto a que el rostro se me pone de mil colores mientras le observo pasmada—. Responde sin pena, no te estoy cuestionando ni nada.

—No, yo...

—La otra noche te fuiste con él —su tono relajado y sus cejas enarcadas de manera burlona, disminuyen la tensión de mi cuerpo—. Acostumbro a ser directo y esta vez no será la excepción. ¿Hoy quieres estar con los dos o solo con él?

Trago saliva con dificultad, la sed me embarga de repente y mis ojos se desvían de manera inconsciente hacia la mesa. El carismático Oro no luce muy relajado. Nos observa bailar con inquina e... ¿impaciencia?

¿Por qué?

¿Acaso desea repetir conmigo?

—Me han dicho que no se mete con principiantes —no necesito mencionar su nombre para hacerle saber a mi compañero de quién hablo.

—No suele hacerlo —reafirma él—, a menos que le guste mucho o le intrigue. Y créeme cuando te digo que tú causas las dos cosas.

—¿Yo? —adopto una expresión confusa, como si hubiera visto un extraterrestre.

—Stone te ha nombrado «Jade» —sus dedos se posan en mi barbilla y vuelvo a sentir el nudo en la garganta—, pero en realidad eres un diamante en bruto. Olvida mi pregunta —toma mi mano para besar el dorso de la misma

—, tus ojos ya me han dado la respuesta. Espero volver a disfrutar de tu compañía, Jade.

Sin más, me conduce hasta la mesa para excusarse y dejarnos a solas al enigmático miembro honorario del club y a mí, en un absoluto y extraño silencio, interrumpido por la música de fondo.

¿Qué acaba de pasar?

—Has regresado... —es él quien rompe el hielo—. Supongo que la teoría del clavo no funcionó, ¿verdad?

—Pues... —me quedo lela por unos instantes— no del todo. Me parece que voy a necesitar un martillo... ¡o tal vez un taladro!

Por primera vez en la noche le saco una genuina sonrisa y... por un breve segundo, tengo la impresión de haberla visto antes.

«Te revolcaste con él hace tres días, ¿recuerdas?»

—Tendré que añadir esas herramientas al cuarto de juegos... si tú me lo pides.

Con eso me queda claro que quiere repetir y yo... también. No solo para olvidarme de mi profesor, sino porque me gusta. El beso de esta tarde me han llevado al cielo, pero con los orgasmos de hace tres días he visto a los ángeles.

—La otra noche me diste un regalo de bienvenida —intervengo— y hoy quiero devolverte el favor. El sado no me va —su silencio me incita a continuar— y has comprobado que el exhibicionismo tampoco. Con el resto de las prácticas, estoy dispuesta a experimentar.

—¿Te estás entregando a mí, Jade? —pega su silla a la mía hasta dejar su rostro a pocos centímetros del mío—. Porque si es así, debes saber la regla básica antes.

—¿Cuál? —indago. Tengo claro que no podemos quitarnos las máscaras ni desvelar nuestros verdaderos nombres.

—Esto es solo sexo; sin intimidad, ni compromisos, ni exclusividad — hace énfasis en la última claúsula—. Sexo y nada más.

—¿Y quién dijo que buscaba algo diferente? —muestro una pícara sonrisa. Después de todo, voy a obtener lo que he venido a buscar—. No te preocupes, Oro, que no voy a obsesionarme contigo.

Él abre la boca para responder, pero yo no se lo permito cuando estrello mis labios contra los suyos.

Voy a sacarme a Eloy Gold de la cabeza como sea y no dejaré a más ningún hombre entrar. No volveré a cometer el mismo error.



Seduciendo a mi JefeWhere stories live. Discover now